Guillermo Linero Montes
Cambiar las agujas de un tren social, que hace tiempo viene amañado por la ruta de la insensatez y la violencia, y encauzarlo de pronto hacia la ruta de la paz y la benevolencia es algo muy difícil, sobre todo si el tiempo para hacerlo es tan corto como el periodo constitucional de los presidentes en Colombia.
Aun así, el presidente Gustavo Petro, quien siempre ha sido acusado por sus opositores de guerrillero –como alguien dado a usar y a entender la violencia como mecanismo de consecución y conservación del poder–, ha venido ganándole terreno a dicho cambio. No en vano, el presidente ha recibido con inusual inmediatez el respaldo internacional ante su innegable liderazgo en las políticas medioambientales que buscan, precisamente, cambiar la ruta perversa de la humanidad: algo así como descontinuar las guerras y eliminar el concepto del derecho internacional acerca de que son justas, cuando existe una causa justa y necesaria como poner en su lugar la pasión por la vida y la biodiversidad, esta vez, sin individualismos ni biologismos, únicamente entendiendo la realidad como manifestación de una sola vida universal.
Por tal razón –porque el discurso en defensa de la vida no puede tener visos ideológicos ni nacionalistas y su fin ha de ser el beneficio global–, el rechazo a las guerras debe ir en yunta con la protección medioambiental del planeta: tener como bandera la Paz Total y luchar en contra de las economías basadas en procesos que ponen en riesgo la salud de los habitantes e incentivan el cambio climático negativo, es decir, el provocado por actividades humanas que deterioran el funcionamiento de los sistemas naturales.
En efecto, para hacer realidad esta estrategia de contención se inició en Berlín en 1995 la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático ─COP─ que ha permitido, cada vez con mayor eficiencia, la firma de acuerdos de compromisos climáticos, entre más de doscientos países. Realizadas anualmente, las COP propician diálogos, acuerdos y negocios sobre estrategias a seguir frente al cambio climático negativo. Si bien, la mayoría de estos encuentros han versado sobre la emisión de gases de CO2 y el consecuente calentamiento global, este año la denominada COP16 versará sobre la biodiversidad y Colombia ya es la nación anfitriona.
La COP16 será la primera Cumbre sobre Biodiversidad que se realice luego de la adopción del Marco Mundial de Biodiversidad Global Kunming-Montreal en la COP15, realizada en Canadá. Este marco parte de que la naturaleza está en declive, o más exactamente, en pérdida. De hecho, son muchas las especies que se han extinguido por causa de la intervención humana que no ha sabido utilizar la biodiversidad de modo sostenible.
Pero bueno, ¿qué significa para Colombia ser la sede de la COP16? La respuesta está claramente en estas palabras de su gestora, la ministra de Ambiente y Desarrollo Sostenible de Colombia, Susana Muhamad: “Esta será una gran oportunidad para una de las naciones más biodiversas del mundo. Es el compromiso del presidente Gustavo Petro y de todo el país, por preservar nuestro planeta, así como enviar un mensaje desde América Latina sobre la importancia de la acción climática y la protección de la vida”.