Kevin Siza Iglesias
@KevinSizaI
La burguesía y las derechas, desde su surgimiento, han intentado universalizar la democracia liberal como la única posible y deseable, aun desprovista de contenidos sustanciales que hagan real la participación protagónica de las mayorías sociales en las decisiones fundamentales de la sociedad y el Estado.
En momentos de crisis capitalista, como ocurrió con los fascismos y las dictaduras militares en todo el orbe, recurren, como ahora sus herederos, a un vaciamiento total de su democracia, imponiendo el autoritarismo como su rasgo distintivo, lo que hace rememorar la clásica distinción que advirtiera Marx en la Cuestión Judía entre democracia formal/legal y material/real.
En Colombia, el bloque de poder ha ejercido su dominación a través de una combinación de una aparente y restringida democracia procedimental y las más diversas modalidades de violencia sistémica. Esto se ha expresado en guerras civiles, dictaduras militares, violación sistemática y generalizada de DD. HH. y el derecho internacional humanitario, genocidios políticos, entre otras modalidades de terrorismo de Estado. Estas prácticas han consolidado el régimen de acumulación de capital por despojo cristalizado en el proyecto neoliberal, hoy colocado en cuestión por el proceso de cambios liderado por Petro.
Las denuncias hechas por el primer mandatario sobre la compra del software espía Pegasus por parte de la Dirección de Inteligencia Policial, DIPOL, durante el gobierno de Iván Duque en el 2021, el de la rebelión social y popular, confirman el carácter de la clase dominante en Colombia: en sus laberintos sin salida, recurren desesperadamente a las modalidades más autoritarias de operación, rompiendo incluso el orden constitucional y legal con el que intentan legitimar su dominación de clase.
Aunque ninguna autoridad competente ha logrado la ubicación de Pegasus, es claro que su principal beneficiario fue la Fiscalía de Barbosa, que lo utilizó como un arma contra las izquierdas y el movimiento popular. La guerra jurídica y política emprendida desde allí desató la más feroz ofensiva judicial contra liderazgos y organizaciones del campo popular, con el propósito de desacreditar y desestructurar su fuerza disruptiva.
Entre varios factores, destacan la persistencia del militarismo y la doctrina del enemigo interno en sectores de la Policía Nacional y Fuerzas Militares., así como la responsabilidad de Israel, su complejo militar industrial y su capital financiero en el conflicto social y armado del país. También es importante subrayar la captura de las instituciones del Estado por las derechas, para actuar contra el proceso de cambios; las profundas deficiencias y límites de la democracia y el Estado de derecho en Colombia.
La construcción de nuevas formas de democracia es tarea urgente de las izquierdas y sólo es posible en el marco de un proceso de cambios como el que experimenta Colombia. La conquista de la democracia real debe asegurar el logro de igualdad, libertad, paz integral y protagonismo popular, aspectos indisolublemente unidos a la lucha contra el autoritarismo del capital. Como señala Atilio Borón, más democracia implica, necesariamente, menos capitalismo.