martes, marzo 18, 2025
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Nuestra voz de tierra, memoria y futuro

Trascendiendo los paradigmas del realismo, esta película es un ensayo poético que documenta una lucha indígena por el restablecimiento de sus tierras

Juan Guillermo Ramírez

La película documental Nuestra voz de tierra, memoria y futuro exhibida en 1982, de Marta Rodríguez y Jorge Silva, es la unión entre dos términos asumidos como diferentes: el registro documental y la puesta en cámara.

Durante 5 años, los realizadores acompañaron a un grupo indígena de la Región Andina en su evolución histórica y cultural, mostrando la complejidad de un proceso que va desde el sometimiento, a la organización y la lucha por el mantenimiento de una cultura.

La película hace un énfasis en la significación de este momento del proceso, en lo que significa para ellos «ver políticamente el pasado y pensar históricamente en el presente». Una propuesta de cine cultural, político y comprometido, y de asumir artísticamente el contexto dentro del cual es producido.

Es una película concentrada básicamente en los procesos de pensamiento, que intenta acercarse al subconsciente de una cultura indígena, con la dialéctica con la que interactúan al interior de una realidad: diablos y señores feudales o terratenientes, siervos y dueños, análisis y poesía, organización y magia, mito e ideología.

El resultado de este proceso de clarificación –impensable sin la participación crítica de los campesinos indígenas de Coconuco– es Nuestra voz de tierra, memoria y futuro, cuyas imágenes ya no funcionan como prueba argumentativa de los testimonios oculares, sino que forman un sistema de signos entrelazado: surcos en el paisaje, espaldas de animales, gestos de monumentos, mitos y máscaras de los pueblos y el aliento que da vida a los instrumentos musicales.

La tierra como referencia

Este es un trabajo colectivo que surge de la técnica puesta al servicio de la voz ahogada del plebeyo. Filmada en cooperación y coautoría con la Comunidad Indígena de Coconuco y el Consejo Regional Indígena del Cauca, este trabajo se afirma como un intento de romper con el hermetismo centrípeto y devorador de la cultura colombiana.

La historia de la organización social indígena se matiza con las pesadillas feroces que atormentan a la memoria de tal periplo. La tierra es el eje que aglutina las dimensiones del tiempo y el punto de referencia de todos los espectros diabólicos que acechan la paz comunitaria. Este documental atemporal es una construcción narrativa que se establece como grito rebelde contra la mano violenta que busca privatizar la noción misma de lo público.

Al recorrer los sinuosos caminos que exploran la frontera entre la puesta en escena y el documental, esta película, revolucionaria en su forma y militante en su contenido, nos transporta al resguardo indígena de Coconuco, en Colombia, entre 1974 y 1981. Viajamos con Rodríguez y Silva en el alma y la poesía de las luchas por la tierra de los habitantes de esta zona montañosa, magníficamente fotografiadas y profundamente significadas por una obra magistral.

Una mezcla de ficción y abstracción

Compuesta de mitos, fantasmas, ideología y poesía, esta película nace gracias a la colaboración con la comunidad indígena de Coconuco y el CRIC. Según Silva, fue crucial integrar las creencias mágicas en el discurso de la película: “A partir de este universo, representaron las formas de dominación como símbolos, símbolos de conquista hasta hoy, y esto nos dio la posibilidad de ilustrar el largo y complejo proceso por el cual un grupo pasa de la sumisión a la organización”.

Nuestra de voz de tierra, memoria y futuro, quizá se podría pensar que es más de lo mismo, pero desde el inicio desborda sensaciones que mezclan la ficción-abstracción con la lucha de poblaciones indígenas por la recuperación de sus territorios, los cuales han sido robados por una supuesta civilización.

La película trata del robo que comparten todos los territorios latinoamericanos y de otras regiones del mundo, tan actual y vinculado a proyectos extractivos que no se enteran de que la destrucción de los ecosistemas, además del legado de muerte y violencia que encharcan a su paso, les explotará en la cara —en el futuro cercano, fatídico y distópico— a los actores-países-élites que aún sienten por sus venas los vicios colonizadores.

Estos pueblos lucharon –y siguen luchando hoy– por recuperar sus tierras, un proceso que consideran esencial para su cultura y su historia. ¿Qué significa para ellos “ver el pasado desde un punto de vista político y pensar el presente desde un punto de vista histórico”?

Los cineastas

Un cine en lírico blanco y negro, desgarrador y sensible, con planos de fuerza conmovedora y tangible, un cine de ese instante que sigue abriendo conciencias con el tiempo, donde su huella sigue siendo imborrable e influenciadora, un cine para despertar y remover conciencias, en que la cámara adquiere una intimidad corpórea, pegada a sus personajes y sus circunstancias, y también, capturar esos momentos humanos, donde la poesía también adquiere su espacio.

El cine de Marta Rodríguez es humanista, filma personas y sus conflictos, ayuda a visibilizarlos y conocer su identidad, así como sus deseos, ilusiones y lucha. Un cine de arraigo social que muestra realidades dolorosas, donde hay explotación, esclavitud, violencia, muerte, pero lo hace sin olvidarse de un sentido ético y estético de que esas imágenes filmadas contribuyan al conocimiento.

Una pareja de cineastas clave en la memoria indígena y explotación de Colombia, activos desde finales de los sesenta hay la actualidad, ahora solo Marta Rodríguez, que sigue en la brecha explicando historias sobre gente común, humilde, gentes que nunca son noticia, gentes que están ahí, y los cineastas colombianos les ofrecieron su mirada para explicar sus relatos, su memoria, su pasado y presente, convirtiendo su cine en una filmografía esencial para conocer la realidad colombiana de primera mano, a través de sus rostros, sus voces y sus cuerpos, conociendo esas realidades de explotación, miseria y violencia que desgraciadamente siguen sacudiendo el país.

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