miércoles, julio 16, 2025
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“Lo puedo hacer, lo sé hacer y vine a ayudar”

En su Instagram, se define antes que nada por sus referencias familiares: “Padre, abuelo y esposo”. Luego, se presenta por su servicio público y la medicina: “Médico, defensor de la sensatez y del Buen Gobierno, Dr. en medicina, expresidente del Congreso y exembajador en Londres”

Zabier Hernández Buelvas

Roy Leonardo Barreras nació en Cali, en 1963. Es político, profesor y escritor de ensayos y poesía. Ha sido docente de antropología médica, representante a la Cámara, senador y presidente del Senado. Además, integró la delegación del Gobierno en la mesa de negociación con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia – Ejército del Pueblo, FARC-EP.

En el 2021, junto con el ahora presidente Gustavo Petro, lideró la coalición Pacto Histórico ─partidos de izquierda, progresistas y sectores liberales. Fue  uno de los coordinadores de la creación de la lista cerrada que obtuvo la mayor votación en las elecciones legislativas de 2022.

El exembajador conversó con el semanario VOZ sobre varios tópicos de su vida, su pensamiento y la política nacional.

Su historia

En las redes sociales circula un documental titulado “Roy de abajo hacia arriba”. ¿Por qué y para qué un documental sobre su vida?

 Confieso que cuando Ángel Beccassino me propuso escribir un libro sobre mi vida, no lo entendí porque es una vida común y corriente, como la de millones de colombianos. Soy hijo de una madre huérfana. Mi abuelo, Tito Montealegre, era un campesino liberal, asesinado en la vereda El Palo, en Caloto, Cauca, un año después del asesinato de Gaitán. Lo mataron por ser un reclamante de tierras. Esa niña pequeña y huérfana ─mi madre─ cuando ya había muerto mi abuelo, migró a Bogotá. Fue una de los nueve millones de desplazados por la violencia.

Yo soy, con orgullo, hijo de una madre soltera, que me sacó adelante con una máquina de coser. Siempre la he recordado como una heroína. Crecí en el barrio Las Cruces, en Bogotá. Todo esto me hace en absoluto afín a una causa social que es la causa de mi vida. Creo la gente puede salir adelante con su esfuerzo, si tiene la fuerza del corazón para hacerlo.

¿De qué manera esas experiencias han moldeado su visión de país y el proyecto que hoy quiere proponerle a los colombianos?

 Solo vine a conocer al Estado cuando pude entrar a la Universidad Nacional de Colombia. Fue entonces cuando entendí que era posible acceder a un desayuno casi gratis, a un almuerzo en la cafetería y a una residencia estudiantil. Entendí que el Estado sí podía ayudar a la gente a salir adelante, dándole ese impulso inicial.

Yo creo que a mí no tienen que explicarme qué es el hambre, la pobreza y la violencia. Las entiendo, las viví. Siento la obligación moral de hacer todo lo posible para devolverle a Colombia la tranquilidad, la calma, la certeza de que todos tienen derecho a una vida digna.

Estudié sociología en la Universidad del Valle; trabajé en oficios nobles y que, además, disfruté tremendamente: fui taxista, panadero y mesero. Laboré en lo que la mayoría de los colombianos hacen para lograr salir adelante.

Con toda esta historia, cuando por circunstancias de la vida me invitaron a participar en procesos de reparación a víctimas, por supuesto, yo había trabajado como médico en los hospitales públicos; después de haber ejercido 20 años la medicina llegué, en el 2006, a la política electoral de manera tardía y casi por azar, como representante a la Cámara, impulsado por mi labor humanitaria y las denuncias que había realizado por el secuestro de los diputados del Valle del Cauca.

Liberal demócrata

Usted ha transitado por varios procesos y partidos políticos, algo que puede verse como una ventaja o de manera negativa. Sin ánimo de encasillarlo, ¿cómo se definiría usted en términos políticos e ideológicos?

Yo soy un liberal socialdemócrata. Hay que recordar que el progresismo del siglo XIX era liberalismo del partido liberal de entonces, el que defendía a los artesanos, obreros y negros; el que liberó a los esclavos en el siglo XIX.

