María Galeano
Según el DANE, para el 2018 en Colombia había cerca de 4,6 millones de personas que se reconocían como negros, afrocolombianos, raizales o palenqueres. En este importante sector social, el Índice de Pobreza Multidimensional fue de 30,6%, 11 puntos porcentuales por encima de la pobreza nacional. El grueso de la población, con mayores desigualdades vive principalmente en el Valle del Cauca, Chocó, Bolívar, Antioquia y Cauca.
Una realidad nunca antes cuestionada como hoy, nuestra sociedad es producto de un contexto colonialista y el racismo no se ve solo de manera simbólica, sino que se percibe de manera estructural. Es decir, se ha reproducido un sistema excluyente cuyas prácticas políticas, sociales y culturales han despojado a este amplio grupo poblacional de su derecho a la educación, a la salud, a la tierra, a vivir en paz y se ha querido borrar del mapa su identidad cultural.
En mayo, Mes de la Herencia Africana, declarado así por el Ministerio de Cultura en el 2011, y el 24 de mayo, Día Nacional de la Afrocolombianidad, nos recuerda que la invención de la “raza” permitió dar una organización a las dinámicas sociales en las que los invasores españoles se beneficiaron del despojo de la libertad de la población negra, consolidaron el capitalismo a partir de la explotación de su fuerza de trabajo, de la violación y esclavización de mujeres y niños, y a través de la historia dejaron en el sentido común de una humanidad colonizada, la imagen de la población negra hecha para el servicio y el espectáculo.
Este racismo estructural ha sido confrontado de manera incansable por hombres y mujeres negras, cimarrones y palenqueras, quienes se han disputado el papel que les corresponde en la sociedad como hacedores de política, constructoras de paz y de derechos.
A quienes han querido mantener una relación social-colonial, les ha incomodado que el Gobierno del cambio reconozca no solo la diversidad étnica y cultural de la nación, sino al conjunto de la población negra y se piense para sí, el reconocimiento como sujetos de derechos.
Les desagrada un Plan Nacional de Desarrollo que promueva una política pública enfocada en la erradicación del racismo, la discriminación racial y la reivindicación de derechos de los pueblos y comunidades negras.
Además, les molesta que Francia Márquez, primera mujer negra que llega a la vicepresidencia, tenga la tarea de dirigir –en espera de su nombramiento– el Ministerio de la Igualdad como también que haya viajado, a inicios de mayo, al continente africano y sostuviera acuerdos con Sudáfrica, Kenia y Etiopía en materia de cooperación internacional, intercambio cultural y fortaleciera las relaciones diplomáticas con este continente al que los viejos gobernantes no habían querido llegar.
A Francia la han abatido con críticas, no sobre su importante gestión para el país, sino por la presencia de su compañero sentimental, “un mensajero”, reclaman, no tiene derecho a compartir con su pareja un viaje diplomático. El problema real es que la comitiva de negros y negras no estaba moviendo las caderas, haciendo coros o levantando pesas en un salón de eventos. No, estaban construyendo agenda política que garantizará derechos para el conjunto de la población.
La paz y la eliminación de brechas es algo que muchos grupos políticos en este país no quieren, pues esto implica, como diría la misma Francia, “reconocer al otro, para construir un país”. ¡Se jodieron!