Andrés Álvarez
La Organización de Naciones Unidas (ONU), surgida de los horrores de las guerras mundiales, primero como Liga de las Naciones (1920-1946) y posteriormente como la propia ONU, pretendían ser el parlamento de la humanidad, un escenario “para promover la cooperación internacional, lograr la paz y la seguridad internacionales”.
Ambas organizaciones reflejaron la correlación de fuerzas con la preminencia y hegemonía de los E.U., con cambios importantes: en primer lugar, la preeminencia del dólar como moneda de reserva y medio de las transacciones internacionales y el Consejo de Seguridad de la ONU, como organismo rector y de última instancia para prevenir los conflictos.
En segundo lugar, la creación de una organización militar para proteger el “mundo libre”, la democracia liberal y el capitalismo, la OTAN, en oposición a las experiencias socialistas y populares que se construían con la URSS el Pacto de Varsovia, dos sistemas de seguridad internacionales que se enfrentaron en lo que se denominó la Guerra Fría y que ofreció cierto nivel de estabilidad en un sistema internacional bipolar.
Tras la implosión de la URSS, E.U, se erigió desde 1989 hasta hace muy poco como única superpotencia y capitán del mundo, acompañado por Europa y Japón, realizando múltiples guerras de agresión para imponer la democracia occidental y el régimen de acumulación neoliberal, Irak, la ex Yugoslavia, Yemen, Siria, Palestina, Panamá, entre otros pueblos sufrieron el rigor de sus agresiones militares con argumentos falaces como “la defensa de la democracia”, “Lucha contra el terrorismo”, “lucha contra las drogas”. Cuba, Venezuela, Nicaragua, Rusia han sufrido el impacto de sus acciones injerencistas.
Recientemente la Asamblea General de la ONU aprobó mediante la ampliación de nuevas facultades para Palestina en la organización, entre ellas participar plenamente en los debates, proponer temas de la agenda y elegir a sus representantes en los comités, aunque aún sin derecho a voto. Su incorporación plena depende de una resolución del Consejo de Seguridad, en la cual EE.UU, tiene derecho a veto.
Este Consejo de Seguridad, que aprobó una resolución de Cese al Fuego en Gaza, decisión vinculante para todos los miembros de la ONU, es incapaz de hacerla cumplir, violando el derecho internacional, resquebrajando aún más su legitimidad y ahondando en su agonía. Los intereses de los yankis en medio oriente prevalecen, un derecho internacional a la carta.
Hay esperanza. Un mundo diferente se planta frente a nuestros ojos, el sueño del Movimiento de Países No alineados (NOAL) de los años 60´s, de un sistema internacional pos hegemónico, con diferentes polos de poder y con los cuales los países, especialmente los del denominado “sur global” puedan relacionarse y cooperar en función de sus propios intereses ya está aquí.
Como dicen el dicho popular “no hay mal que dure mil años, ni cuerpo que lo resista”. Mientras tanto viva la resistencia palestina y la lucha de los pueblos del mundo por la paz, el progreso y la soberanía.