En aquellos tiempos, también marcados por la guerra ─la misma que vivimos hoy, aunque con sus particularidades─, no se hablaba del progresismo, sino de liberalismo popular. Esa es mi historia: la de mi abuelo, la de mi madre, esa es mi propia vida. Yo logré estudiar medicina gracias a la universidad pública. Por eso, me defino como un liberal demócrata.

¿Se puede decir entonces que usted ha cambiado y ahora está del lado del pueblo?

Estoy seguro de que la inmensa mayoría de los lectores de VOZ tiene una profunda identificación ideológica y entenderá perfectamente lo que voy a compartirles. La gente cambia ─para bien, otras para mal─ y, en mi caso, lo he hecho para bien. Cambiamos de trabajo, de casa, de ciudad, incluso de país. Hoy hay diez millones de compatriotas fuera de Colombia, que salieron por culpa de la violencia o del hambre, en busca de nuevos caminos.

Las personas cambian en su búsqueda por un futuro, por un destino. Yo he cambiado, siempre guiado por un objetivo fundamental: devolverle al país lo que me dio. Me brindó la oportunidad de salir de un barrio popular, de una familia campesina desplazada, de formarme como médico y de tener una vida digna. Eso mismo quiero para los demás. Lo puedo hacer, lo sé hacer y tengo la voluntad para ayudar. Quiero contribuir a cerrar las heridas sociales y a trabajar para que Colombia sea un país viable. Los muertos no tienen ideología, lo que queda en sus familias es dolor. Al final, todo colombiano busca lo mismo: una oportunidad para salir adelante.

Paz, izquierdas y progresismos

¿Cuál fue su papel en el proceso de paz en Colombia?

Primero, me mucho ocupé de la Ley de víctimas. Me preocupa la situación de las víctimas del conflicto en mi país, por eso participé de lleno en la construcción y desarrollo de esta Ley. Luego, lo hice en el Marco para la paz.

Viajé a Cuba para ayudar en los Acuerdos de paz con las FARC. Me concentré en lograr la firma del Acuerdo de paz, en defenderlo y trabajar en la creación de las instituciones para la paz. Me comprometí con hacer posible la verdad sobre fenómenos terribles, como el paramilitarismo y los crímenes de agentes del Estado, todo ello con el propósito de que en Colombia se lograra la no repetición de crímenes en la guerra.

¿Cuál es su concepción de la izquierda y el progresismo?

Las izquierdas en el mundo ─en particular las izquierdas europeas─ perdieron de vista el sujeto emancipador. Muchos obreros quisieron ser clase media, dejaron de sentirse obreros. Ante esto, la izquierda miró hacia otros grupos minoritarios que merecían su voz y su respaldo: el justo reclamo popular del racismo, de la discriminación étnica, de género.

El feminismo emergió con fuerza ante una sociedad patriarcal, machista, que se impuso durante dos mil años, que tuvo a las mujeres increíblemente durante veinte siglos o más encerradas y dominadas. Solo en las últimas décadas, ellas empezaron a ganar sus derechos, y aún falta mucho por hacer para cerrar la brecha de género.

Colombia es el tercer país más inequitativo de la tierra. Frente a este hecho, el gobierno de Gustavo Petro lo que ha asumido es la lucha contra esta inequidad,  y eso es algo que nadie puede desconocer. Los lectores de VOZ lo comprenden bien: lo que se está haciendo es recuperar el sujeto emancipador.

Cuando nuestro gobierno del cambio levanta la bandera de la reforma laboral para devolver a los trabajadores colombianos las horas extras, los dominicales, los nocturnos, está dirigiéndose al trabajador, al obrero, al hombre y a la mujer que madrugan cada día para sacar adelante a sus familias. Este es el sujeto emancipador original y que merece una vida digna que, a su vez, con su esfuerzo, la brinda a su familia. Esto es ser de izquierda.

A mí nunca me pagaron horas extras ni nocturnas cuando fui taxista, ni tampoco cuando trabajé en los hospitales públicos. Era, en la práctica, trabajo casi que gratuito. Nosotros hoy entendemos que la única manera de tener una vida digna es tener un salario digno, un trabajo digno y educación de calidad para las nuevas generaciones. Ese el programa de la izquierda.

