miércoles, abril 24, 2024
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Primer Acuerdo de Altamar

Voces expertas advierten que la contaminación por el plástico es una amenaza creciente ya no sólo para los ecosistemas acuáticos, sino para todos los entornos, desde aquellos donde se origina este material hasta los marinos y los que están en el camino que recorre

Diógenes Laercio

El mar, en su azul inmensidad, que por centurias ha sido fuente de inspiración de poetas, boleristas, cantores y enamorados, que sus playas son visitadas por millones de personas en épocas veraniegas para renovar amores o encender pasiones, está amenazado de muerte.

La cantidad de tóxicos que el ser humano le vierte día tras día, año por año, es de tal magnitud que toda la vida marina está en peligro y, dentro de la cadena alimenticia, también la vida de los seres que habitan el planeta.

Así lo constató la Organización de las Naciones Unidas, que el pasado 5 de marzo anunció la firma del Primer Acuerdo de Altamar, después de una década de arduas negociaciones, mediante el cual la comunidad de naciones se compromete a adelantar acciones efectivas para proteger los océanos del mundo, que se encuentran fuera de las fronteras nacionales, y de la diversidad biológica del fondo marino.

Un eje importante del acuerdo busca convertir el 30% de los mares en zonas protegidas, meta que deberá alcanzase para el año 2030, para salvaguardar y recuperar la naturaleza marina. El tratado establece la posibilidad de adoptar acuerdos para compartir recursos genéticos marinos, material biológico de plantas y animales del océano. Recursos que pueden emplearse para la alimentación humana y la producción de fármacos.

Vacíos

El investigador oceánico de la Universidad de Estocolmo, Robert Blasiak, comentó que el reto estriba en que nadie sabe cuánto valen los recursos oceánicos y, por tanto, cómo podrían repartirse entre los países. “Si imaginamos un televisor panorámico de alta definición, en el que solo funcionan tres o cuatro pixeles, ese es nuestro conocimiento de las profundidades oceánicas. Hemos registrado unas 230 mil especies en el océano, pero se calcula que hay más de dos millones”, puntualizó.

El último acuerdo internacional sobre protección de los océanos -la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar- se alcanzó hace 40 años, en 1982. Estableció una zona denominada altamar, o sea, aguas internacionales en las que todos los países tienen derecho a pescar, navegar e investigar. Pero solo el 1,2% de estas aguas fueron protegidas, según el documento, lo que dejó la vida marina de estas zonas (delfines, tiburones, ballenas, etc.) en peligro de explotación, por amenazas como el cambio climático, la sobrepesca y el tráfico marítimo.

El acuerdo de Naciones Unidas de este mes de marzo, avanza en la intención de proteger las aguas de los océanos. Y llega en un momento crucial en el que la vida de las especies marinas está amenazada como nunca.

Consecuencias nefastas

De acuerdo con un informe anterior del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, Pnuma, anualmente se vierten al mar millones de toneladas de residuos tóxicos, que atentan contra la vida marina. Y entre ellos, el plástico, uno de los más letales, representa el 85% del total de residuos que llegan a los océanos. Con una dinámica de crecimiento tal que para el año 2040, los volúmenes de este material arrojados al mar se triplicarán, a un ritmo entre 23 y 37 millones de toneladas por año.

Es tan preocupante este panorama, que sumado a la contaminación por plástico en tierra firme, el informe del Pnuma califica este fenómeno como una verdadera “crisis mundial”, con consecuencias nefastas para la salud, la economía, la biodiversidad y el clima.

Advierte también el informe que los volúmenes actuales de reciclaje son insuficientes, y los gobiernos presentan falsas soluciones al problema. El plástico es la fracción más grande, más dañina y más persistente de los desechos marinos.

A julio de 2022, el Ministerio de Medio Ambiente había sembrado un millón de corales en Colombia para recuperar, rehabilitar y restaurar 200 hectáreas de arrecife coralino. Foto Minambiente

Un problema climático 

Los expertos también muestran que la contaminación por el plástico es una amenaza creciente ya no sólo para los ecosistemas acuáticos, sino para todos los ecosistemas, desde aquellos en donde se origina este material hasta los marinos y los que están en el camino que recorre entretanto. E incluso para el clima: la evaluación, publicada diez días antes de la Conferencia sobre el Cambio Climático, COP26, enfatiza que los plásticos también son un problema climático, ya que se estima que en 2015 su fabricación está relacionada con la producción de 1,7 gigatoneladas de CO2 y se proyecta que para 2050 esta cifra se triplique a aproximadamente 6,5 gigatoneladas, un 15% de la emisión mundial de carbono.

Otro informe de las Naciones Unidas indica que en la actualidad hay más de 50 kilos de plástico por metro de costa marina en todo el mundo. Una noticia que nos deja fríos.

Otros contaminantes

Con todo y lo grave de este panorama, el plástico no es el único problema que preocupa a la comunidad científica. El “protocolo de 1996” sobre la prevención de la contaminación del mar por vertimiento de desechos y otros materiales, conocido también como el Protocolo de Londres, prohíbe el vertimiento de desechos procedentes de buques o aeronaves.

A pesar de la prohibición, gobiernos y empresas trasnacionales vierten contaminantes al mar en grandes cantidades. A partir de este año, por ejemplo, Japón empezará a verter al Pacífico más de un millón de toneladas de agua tratada, pero aún con isótopos radioactivos, de la central nuclear de Fukushima, destruida por un tsunami en 2011.

En México, la explosión y posterior hundimiento de la plataforma petrolera Deepwater Horizon, de la British Petroleum, hace algo más de una década, produjo en seis semanas el derrame de al menos 76 millones de litros de crudo (478 mil barriles), que se dispersaron por el Golfo de México. Por el accidente fueron afectados 110 kilómetros de las costas de Luisiana.

Derrames de crudo monumentales se produjeron igualmente durante la llamada Guerra del Golfo. La comunidad científica admite que el Mediterráneo sufre la mayor invasión biológica del planeta. En otros países y otros mares, accidentes similares se repiten con frecuencia.

El Acuerdo de Altamar, suscrito este mes, pretende extender un manto protector sobre las aguas de los océanos. Es un propósito loable, en el que debe haber compromiso de todos. Y digamos, así, con Pablo Neruda, en su Oda al mar:

“…ayúdanos, océano,
padre verde y profundo,
a terminar un día
la pobreza terrestre.

Déjanos
cosechar la infinita
plantación de tus vidas,
tus trigos y tus uvas,
tus bueyes, tus metales,
el esplendor mojado
y el fruto sumergido”.

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