jueves, diciembre 12, 2024
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Manuel Cepeda, de dirigente juvenil a periodista revolucionario

El 24 de abril de 1970, por orientación del Partido Comunista, se designó al recordado dirigente como nuevo director de la entonces Voz Proletaria. Su trayectoria fue determinada por la reconstrucción de la juventud revolucionaria, la reportería de guerra y la causa internacionalista

Beatriz Guerrero
@laflormasroja

La trayectoria de Manuel Cepeda Vargas se entronca en muchos sentidos con el semanario VOZ, no solo por el obvio hecho de que fue su director por casi dos décadas, sino porque la activa vida política de Manuel comenzó en la lucha por la apertura democrática y la reconstrucción de la actividad de masas del Partido Comunista tras los duros años de La Violencia; mientras tanto, VOZ apareció como órgano de prensa de los comunistas para enfrentar el nuevo momento que se abría tras la caída de la dictadura militar.

A 28 años del magnicidio queremos honrar la memoria de Manuel retomando parte de su actividad periodística durante el Frente Nacional.

La violencia y la militancia

Manuel ingresó al Partido Comunista a principios de la década de 1950, mientras estudiaba Derecho en la Universidad del Cauca. No era un momento fácil para decidir una militancia política en esta organización. Tras el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, las autoridades aprovecharon la situación del orden público para perseguir a los comunistas. Tras la elección de Laureano Gómez, quien intentó implantar en el país un régimen corporativista inspirado en los fascismos ibéricos, el conflicto se agudizó.

La violencia escaló ya no solo por el accionar de una politizada fuerza pública, sino también por el de los grupos paramilitares conocidos como “pájaros”. El suroccidente colombiano era especialmente duro, allí operaba el tristemente célebre León María Lozano, paramilitar conservador oriundo de Tuluá. Además, en el Valle y el Cauca la persecución se expresó en los crueles asesinatos de los líderes comunistas José Gonzalo Sánchez y Julio Rincón.

En 1953 Gómez fue derrocado por el militar Gustavo Rojas Pinilla, quien profundizó la persecución contra los comunistas, desatando una nueva ola de violencia en el campo en zonas como Sumapaz y Tequendama. Pero la intención de Rojas de gobernar sin los partidos tradicionales, marcó su quiebra. En 1957 renunció al cargo, mientras el país se dirigía supuestamente a la democracia. La dictadura fue reemplazada por un acuerdo bipartidista conocido como Frente Nacional, el cual garantizaba el monopolio liberal-conservador sobre el Estado manteniendo la formalidad electoral.

La reconstrucción del trabajo juvenil

En este contexto, los comunistas comprendieron que había que retomar la actividad de masas que impedía la clandestinidad, y para eso crearon la revista Documentos Políticos y el semanario VOZ. Además, se decidió la reconstitución de la organización juvenil del Partido, denominada entonces como Unión de Jóvenes Comunistas.

Los comunistas tuvieron una efímera organización juvenil entre 1932 y 1935, pero esta se concibió más como un frente de masas que como el escenario de formación de militantes jóvenes del Partido. Durante los años de La Violencia, se intentó conformar una organización juvenil, que enfrentó las dificultades lógicas de la lucha clandestina.

Esto cambió con la caída de la dictadura, que abrió la perspectiva de un trabajo político con ciertas garantías democráticas. El Octavo Congreso del Partido, celebrado en condiciones de legalidad en Bogotá en 1958, designó a Manuel para retomar el trabajo juvenil con una organización política comunista, la Unión de Juventudes Comunistas.

Siendo secretario político de la UJC, Manuel comentaba en 1961 las decisiones del entonces Noveno Congreso del Partido, y la importancia de la juventud colombiana, reafirmando la necesidad de orientarla, y especialmente en la necesidad de organizarse para luchar. En ese Noveno Congreso se llamó a impulsar la creación de la Juventud Comunista de masas, que fuese capaz de jalonar las luchas populares en el país y de ganar a los jóvenes para la revolución, todo esto en medio del furor que causaba Cuba y los avances del llamado socialismo real.