Sostener y avanzar

Los indicadores y las cifras muestran avances exitosos del actual Gobierno en su lucha contra el desempleo, la pobreza y el hambre. ¿Cuál es la propuesta para mantener esos logros y avanzar en la profundización de las reformas, con economía sana y orientada a la inversión social?

Lo primero que debe señalarse, con toda claridad, es que durante décadas se construyó la siguiente narrativa: si se pagaba al trabajador salarios justos se destruiría el empleo y que, por tanto, era necesario recortar los derechos laborales. Esto fue lo que se hizo durante 30 años, cuando se recortaron los nocturnos, los dominicales, las horas extras. Mintieron, pues les quitaron esos derechos a los trabajadores y, aún así, no se generó empleo.

En cambio, ahora, después de incrementar el salario mínimo ─como nunca antes se había subido─, el empleo mejoró, el desempleo bajó y la inflación también se controló en medio de grandes dificultades fiscales.

Es importante recordar que el gobierno de Gustavo Petro recibió una deuda de cien billones de pesos ─cien millones de millones─ heredada del gobierno anterior, producto tanto de la pandemia como de la irresponsabilidad de haber aplazado el pago al Fondo de Estabilización del Petróleo, lo que acumuló una deuda tremenda, que el gobierno del Pacto Histórico asumió con responsabilidad. A pesar del enorme hueco fiscal que se generó, los avances han sido significativos.

La inclusión social en este Gobierno ha sido muy importante. El hecho de que, por primera vez, haya sido nombrado un negro embajador en Washington, una indígena embajadora en Naciones Unidas, no son hechos fortuitos; son símbolos de una Colombia incluyente, como la que todos merecemos. Al tiempo, se ha logrado mantener una economía sana, aunque quieren negarlo pese a la evidencia. Desde el centro liberal socialdemócrata, apoyamos, acompañamos y aportamos a esta política del presidente.

Tenemos la obligación moral de cerrar la brecha social y de entender que este país inequitativo no aguanta más. Hay personas cuyos reclamos son justos, y es deber del Estado responder a ellos.

¿Hubo una catástrofe económica como predijo la oposición?

En la pasada convención de Asobancaria, los banqueros reconocieron que el año anterior recuperaron sus carteras; hoy la gran mayoría presenta carteras sanas, ya no están en rojo. Además, tienen un prospectivos de crecimiento enorme en este gobierno progresista.

Por supuesto, hay que decir también que sin empresariado, sin emprendimiento, sin gente que le apueste a abrir su negocio, su comercio todas las mañanas, no hay empleo. No puede haber un Estado enemigo de la empresa privada y de quienes generan empleo. Y eso quiero decirlo con claridad en estas páginas de VOZ.

Propuestas

¿Cuál es su propuesta económica y programática?

Colombia tiene una oportunidad enorme. Su gran reto es la productividad. Tenemos un potencial, está todo por desarrollar. La agroindustria tiene la capacidad para convertir en exportadora de alimentos al mundo, al igual que la economía campesina, popular y familiar. En turismo todavía podemos crecer. Colombia está en el centro de América Latina, por lo que puede ser un eje de distribución para las demás capitales del continente. Para lograrlo, hay que desarrollar los puertos y las vías férreas.

Colombia está sobre un mar de cobre y de minerales energéticos de transición. No los explotamos, tenemos la riqueza enterrada y la nevera vacía. Hay que sacar los minerales de transición energética y venderlos, es decir, hay que hacer minería responsable sin fanatismos.

Somos capaces de desarrollar la vivienda como un motor de la economía. Hoy, diez millones de colombianos en el exterior representan la segunda fuente de divisas del país. Se aprovecha de manera desordenada porque nadie les ofrece líneas de crédito especiales para que compren su vivienda en Colombia. Tampoco se les ofrece exenciones, por ejemplo, del impuesto predial retroactivas o condiciones de crédito en la banca pública que les permitan invertir en Colombia mientras ganan en dólares o en euros.

Hay mucho por hacer, pero nada de eso será posible sin una Colombia unida, en paz y segura. Aprovecho para decirles a los directores de Bolsa que ha sido un error histórico creer que la seguridad es un asunto exclusivo de la derecha. Un país justo, con vida digna para todos, tiene que ser un lugar donde se proteja la vida. 

