Gabriela Moncau y Pedro Stropasolas
(Resumen Latinoamericano)
En São Paulo para presentar su nuevo libro, Más allá de la piel (Editora Elefante), la filósofa italiana Silvia Federici, una de las pensadoras y activistas más influyentes del feminismo anticapitalista, consideró que los movimientos contra la desigualdad de género “más poderosos del mundo” se encuentran actualmente en América Latina.
Citando las luchas de campesinos e indígenas por el territorio, el movimiento Ni una menos en Argentina y las interpretaciones feministas del endeudamiento como una de las formas contemporáneas en que el capitalismo confisca el tiempo futuro, Federici destaca que el principal desafío de las luchas actuales es que están relacionadas con cambios materiales en las condiciones de vida.
De tradición marxista autónoma, la italiana de 81 años es autora de El punto cero de la revolución, su obra más conocida. En él, Federici examina cómo la transición al capitalismo mecanizó vidas para el trabajo y, a través de diferentes formas de coerción, impuso específicamente a las mujeres la transformación de sus cuerpos en objetos sexuales y máquinas reproductivas.
En Más allá de la piel, Silvia centra su análisis en el cuerpo, que sostiene es “la esfinge a interrogar y sobre el cual será necesario actuar en el camino del cambio social e individual”.
Cambiar la condición material de nuestras vidas
“Por supuesto, siempre tenemos opciones en todo lo que hacemos. Pero la forma en que se utiliza el concepto de performance da la idea de que la decisión de interpretar el género es algo voluntario. Esto no refleja que el género defina formas muy específicas de expectativas que restringen completamente la vida y las elecciones de las mujeres”, dijo a Brasil de Fato.
“Si queremos cambiar la condición de las mujeres de manera significativa, tenemos que cambiar la condición material de nuestras vidas. Así que no necesitamos simplemente tomar decisiones diferentes. Tenemos que crear un mundo diferente”, resume.
En conversación con Brasil de Fato en el hotel donde se hospedó en la capital paulista, Federici planteó las razones por las que considera que el movimiento feminista dio protagonismo al cuerpo. “Tal vez porque las mujeres se dieron cuenta de cómo sus cuerpos eran apropiados, expropiados por el Estado, de maneras más invisibles y profundas que los cuerpos de los hombres”, explicó. “La forma en que vivimos esto está completamente organizada, estructurada e introyectada por las relaciones de poder”, describe Silvia.
Cambió el concepto de cuerpo
“Creo que el movimiento feminista aportó esto a la lucha por la revolución. Por tanto, realmente revolucionó el concepto de cuerpo como ningún otro movimiento lo había hecho jamás”, destaca.
Es común que las luchas contra la opresión racial o de género sean etiquetadas como “identitarias” y sectores de la izquierda las vean no sólo como separadas, sino como menos importantes que la “lucha de clases”. ¿Cómo ve esta cuestión de identidad?
–Para mí, la cuestión de la identidad está profundamente arraigada en los procesos históricos y en la organización social de nuestras vidas. Por ejemplo, el trabajo es una identidad. Por tanto, la identidad no es algo abstracto. Está formado por expectativas sociales, por el trabajo, por la geografía, por condiciones que en realidad están arraigadas en toda una textura política y económica. Esta es también la razón por la que no podemos cambiar nuestra identidad sin cambiar nuestra condición material en la vida.
Por ejemplo, el movimiento feminista transformó la imagen de las mujeres como sirvientas de los hombres, que tienen que ser madres para ser aceptadas socialmente, que se sacrifican, que tienen que poner sus necesidades al final.
Lucha contra el encierro
Este cambio de identidad vino también de la lucha contra el encierro y la devaluación del trabajo doméstico. Con la idea de que es una forma de producción: el trabajo doméstico en realidad produce trabajadores. Entonces creo que así fue como ocurrió el cambio.
En esta discusión sobre el uso de la categoría “mujer”, usted sostiene que “la negación de la posibilidad de identificación social o política es un camino hacia la derrota”, ¿verdad?
-Sí, verás, la forma en que mi madre pensaba sobre la mujer como identidad es muy diferente a la forma en que yo la percibo, debido a la lucha que tuvimos. Pero la lucha no es sólo cambiar una identidad en abstracto, sino cambiar la identidad a través de la transformación de nuestras condiciones materiales de vida.
Al respecto, considera que, en parte, el movimiento feminista no logró conectar la lucha por la legalización del aborto, por ejemplo, con las condiciones materiales de vida de las mujeres, ¿no?
-Sí, en parte. Creo que ha habido un cambio tremendo con la posibilidad de tener derecho al aborto en muchas partes del mundo. Es una gran victoria. Sin el movimiento feminista no tendríamos este derecho. Asimismo, no hubo suficiente lucha por el derecho a ser también madres.
A mediados de los años 1980, vimos el movimiento social por la justicia productiva en Estados Unidos. En su mayor parte, se trataba de un movimiento de mujeres afrodescendientes a quienes históricamente se les había negado la maternidad. Desde la esclavitud y durante siglos. A estas mujeres se les negó la maternidad no sólo por la esterilización, sino también porque no tenían los recursos para criar a sus hijos. Así, las mujeres negras desafiaron el movimiento feminista y la idea de que el derecho al aborto es una opción. Dijeron que esto es sólo parte de la elección. Elegir es poder decidir: ¿quiero tener hijos o no?
¿Cómo ves el movimiento feminista hoy?
-Hay movimientos feministas. Es muy evidente que los movimientos feministas más poderosos del mundo hoy están en América Latina. Son movimientos que entienden muy bien que no es posible cambiar positivamente la condición de las mujeres si no cambiamos esta sociedad regida por el capitalismo, la colonialidad y el racismo.
Hay ejemplos en Argentina, México y Brasil. Vemos movimientos feministas, por ejemplo, logrando conectar cuestiones relacionadas con la destrucción ecológica con movimientos anticoloniales.
También están desarrollando una lectura feminista de la política económica, como, por ejemplo, desde el Banco Mundial y el FMI, el uso de la deuda para crear nuevas formas de esclavitud con medios financieros. Eso es lo que están haciendo las mujeres en Argentina hoy.96**
¿Qué otras experiencias concretas puedes citar, pensando también en los principales desafíos que enfrentan los movimientos feministas hoy?
-Creo que hay muchos procesos que son nuevos en comparación con los años 1970. Actualmente hay muchas formas de feminismo popular en África, América Latina y Asia.
En las últimas dos décadas, hemos visto el surgimiento internacional de un movimiento muy poderoso de trabajadores domésticos, predominantemente inmigrantes, que han vuelto a poner sobre la mesa la cuestión del trabajo doméstico, el valor de este trabajo, el hecho de que mantenga la sociedad en funcionamiento. Existe en España una organización llamada Territorio Doméstico cuyo lema es: “sin nosotras, nadie se mueve”.