Forjando fuerzas en el combate

Así pues, Manuel asistió a la III Conferencia Nacional de los jóvenes comunistas de Colombia, bajo las orientaciones del Noveno Congreso, celebrada en octubre de 1961. La Conferencia mostró un pujante movimiento de unidad que le habría paso a vastos núcleos de la juventud, en las fábricas, en los campos, en las universidades, en los colegios donde los comunistas hacían fuerte presencia, y muchos jóvenes tomaron acción en la defensa de sus intereses comunes. Así vemos que en Colombia no tuvo que esperar al Mayo francés para que se desatara la acción juvenil revolucionaria.

En enero de 1966 Manuel informaba en VOZ sobre la importancia de las tesis del Décimo Congreso para la juventud. Señalaba que la perspectiva trazada por las tesis era la de actuar forjando fuerzas en el combate para derrocar al régimen opresor e instaurar un régimen popular.

El papel de la juventud resultaba trascendental en esta tarea, pues se debía contar con ella para el desarrollo de una organización partidaria vigorosa dentro del movimiento popular. Esto era algo más importante en tanto los comunistas tenían una trayectoria histórica en el trabajo juvenil: como bien lo señaló Manuel en su reportaje, el Partido Comunista tiene el mérito histórico de haber iniciado y sostenido el movimiento juvenil en nuestro país.

El Movimiento Comunista Internacional

En el año 1962, Manuel contaba sobre la posibilidad de la lucha popular, teniendo en cuenta la Segunda Declaración de La Habana, en la que la política intervencionista de la Alianza para el Progreso ponía en peligro la soberanía de los países latinoamericanos.

En un artículo de marzo de ese año Cepeda recordó los escritos de la Primera Guerra Independentista, concebidos por Bolívar, así como los lineamientos de Martí, y por eso señalaba que la revolución latinoamericana nos convocaba a todos los países, por ello la necesidad de organizar a las masas para que respondieran adecuadamente frente a la violencia reaccionaria.

Manuel Cepeda habló sobre los preparativos de la Conferencia Comunista Internacional, donde comentaba cuál sería la posición del Partido Comunista, la cual se guio por el principio de ratificar su apoyo al movimiento comunista internacional.

Frente a ello, el Partido sostuvo reiteradamente la urgencia de celebrar la conferencia mundial, la cual, por motivos de la situación mundial, tuvo que ser postergada varias veces, incluida la sesión preparatoria realizada en Budapest, debido a que dos meses antes las tropas del Tratado de Varsovia ingresaron a Checoeslovaquia en el año 68. En medio de las tensiones, la conferencia quedó de realizarse en Moscú, el siguiente año.

De tal forma, la delegación del Partido presente en la sesión de Budapest fue enfática en afirmar que los comunistas colombianos estaban decididos en no aplazar más tal encuentro, ya que se trataría de la reunión donde todos los trabajadores del mundo convergerían y se tocarían temas tan importantes como la creciente agresión del imperialismo y su política.

La dirección de VOZ

Manuel Cepeda llegó al país en el año de 1970, luego de pasar una temporada en Checoeslovaquia junto a su familia, representando, entre otra de sus tareas, a la revista Problemas de la Paz y el Socialismo. Estando ya establecido en Colombia, se reintegró al trabajo de la dirección general.

El 24 de abril de 1970 y por orden del comité ejecutivo central del Partido Comunista se designó a Manuel Cepeda como nuevo director de VOZ Proletaria, remplazando así al compañero Joaquín Moreno Díaz, quién había asumido el cargo con anterioridad. Se iniciaba así una nueva etapa en la vida de Manuel y del periódico, siendo la década de 1970 un momento en que se buscó la unidad de acción de la izquierda y el movimiento popular.

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