miércoles, mayo 1, 2024
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Pancho Villa: El patriota, el organizador

Los enemigos del ‘Centauro del Norte’ odian al intérprete de la ira popular, al revolucionario

Leonidas Arango

Respaldado por Estados Unidos, el presidente Venustiano Carranza desató la ofensiva contra los líderes agraristas Emiliano Zapata y Pancho Villa y la revolución entró en una fase más violenta. En el norte derrotó al ‘Centauro’ en cuatro grandes batallas y el ejército constitucionalista entró victorioso a la capital.

Villa licenció a los últimos 16 mil hombres de su División y recibió una gran herida en combate. Por más de dos meses convaleció escondido en una cueva entre sufrimientos atroces. Al salir ya no era el caudillo militar sino un guerrillero acosado y feroz.

Febrero 23

En 1915 asumió como verdad que el gobierno pretendía firmar un acuerdo con Estados Unidos que pondría en riesgo la soberanía mexicana. Entonces planeó atacar intereses estadounidenses para enemistar a Carranza con el presidente Woodrow Wilson y presentarse Villa como el máximo líder de la lucha patriótica.

La osadía lo llevó a dar un burdo asalto –con incendio incluido– a la pequeña localidad estadounidense de Columbus, Nuevo México, en marzo de 1916. Ha sido la única incursión de un ejército latinoamericano en Estados Unidos.

En respuesta lanzó el ejército norteamericano una operación “de castigo” contra los rebeldes y penetró unos seiscientos kilómetros en territorio mexicano, como narra un viejo corrido:

Nuestro México, febrero veintitrés,
dejó Carranza pasar americanos,
diez mil soldados, seiscientos aeroplanos,
buscando a Villa por todo el país

Villa se ocultó en las montañas amparado por la población que engañaba al invasor y lo dejaba en ridículo. Todo esto fomentó la leyenda negra en Hollywood. Al cabo de un año se retiraron los norteamericanos.

Qué se creían los soldados de Texas,
¿que combatir era un baile de carquis?
Con la cara llena de vergüenza
se regresaron todos a su país.

Emiliano Zapata fue asesinado por orden de Carranza el 10 de abril de 1919, un año antes de morir él mismo en un atentado. Resultó elegido Álvaro Obregón, que inició una tímida reforma agraria en medio de una estabilidad precaria.

El agricultor

Confiado en que en el gobierno de Obregón había “hombres de buena fe”, el ‘Centauro del Norte’ dejó las armas el 28 de julio de 1920 desde el estado de Coahuila mediante una conferencia telegráfica directa con el presidente. Impuso como requisito que el Estado le traspasara la hacienda de Canutillo, de ochenta mil hectáreas, de las cuales menos de dos mil eran de riego y las demás no tenían valor agrícola.

El general encontró el predio en ruinas y con aspecto de cementerio abandonado. De inmediato mostró su voluntad de paz, su ambición social y una descomunal capacidad de organizador. En pocos días destapó las acequias para el riego y negoció tractores para cultivar trigo, maíz y fríjol.

Fundó un banco de crédito agrícola, construyó casas para los trabajadores y Canutillo fue una aldea ordenada, limpia y dotada de correo, telégrafo, carpintería, zapatería, sastrería, herrería, tienda comunal, molino, talabartería, planta eléctrica y telares de lana. Villa cubrió los gastos de los primeros meses con dineros que había encaletado en diferentes sitios, producto de antiguas expropiaciones a los enemigos.

A Canutillo llegaron varias mujeres e hijos del general y consta que fue un padre amoroso. Obsesivo con la educación, llevó profesores normalistas oficiales y exigió que todos los niños de la hacienda y los alrededores asistieran a la escuela gratuita donde recibían alimento, vestido y calzado. También había clases nocturnas para los adultos que lo desearan.

Parecía increíble ver al veterano guerrero empujando un arado o manejando un tractor. Un visitante anotó sus impresiones: “Es un libre pensador, es decir, un liberal que no ataca ninguna religión y respeta las creencias de todos. Es partidario de que a cada uno le corresponda en el bienestar de la vida lo que esté en relación con sus propias aptitudes y méritos, y no admite un igualitarismo descabellado que mida a todos por igual rasero… No fuma, no es jugador y los días transcurren para él iniciando su trabajo a las cuatro de la mañana hasta que se pone el sol, para encerrarse después en su biblioteca, donde cultiva su espíritu”.

Ciento cincuenta balazos

Pancho Villa conocía las intenciones de asesinarlo que abrigaba el presidente Obregón, aunque confiaba en que las cosas no llegarían tan lejos. El 20 de julio de 1923 debía acudir a un compromiso en Parral y para mostrar su ánimo de paz marchó conduciendo él mismo su auto y escoltado por solo cinco hombres. En una calle del poblado lo esperaba un grupo de sicarios que lo acribilló de ciento cincuenta disparos.

Obregón y su sucesor, Plutarco Elías Calles, seguían cumpliendo las exigencias de Estados Unidos a cambio de su bendición. El experimento de Canutillo había durado tres años y se borró de la historia oficial a medida que en México se disolvía el significado de la palabra Revolución.

El novelista Ramón Puente (citado por Paco Ignacio Taibo II) dejó un retrato del Centauro: “Valor hasta la temeridad; desprendimiento hasta el derroche; odio hasta la ceguera; rabia hasta el crimen; amor hasta la ternura; crueldad hasta la barbarie; todo eso es Villa en un día, en una hora, en un momento, en todos los momentos de la vida”.

Entre mil claroscuros, Pancho Villa sigue presente en las cantinas, en los talleres de mecánica, en las escuelas, en las casas, porque los mexicanos se identifican con ese espíritu de lucha y resistencia que brotó de la entraña popular.

Sobran las razones para celebrar este 2023 como el año de Pancho Villa.

Recomendados: Paco Ignacio Taibo II, Pancho Villa: una biografía narrativa (Planeta, 2006); Pedro Salmerón: Breve historia del villismo (Planeta, 2018).

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