Los índices de pobreza se reducen bajo el gobierno progresista y democrático del Partido de los Trabajadores en Brasil. Eso está en disputa por el reacomodo de la derecha en ese país
Hernán Camacho
La elección más disputada en la historia del Brasil será la que le entregará la presidencia el próximo 26 de octubre a Dilma Rousseff, por cuatro años más, o a Aécio Neves, el candidato de la derecha y favorito de los grandes medios de comunicación. Ricardo Alemäo Abreu es el responsable internacional del Partido Comunista del Brasil, quien visitó Colombia y habló con VOZ sobre la disputa que denomina “una lucha de clases”, en la que se juega no solo el futuro de Brasil sino la correlación de fuerzas en el continente.
–¿Cómo es el panorama de la confrontación electoral que se avecina?
–Es una segunda vuelta decisiva. Se confrontan dos proyectos de país, dos proyectos de política exterior, dos visiones de América Latina, dos visiones de Estado; por un lado, un proyecto que lleva 12 años con Lula da Silva y ahora con Dilma Rousseff, que es un proyecto de base popular, un proyecto democrático, progresista, donde la izquierda tiene un protagonismo importante sin ser un proyecto revolucionario.
Y el otro proyecto es el regreso del proyecto neoliberal con dos caras: la nueva y la vieja derecha con Aécio Neves y la candidata derrotada en primera vuelta Marina Silva Vaz de Lima, inserta en el Partido Socialista de Brasil, y que es protagonista por ser un instrumento de esa nueva derecha brasileña. Entonces estamos afrontando en el país un ambiente polarizante, pues ahora asistimos a una intensa lucha de clases.
–¿Ese ambiente de tensión es una movida planeada por la derecha desde mucho antes de la contienda electoral?
–Hay una contraofensiva de la derecha en Brasil, que hace parte de esa contraofensiva en el continente que se ha venido fortaleciendo y en el caso de mi país es desde 2013 con movilizaciones de gente espontánea pero que en el fondo eran insinuadas por la derecha contra el gobierno, aprovechando también que los medios de comunicación están con ese bando. Lo que pasa es que esas manifestaciones no calaron pues reclamaban más calidad en la prestación de los servicios públicos y era contra gobiernos locales, por eso no generó lo que esperaban.
Lo grave de ello fue la infiltración de sectores fascistas en las protestas y las agresiones violentas contra la militancia de los partidos de gobierno. Y ahora el país esta dividido e indefinido, pero debemos ganar las elecciones contra todo eso.
–¿Habían sentido ese mismo clima de polarización en otras elecciones?
–En 2010 había una posición pareja en las encuestas y luego Dilma ganó por diez puntos de diferencia. Ahora es más complicado pero creemos que, como en aquel año, será el debate programático el que nos dará la victoria. Pero sin duda será la elección más disputada en toda la historia del país.
–¿La política social del gobierno ha impactado en Brasil?
–Tenemos logros de todo tipo. En cuanto a la política exterior se abrieron relaciones de comercio y alianzas políticas con el sur del continente, Brasil se posicionó de la bandera antiimperialista y logró imponer criterios importantes, el último de ellos la recusación y todo el movimiento diplomático contra Estados Unidos por las escuchas (chuzadas) ilegales de las que fue víctima la presidenta Dilma y el gobierno; no conozco un presidente que cancelara una visita de Estado al país del Norte después de conocidas esas denuncias. Y la política de integración con la creación e impulso del Mercosur, Unasur y la Celac, además del apoyo que se brindó a los gobiernos de Hugo Chávez en su momento y Nicolás Maduro después.
Ya en política interna entramos en la democratización de las fuerzas armadas de Brasil e implementamos un nuevo plan de defensa para un nuevo concepto de soberanía, entendiendo que el enemigo de Brasil está fuera de las fronteras y fuera de la región. Brasil no tiene ninguna dependencia con el Fondo Monetario Internacional.
En términos de democracia durante 12 años se implementó un proceso de consulta de políticas públicas con un sistema de consejos, cabildos y conferencias en las que participaron al menos 20 millones de personas. Eran delegados electos del pueblo desde los barrios, las localidades y los Estados federales para dialogar con los diputados del parlamento electos también por voto popular. Hubo conferencias de salud, de educación, de juventud, sobre derechos de las mujeres, es decir, en todas las áreas de trabajo del gobierno existieron consultas.
–¿Siguen los programas sociales entregando bienestar a los brasileños?
–Sí, los programas que empezaron en el gobierno Lula como Hambre Cero se ampliaron, ahora se llama Beca Familia y consiste en una renta mensual para la jefa de familia con el objeto de mantener los hijos en la escuela, atenderlos de forma inmediata cuando estos necesiten atención médica gratuita, y que les sirva también para la seguridad y soberanía alimentaria. Este programa atiende a 50 millones de personas que salieron de la extrema pobreza, sin decir que no hay pobreza en Brasil, porque en 2012 se calculaba como extrema pobreza al 37% de la población, hoy estamos en el 7%.
Pero hay que hacer la claridad: la eliminación de la extrema pobreza no es automáticamente una nueva clase media, no. En cuanto a vivienda, el programa Mi Casa Mi Vida ha construido tres millones de viviendas y sin embargo aún hay un déficit de siete millones de hogares y se espera que en un gobierno más de Dilma se pueda cumplir esa cifra. Y la democratización del crédito para pequeña y mediana empresa ayudó a impulsar el empleo que hizo descender hasta un 5% el desempleo en el país, el número más bajo en la historia.
–¿Qué han logrado los comunistas?
–El Partido Comunista del Brasil es el principal aliado de Lula desde los años 80. Lo acompañamos en tres elecciones que se perdieron antes de llegar a la presidencia. El Partido Comunista del Brasil propuso la ley que aumenta los salarios mínimos de manera gradual y real. Eso hizo que el aumento para los trabajadores llegue en 2012 a un 70% si se compara desde 2002. A eso se suman los derechos conquistados por los sindicatos que se convirtieron en políticas de Estado y no simples reivindicaciones de algunos sectores. Ahora mismo en cuanto a educación se aprobó una ley para que se invirtiera el 10% del Producto Interno de Brasil en ese sector. Una lucha estudiantil decisiva que surge en el seno de la juventud del Partido.
–¿Y en el gobierno?
–Estamos en el Ministerio de Energía y participamos de la política audiovisual de cine brasileño, además de ser autores de una ley que obliga a las programadoras a presentar antes de cualquier material importado producciones locales. Y en el Ministerio del Deporte fuimos los que le propusimos a Lula Da Silva dar la batalla por llevarle al país los dos certámenes deportivos más importes del mundo: el Mundial de Fútbol 2014 y las Olimpiadas de 2016.
Las Olimpiadas y el Mundial son una palanca para la economía del país, para la propaganda del Brasil, para generar una industria turística de la que carecía el país y sobre todo en la cultura de la gente, le subió la autoestima al pueblo por el significado que tiene el fútbol en cada brasileño y se elevó al máximo la hermandad con el continente. Sin desconocer que la izquierda demostró saber organizar este tipo de certámenes.
–¿Qué no se ha logrado?
–Dos reformas importantes: la reforma política y la ley de medios. La razón, no tenemos la mayoría parlamentaria para alcanzar los votos suficientes y hacerlas realidad.