Nils Ostrovski
Luego de la realización en Ginebra del Foro Mundial sobre los Refugiados 2023 (GRF) convocado por la ONU los días 13 al 15 de diciembre, se conmemora este lunes 18 el Día Internacional del Migrante. Para un país como Colombia, de migrantes y particularmente de migrantes forzados, la fecha invita a una reflexión, especialmente dentro del marco del proceso de cambios democráticos que se pretenden en el actual gobierno y con énfasis en el campo de una política externa adecuada para la atención y solución de las necesidades de la comunidad colombiana en el exterior.
El informe del Alto Comisariado de la ONU para Refugiados publicado en junio de este año señala que hay 110 millones de refugiados y desplazados en el mundo. Colombia ocupa el segundo lugar en número de desplazados con una población afectada, tan solo en el 2022, de más de 214 mil personas. En el mismo año, 81.225 connacionales solicitaron refugio. Vale decir que 79% de los pedidos fueron rechazados.
La vida de los refugiados, exiliados, migrantes forzados y víctimas en general del conflicto colombiano, en los países en los cuales residen, nunca ha sido fácil. Pero los tiempos actuales muestran un retroceso en las políticas destinadas a los refugiados, especialmente en Europa y Estados Unidos, donde la extrema derecha acusa a los migrantes de ser los culpables del desempleo.
En Francia, por ejemplo, el proyecto de ley presentado por el Frente Nacional de Le Pen consiste en facilitar las expulsiones y elegir, quien debe quedarse en su territorio. Igualmente, algunos países latinoamericanos carecen de voluntad política para admitir la presencia de migrantes de países vecinos o manifiestan intenciones de establecer requisitos para reducir los derechos sociales, como la educación y la salud. En los peores casos, de extrema vulnerabilidad, se les considera absurdamente “personas ilegales” o “fugitivas” y no seres humanos con derechos.
Siendo claros y honestos, los refugiados son víctimas directas de la militarización y la guerra. Constituyen la muestra más dramática, con rostro humano, de la manera como las potencias del sistema internacional buscan de manera agresiva, resolver los conflictos internacionales, regionales y locales, así como de la ausencia de diálogo y soluciones políticas a la conflictividad social. Cada hombre o mujer refugiada arrastra consigo una historia de violencia y persecución. Por eso, la comprensión del tema del refugio está íntimamente ligada a la búsqueda de la paz, de la efectividad del derecho a la vida y a la dignidad humana.
En Colombia, es urgente poner en marcha el Sistema Nacional de Migraciones y la Mesa Nacional de la Sociedad Civil para las Migraciones como un escenario para la participación ciudadana de la cual deberán surgir iniciativas importantes. Al tiempo, se debe reforzar el papel de la representación de la comunidad colombiana en el exterior en la Mesa Nacional de Victimas, el Consejo Nacional de Paz y en los diálogos para la Paz Integral.
Ante desafíos de tamaña envergadura, la unidad de los actores políticos, plataformas y organizaciones del conjunto de la nación colombiana fuera de las fronteras, es una necesidad urgente, que debe reflejar un esfuerzo colectivo para avanzar a la conquista de objetivos comunes, como el reconocimiento del exilio como hecho victimizante y el respeto a la memoria histórica, la verdad, la justicia, la reparación y el retorno con dignidad.