viernes, abril 19, 2024
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Ludwig Andreas Feuerbach, el hombre que dio muerte a Dios

Marx y Engels fueron influenciados, en su formación, por el gran pensador de Landschut, que no sólo criticó la religión, también fue historiador de la filosofía y un hegeliano de izquierda de mucha importancia.

Ludwig Andreas Feuerbach 1804-1872.
Ludwig Andreas Feuerbach 1804-1872.

Hernan A. Ortiz Rivas

Feuerbach pertenece al siglo XIX europeo (1807-1872), periodo de florecimiento de la cultura occidental, especialmente en su patria alemana, donde las ciencias, artes, letras, filosofía, tuvieron un gran avance impulsado, por la consolidación del capitalismo, en todo el continente, y al advenimiento de la cultura burguesa inspirada en las revoluciones de Francia, Estados Unidos, los territorios de América del centro, el Caribe y el Sur. En este contexto histórico irrumpen grandes científicos y filósofos, entre los últimos Hegel, Schelling, Fichte, Marx, Engels, Nietzsche. Allí también figura Feuerbach, emparedado en medio de ellos, sin gozar del prestigio de los citados, como figura “menor”, sin serlo, puesto que es un filósofo de alta alcurnia cultural.

Feuerbach

Es cierto que Feuerbach no puede ubicarse al mismo nivel filosófico de los citados pensadores; sin embargo, como reconocen Marx y Engels, los dos fueron influenciados, en su formación, por el gran pensador de Landschut, que no sólo criticó la religión, también fue historiador de la filosofía y un hegeliano de izquierda de mucha importancia. Afortunadamente dejó a un lado la teología para dedicarse al estudio filosófico. Su consigna juvenil era: “no creer, sino pensar, no teología, sino filosofía”. Desde su mocedad tuvo al ser humano como centro de sus reflexiones, desbancando a Dios, que fue su primer pensamiento; la razón, el segundo; el hombre, el tercero.

La antropología está por encima de la teología, como el ser humano está por encima de Dios. Feuerbach decía: “El propósito de mis escritos y… de mis lecciones es convertir a los hombres de teólogos en antropólogos, de teófilos a filántropos. Mi propósito no es en modo alguno meramente negativo, sino positivo; yo niego únicamente la esencia aparente y fantástica de la teología, para afirmar la esencia real del hombre”.

Antes de sus obras sobre religión, Feuerbach elabora su tesis doctoral de 1828, enviada a su maestro Hegel, con el título: La razón, única, universal e infinita. Publica dos años más tarde un ensayo significativo: Pensamientos sobre muerte e inmortalidad, donde ya sostiene que Dios y la inmortalidad son farsas creadas por los humanos. La inmortalidad es una afirmación irreal e indeterminada, la muerte es una negación que se niega a sí misma.

A la falacia cristiana de la muerte del cuerpo y la inmortalidad del alma, Feuerbach responde que cuando la primera llega acaba con todo: lo corporal y lo espiritual. El ser humano y la muerte no se encuentran, por eso no debe temerse a la segunda. Cuando aparece se van las dos del mundo, con la idea de Dios creada por el primero, cuya tumba ha sido edificada por el hombre. Dios solo existe en la mente humana, no en la realidad.

La esencia del cristianismo

Desde inicios de 1839, Feuerbach trabaja en la redacción de su obra cumbre: La esencia del cristianismo, que termina a los dos años, para publicarse en 1841, después de haber cambiado varias veces su título y querer que sea una edición anónima, como la obra citada antes; pero aparece con la denominación indicada y su nombre. Desde la presentación de la obra, Feuerbach precisa su pensamiento clave: “el secreto de la teología es la antropología”. En el estudio de la religión, lo significativo no es Dios, sino el hombre, como creador y sepulturero de la divinidad. La religión en toda su complejidad, misterios, secretos, mandamientos, ritualidades, es un producto humano.

El hombre crea a Dios, como dice la antropología, no Dios crea al hombre, según la teología, tesis que aceptan tanto Marx como Engels, casi sin reservas, salvo en las consecuencias teóricas que Feuerbach propone de esas tesis, que se quedan a mitad de camino, sin vincularlas a la lucha revolucionaria. Más aun, para Feuerbach, el amor es la relación más importante entre los humanos, la fuerza de mayor significación, tesis que no resiste la menor crítica por su contenido idealista ingenuo, candoroso, inapropiado en un filósofo de la importancia de Feuerbach, tesis que produjo una sonrisa a Engels. A pesar de esto, para su tiempo, la filosofía de Feuerbach es, como dice Lukacs, “la forma conceptual suprema de la democracia alemana”.

Para concluir, cabe decir que Feuerbach fue teólogo y filósofo, creador de una antropología que mata a Dios para exaltar al ser humano, por medio de una crítica radical de su maestro Hegel. La religión divide al ser humano, lo separa con la farsa del cuerpo distinto del alma, contrapone la humanidad a la divinidad. La primera es imperfecta, temporal, pecadora, finita; la segunda, magnífica, eterna, todopoderosa, santificada. Por esto, hay que sustituir la teología por la antropología, a Dios por el ser humano, con el fin de engrandecerlo, de ubicarlo como principio y fin de la vida, la sociedad como extensión de la naturaleza pensante. Se debe, pues, dar muerte a Dios, para que resucite el hombre.

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