La docente, dirigente del Sindicato de Educadores de Risaralda, SER, y presidenta de la Central Unitaria de Trabajadores en este departamento, habla sobre el proyecto de reforma laboral que impulsa el Gobierno nacional
Óscar Sotelo Ortiz
@oscarsopos
Las reformas sociales (salud, laboral y pensional) han sido presentadas por el Gobierno del cambio. Estas iniciativas, que buscan resolver estructuralmente los problemas y necesidades de las mayorías en el país, han sido confeccionadas, debatidas y respaldadas por el movimiento sindical, que además ha ejercido un papel protagónico en el diálogo social tripartito.
Para profundizar sobre la lectura que el sindicalismo tiene de la reforma laboral, VOZ habló con Lina María Montilla, docente, dirigente del Sindicato de Educadores de Risaralda, SER, y presidenta de la Central Unitaria de Trabajadores en este departamento.
El tripartismo
¿Cuál es la lectura que han hecho de la reforma laboral?
-Es inédito para el país que sea un proyecto construido por el tripartismo (Gobierno, centrales obreras y gremios económicos). Acá en Risaralda, el Ministerio del Trabajo abrió las mesas de concertación y de participación ciudadana. Pero también como movimiento sindical celebramos dos conferencias nacionales donde pudimos sistematizar y presentar propuestas concretas. Es decir, es una reforma que se ha construido desde la base, con los distintos actores que nos encontramos en el mundo del trabajo. Queremos que se rescaten los principios del artículo 53 de la Constitución Política. Además, somos conscientes de la importancia de que la ciudadanía se sintonice con este ejercicio que hoy plantea un nuevo rumbo para la clase trabajadora de nuestro país.
Muchas voces hablan que es una reforma para los sectores sindicalizados y no para la población informal…
-Esta no es una reforma que recoge exclusivamente nuestras peticiones, es una propuesta que está pensada más allá. Quiere precisamente recoger a todos los trabajadores y trabajadoras que se encuentran en precariedad laboral. Por ejemplo, una bandera de la ministra Gloria Inés Ramírez es que la jornada laboral empieza a las seis de la mañana y termina a las seis de la tarde, y que a partir de ahí son horas extras. Volver a tener esos derechos que nos quitaron en el pasado se convierten en una conquista no solo para el movimiento sindical, sino para toda la población trabajadora.
Cerrar la brecha
¿Qué puntos destaca de la reforma?
-Son muchos puntos que se pueden destacar, pero yo quisiera enunciar dos. El primero es el tema de las trabajadoras y trabajadores que laboran en las plataformas digitales; hoy el símbolo más emblemático lo tenemos en Rappi, pero son muchas más las plataformas que precarizan a la juventud trabajadora. Poderlos vincular y permitir que tengan un trabajo decente, es un avance significativo para el país.
Lo segundo que quiero destacar es el propósito de cerrar las brechas de género que existen en el mundo del trabajo. Es importante la propuesta que busca la creación de rutas en los sitios de trabajo para que las mujeres tengamos garantías para sentirnos seguras y que sean espacios libres de violencias.
Profundicemos sobre eso último. ¿Qué puntos específicos trae la reforma para cerrar la brecha de género y garantizar el trabajo digno en las mujeres?
-Uno de los aspectos fundamentales es el tema del cuidado. Y no porque sea un tema de moda, sino porque en serio le da el valor y reconocimiento a todo el trabajo doméstico no remunerado que aporta el 19% al Producto Interno Bruto de nuestro país. Este es un tema donde más debemos hacer pedagogía, decirles a las mujeres que la reforma está pensada para nosotras.
En segunda medida, tenemos el tema de los espacios libres de violencia. Yo creo que la ratificación del convenio 190 de la Organización Internacional del Trabajo, OIT, nos debe ayudar en ese objetivo. El primer paso para eso es garantizar una reforma laboral que permita construir este tipo de diálogos y discusiones en el mundo del trabajo.
Pedagogía
Los sectores opositores hablan que recuperar esos derechos laborales afectaría la productividad y rendimiento de las empresas…
-El país trabaja en promedio al día 14 horas y media. Esto efectivamente no se ve reflejado en el crecimiento económico. Siempre ha existido ese mito, con el que se ha estigmatizado el avance y la conquista de los derechos de la clase trabajadora. Es importante manifestar que esto es una situación en la que nos han metido el modelo económico y su máxima de a menos derechos, mayor productividad. Los datos nos dicen que lo anterior es mentira.
Hay otra situación y es que buena parte del aparato productivo no lo mueven precisamente las grandes trasnacionales o los grandes monopolios. La pandemia lo demostró. Hay una gran parte de trabajadoras y trabajadoras en las micro, pequeñas y medianas empresas, y quizás son estos sectores de la producción los que más temores sienten a la hora de pensar en cómo van a vincular, cuando no existen las condiciones para garantizar los derechos que se están planteando. Al respecto, el Gobierno nacional ha planteado su compromiso en dar condiciones para la generación de empresa, que estás puedan perdurar y así poder construir mecanismos efectivos para que se garanticen los derechos de la población trabajadora.
¿Por qué se insiste tanto en la pedagogía de la reforma?
-Todo el movimiento social, entre ellos por supuesto que debe estar el movimiento sindical, tienen que hacer mucha pedagogía para romper con esos estigmas y superar muchos miedos, para permitir el avance de una reforma que recoge el sentir de la clase trabajadora del país.
Elecciones en la CUT
El 26 de mayo la Federación Colombiana de Educadores, Fecode, y la Central Unitaria de Trabajadores, CUT, van a elecciones. ¿Cuáles son los principales retos del sindicalismo en el actual momento que vive el país?
-El mundo del trabajo ha cambiado y se evidencia en la formación que está teniendo la gente, que se enfatiza en la inteligencia artificial, la cuarta revolución industrial y la digitalización de la vida cotidiana. Ya no estamos hablando del obrero trabajando en una línea de producción de una fábrica. Hoy se parte de un trabajo más cognitivo y, por ende, las carreras profesionales, técnicas y la formación para el trabajo están enfocadas a ese escenario.
Esto implica que el sindicalismo tiene que pensarse cuál es la nueva forma de organización de la clase trabajadora. Además, la pandemia agudizó otras problemáticas como trabajar en casa, el teletrabajo, etc. Eso implica que la forma clásica del sindicalismo no está pensando en los nuevos contextos y las formas de trabajo en la cuarta revolución industrial. La idea es sintonizarnos con el nuevo mundo del trabajo.
Colombia tiene una tasa muy baja de sindicalización. ¿Cómo superar ese gran problema?
-La estigmatización y la campaña sucia sigue siendo una realidad. El movimiento sindical tiene que ser más contundente a la hora de romper con estos estigmas que, tanto el modelo como el empresariado, promocionan día a día.
También pienso que el actual momento de reformas sociales impulsadas por un Gobierno que respaldó el movimiento sindical, es la oportunidad para avanzar. Que se nos respete el derecho a la sindicalización y asociación. Uno de los ejemplos donde más se ataca la sindicalización son los call centers. El sindicalismo debe pensarse esos espacios para permitir más organización en miles de jóvenes trabajadores de estos centros de trabajo.