Al cumplir un año más de su deceso, las organizaciones sociales y académicas reivindican su pensamiento crítico para contradecir y derrumbar los poderes establecidos, las lógicas económicas del capitalismo y modelos enquistados con la modernidad
Maylor Caicedo
La inquietud nodal del pensamiento de Foucault desde su ingreso a la École Normale Supérieure, después de la segunda guerra mundial, gravitó sobre ¿Cómo se gestó y consolidó el disciplinamiento y el control en la sociedad moderna y qué características la determinaron? Por su metodología genealógica, basada en las técnicas investigativas de Federico Nietzsche, Foucault estableció que la modernidad y su sistema económico (el capitalismo) se asentaron en dos modelos de poder: el de la lepra y de la peste, surgidos a finales de la edad media.
Control y disciplina
El modelo de la lepra es estigmatizador, excluye y expulsa. Al leproso se le marca y expulsa a las afueras para que allí se pudra. Este modelo es un dispositivo de control utilizado desde el Estado moderno para determinar quién puede estar y quién no en un territorio o una comunidad. Entretanto, el modelo de la peste le brinda al Estado sociedades disciplinarias donde el espacio está recortado, cerrado y continuamente vigilado.
La imbricación de estos dos modelos configura una sociedad controlada y disciplinada, útil al sistema capitalista. Los lugares en los que perviven estos modelos (que son la mayor parte en occidente) están atravesados por la jerarquía, la vigilancia y el registro, y se constituyen en espacios perfectamente gobernados donde todo es visible, controlable, transparente y expuesto a la mirada.
De los significativos aportes que nos brindó Foucault en sus investigaciones fue comprender que el funcionamiento de instituciones como el hospital, el manicomio, la escuela, la prisión, entre otros, es propio de la modernidad que construye códigos binarios como normal-anormal, loco-cuerdo, enfermo-sano. Son instituciones basadas en el panóptico como espacios de vigilancia y control total; similares a las que George Orwells presenta en 1984.
Por ejemplo, aunque la cárcel existe desde la antigüedad, como espacio de resocialización y de castigo, en el marco de la justicia punitiva, funciona desde inicios del siglo XIX. Antes el castigo se infringía sobre el cuerpo; ahora, con la invención de la cárcel, el poder punitivo se ejerce sobre el alma. La escuela, por su parte, es un espacio de disciplinamiento de los cuerpos para hacerlos útiles al sistema capitalista. Desde muy niños, el sistema nos adiestra para responder a horarios, comportamientos, obediencias, competencias, etc.
El discurso de la modernidad
El maremagnun de cambios que trajo aparejada la modernidad implicó la emergencia de conceptos como el de ‘población’ que termina por homogenizar a la especie humana. Con el desarrollo de la estadística como área del conocimiento en el siglo XVII y XVIII el ser humano pasa a ser ‘hombre-masa’ y la vida y la mortalidad adquieren un papel fundamental en el discurso modernizador. La demografía, el control de nacimientos, la preocupación por el índice de mortalidad, la higiene pública y todo lo que abarca a los seres humanos como especie es objeto de un nuevo saber, de una regulación, de un control científico. Las estrategias del biopoder y la biopolítica, categorías centrales del pensamiento foucaultiano, adquieren asidero en la razón de Estado, es decir son asumidos por la administración estatal. De allí que la gubernamentalidad se convierta en la nueva ciencia que controla, vigila y disciplina a la sociedad; en la que quienes no son capaces de someterse al comando, adaptarse a la vida familiar, a la fábrica, ni a las regulaciones de la vida sexual convencional puedan ser expulsados o catalogados como ‘agentes infecciosos’.
De esta forma, el poder y el conocimiento en la modernidad se centralizan, encasillan y adquieren dimensiones hegemónicas. Son estructuras de poder global las que determinan cuál vacuna es la que se puede aplicar, qué tratamientos médicos son los que deben recibir los pacientes, cuáles son los mejores métodos de enseñanza-aprendizaje, cómo se aplica la justicia a los condenados, quiénes pueden ser catalogados como opositores o terroristas, etc. Cualquier conocimiento subalterno que vaya en contra de los preceptos de las ‘comunidades científicas y académicas’ es minusvalorado, negado y perseguido. La ciencia moderna occidental patentiza el conocimiento ancestral y lo apropia, como si fuera suyo.
Las críticas de Foucault al capitalismo y la modernidad
Una amalgama de críticas al capitalismo y a la modernidad acompañan los descubrimientos intelectuales del autor francés. Es allí donde Foucault se apoyó en la teoría crítica del marxismo como asidero del estructuralismo, aunque no fuera de su agrado que lo catalogaran como posestructuralista. A pesar de su temprana muerte, registrada el 25 de junio de 1984 (en el ocaso del siglo XX), sus aportes a las diferentes áreas del conocimiento social y humano son tan vigentes que, en pleno siglo XXI, el control, la vigilancia y el disciplinamiento como dispositivos del biopoder, la biopolítica y la gubernamentalidad se vuelven, cada vez, más complejos para conformar escenarios de resistencia.
El reconocimiento que están adquiriendo sectores tradicionalmente segregados como la comunidad LGBTIQ, grupos que buscan resignificar el concepto de familia, poblaciones étnicas y originarias, comunidades académicas contrahegemónicas, grupos de desempleados, partidos políticos de izquierda, entre otros, responden, en gran medida, a la deconstrucción de la visión moderna, por lo que tanto propugnó Michel Foucault. A los 40 años de su deceso, deseamos que la tierra le sea leve y que las organizaciones sociales y académicas reivindiquen su pensamiento crítico para contradecir y derrumbar los poderes establecidos, las lógicas económicas del capitalismo y modelos enquistados con la modernidad.