Luis García
Hoy, miro otra vez la foto de mi hermano; cada vez lo veo más muchacho. Lo sé, es que me he vuelto más viejo.
Hoy lloro de nuevo como el día que lo mataron, el día más horrible de mi familia, hoy que condenaron al Estado por acción y omisión del genocidio de la Unión Patriótica.
Duele el alma al recordar que este crimen, como muchos más en El Copey, Cesar, y en otras regiones de Colombia, ni siquiera está documentado. Aunque en medio de la huida y el desplazamiento hicimos las denuncias correspondientes, no prosperó la investigación, a pesar de que un paramilitar llamado Jesús Fontalvo, alias “El Pájaro”, declaró quiénes fueron los autores intelectuales del crimen. Un crimen que fue realizado en frente de su esposa y sus cuatro hijos.
Hoy nada aparece, porque el proceso fue trasladado de Barranquilla a Valledupar, donde los Gnecco, señalados como determinadores del crimen (junto a Alfonso Masías y el señor Restrepo, alias “El culón”) tienen gran poder político y económico. Pero el dolor no está solo. Lo acompaña el orgullo de saber que este joven esposo, hijo mayor, padre, y hermano, tuvo el valor de decirles a ellos, a Gnecco, a Macías, y a Restrepo, que ellos mataban la gente de El Copey; se los dijo de frente y con valor, a sabiendas del peligro que representaba ante unos atarbanes, que matan e intimidan cómo único argumento.
Texto escrito en la vispera de la decisión de la Corte Interamericana de Derechos Humanos sobre el caso ‘Integrantes y militantes de la Unión Patriótica vs. Colombia’. VOZ comparte el contenido de la carta con aprobación del escritor.