Hace poco leí un libro sobre partos de crías humanas en Colombia¹. Bellos relatos, aunque también algunos desgarradores sobre experiencias singulares de parir. Pero conforme me iba sumergiendo en las páginas que devoré con avidez y deleite estético, se incrementaba un sentimiento de desazón
Diana Milena Patiño Niño
Al llegar al final del texto, ese sentimiento se transformó en rabia. Quise entender de dónde emergía y, poco a poco, fui entreviendo un resentimiento que la marcha del 1 de mayo me permitió anudar en forma de razones.
Esa rabia tenía una fuente: el libro mostraba la posibilidad de tener partos mágicos, humanizados, respetuosos o sanar los que fueron mal, sin reconocer que esto es posible para muy pocas personas, por la enorme desigualdad que hay en Colombia.
La opción de elegir
Si bien en el prólogo hay un breve reconocimiento del privilegio de las experiencias de partos mágicos contados, y a pesar de que hay narraciones de casos de violencia obstétrica, no se explicita que en nuestro país “elegir” un parto mágico no es un privilegio menor. Esta “elección” es posible por tener acceso a capital cultural (que viene del material) y capital contante y sonante (es decir dinero).
Colombia en el 2022 promulgó la ley 2244 de parto digno, respetado y humanizado “por medio de la cual se reconocen los derechos de la mujer en embarazo, trabajo de parto, parto y posparto”. Como tanta ley en el país se quedó en el papel. Por eso, muchas enfermeras de los cursos psicoprofilácticos que brindan las EPS, aunque mencionan la ley, no dan información suficiente ni reconocen que en el 99 por ciento de los casos esta no se cumple.
Un parto humanizado puede considerarse un saber que tenemos inscrito en el cuerpo. Sin embargo, anudarlo, demandarlo y conseguirlo en contextos urbanos en nuestro país es otra cosa. Si se tiene la fortuna de haber accedido a ese saber de forma más profunda en cursos pagos, doulas que también cuestan, o libros principalmente en inglés, en el estado actual de cosas en Colombia es necesario tener bastante dinero, o bien para poder llegar a las obstetras afables al parto humanizado, o bien a ciertas parteras en contextos urbanos.
El neoliberalismo castra lo mágico
Para ponerlo en perspectiva: en Bogotá hay, en estos momentos, dos obstetras amigas del parto humanizado que sólo atienden por póliza. De acuerdo con cifras del DANE, en Colombia 1,6 millones de personas tienen medicina prepagada y, aproximadamente, 226.000 tienen póliza de salud, en un país con casi 52 millones de personas. Por su parte, un parto en casa, con una partera certificada es un servicio que no baja de un salario mínimo legal vigente, SMLV, en contextos urbanos, pues se paga un acompañamiento previo y muchas veces posterior.
El asunto clave en esto, que tampoco se nombra en el libro, es que en Colombia el parto ha sido cooptado por las instituciones del sistema, las EPS y con ello las clínicas y hospitales, pero también las personas que hacen vivir esas instituciones ─personal de salud y administrativo, dentro de un sistema de salud neoliberal y patriarcal.
Podría parecer bueno que haya una suerte de acceso garantizado para la atención de los partos, pero como estas instituciones hacen parte de un sistema de salud viciado, redunda en violencia hacia las personas gestantes.
En efecto, los partos en contextos urbanos, en tanto parte de un paquete de procedimientos médicos-hospitalarios, se hacen con el objetivo de maximizar tiempo con el objetivo de que el parto sea rápido y personal, que el personal médico y de enfermeras no se demoren, lo cual significa maximizar el dinero de las instituciones que componen el sistema de salud. Esto lleva a que, por ejemplo, se apresure el proceso a través de medicamentos o intervenciones sin consentimiento e incluso a cesáreas no necesarias.
Luchar por partos maravillosos
Que el patriarcado esté en la médula de esas instituciones hace que las mujeres (sin pensar en las personas no binarias que son sujetas de otro tipo de violencias) seamos tratadas como seres a quienes hay que regular, guiar y “poner en su lugar”; casi cercanas a los animales.
Se entiende que no todos los libros deben tratar de todo, pero dado lo anterior debería haber al menos un reconocimiento de lo viciado del sistema de salud y la profunda inequidad que permite unos pocos partos maravillosos.
Porque no basta con tener la voluntad de querer un parto hermoso. Se necesita de una profunda transformación social e institucional (reforma del sistema de salud) y eso se conquista en la calle, hombro a hombro, alzando nuestras voces por condiciones más dignas de vivir.
1 Consuegra y Hernández 2024. Partos, Laguna Libros.