Carlos A. Lozano Guillén
Hace tres semanas estuvo en Bogotá Michael Reid, editor de América del influyente diario británico The Economist, para presidir un Foro sobre la paz en Colombia, el cual convocó a prestantes panelistas del Establecimiento.
Reid me visitó en las oficinas del semanario VOZ, donde tuvimos una amable y larga conversación no exenta de contradicciones. La primera es que para el periodista extranjero las FARC están sentadas, casi que derrotadas en la mesa de La Habana, gracias a la “seguridad democrática” de los dos gobiernos de Álvaro Uribe Vélez.
El comentario lo hizo sin la más mínima crítica a la corrupción y a la degradación de las dos funestas administraciones uribistas. Una mafia se apropió del poder, varios de sus integrantes ya están en la cárcel, otros están siendo investigados y varios están huyendo, aunque el jefe de la banda goce de impunidad. El “todo vale” se impuso como forma para resolver el conflicto, no importan los daños colaterales. Eso lo aceptaron en el país y en el exterior, claro está, los sectores dominantes que tienen una precaria idea de la democracia. Ella es dable pero en función de sus intereses y negocios.
Mi réplica fue contundente y le expresé a Reid que tal visión tan acomodada es inaceptable. Registré con satisfacción que en algo la modificó en el extenso reportaje que le hizo María Isabel Rueda y que publicó El Tiempo. Donde hubo críticas a Uribe Vélez pero por su oposición a Santos.
Las FARC no están derrotadas. Lo que fracasó fue la vía militar como solución del conflicto. La oligarquía colombiana es consciente de ello y de ahí que haya decidido intentar otro proceso de paz por vía del diálogo y de la búsqueda de un acuerdo político y social. Aunque es evidente que su posición es mezquina. Se refleja en la conducta del Gobierno Nacional y la oligarquía que lo acompaña en la mesa de La Habana, sin propuestas y negada a la participación ciudadana. Es la paz al tamaño de los intereses plutocráticos del país. El periodista lo repite sin originalidad.
La mayor diferencia con el editor del The Economist es que niega las causas políticas y sociales del conflicto. La guerrilla debe hacer los cambios desde la democracia. “La democracia solo es una; sin violencia política”, según él, aunque Estados Unidos, el Reino Unido y otras potencias utilicen la violencia para derrocar gobiernos que no representan sus intereses, como ocurre en el Medio Oriente.
Así justifican el exterminio de la izquierda en Colombia, con el manido argumento de la “combinación de las formas de lucha”. La biblia es otro libro de un extranjero, Armas y urnas del norteamericano Steven Dudley, sobre el genocidio de la Unión Patriótica. Es la democracia según “ellos”.