¿Qué piensa de la rebeldía y la movilización popular?

No ha habido una sola reivindicación de derechos en la historia que no haya sido lograda gracias a la movilización pacífica. De manera que la movilización y rebeldía que resultan necesarias deben respetarse, pero tiene que ser respondida por gobiernos que sean capaces de enfocarse en cerrar las brechas sociales, sin perseguir a nadie, sin odiar a media Colombia, sin dividir al país.

Todo extremo que pretenda gobernar dividiendo al país en el 2026, condena a Colombia a más violencia y a cuatro años perdidos para la economía.

¿Cuál es su visión y qué propuestas tiene para abordar el problema de la inseguridad?

A nadie le gusta que le quiten lo que tiene, empezando por la vida o algo tan cotidiano como un teléfono móvil. La diferencia es que, si se lo roban a una persona rica, puede comprarlo ese mismo día. Pero para un repartidor de Rappi, un vendedor ambulante o una manicurista que tiene su teléfono para contactar a sus clientes, pueden tardarse uno o dos años pagando a cuota su teléfono, que es su instrumento de trabajo.

Creo que debemos reconocer que la inmensa mayoría de colombianos son trabajadores honestos y capaces. Sin embargo, hay quienes se han dedicado al crimen, ya sea porque crecieron en la miseria, no tuvieron oportunidades o fueron atrapados por las economías del crimen. Hoy, muchos de ellos se levantan a asaltar, atracar y hacer daño ─incluso a matar. Esto es supremamente doloroso, pero debemos reconocer que tenemos una cultura de la muerte, derivada de la maldición del narcotráfico.

Colombia necesita recuperar la cultura de la vida; matar no se vale bajo ninguna circunstancia. Uno de los grandes logró del Acuerdo de paz del 2016 ─gracias al cual Gustavo Petro pudo ser presidente─, es que se dejó completamente claro que no se puede hacer política con armas. Durante 60 años, el conflicto armado impidió que la izquierda pacífica y democrática creciera. Por eso, tras la firma del Acuerdo, creció ahora del 3 % al 20 % en la militancia reconocida y mucho mayor en la militancia progresista.

Tenemos reforma laboral y pensional, la reforma agraria avanza por vía ejecutiva. ¿Qué otras leyes serían necesarias para avanzar en el proceso de reformas?

La reforma agraria, quiero recordar, es hoy un mandato constitucional porque fue el primer punto del Acuerdo de paz que yo mismo firmé, en nombre del Estado, con las FARC-EP en el 2016. Es la reforma rural integral, por lo tanto, sí existe un mandato constitucional y legal para su desarrollo. Lo que hay es que ejecutar. No se necesitan más leyes ni más discursos: lo que hay que hacer es resolver los problemas del país. Esto lo digo con toda claridad: con lo que ya tenemos hoy, si uno madruga a trabajar, hacer y a resolver problemas, es posible cerrar la brecha social.

Hay que terminar de resolver la Jurisdicción Agraria porque mientras no se resuelva el conflicto por la tierra, no seremos capaces de garantizar que el campesino sea sujeto de crédito. Pero también hay que impulsar las Zonas Económicas Especiales. El 25 % de la tierra fértil en Colombia solo puede desarrollarse de la mano de la agroindustria, y esto también hay que decirlo con claridad.

¿Entonces no habrá nuevas leyes?

Hay dos normas fundamentales que sí requieren reforma constitucional. La reforma política y la reforma a la justicia. El sistema clientelista colombiano es corrupto desde la base. Se creó un pésimo sistema. En eso se equivocó la Constitución del 91 y luego empeoró con las reformas que siguieron.

La mezcla de la lista abierta con la circunscripción nacional para el Senado, sumada a la ausencia de financiación estatal, terminó generando barones electorales, microempresas electorales, financiación del narcotráfico y de la corrupción de los contratistas. Cada candidato se financia como le da la gana y como puede, incluso cada candidato es enemigo de los miembros de su propia lista abierta. Esto acaba con cualquier identidad ideológica. La proliferación de partidos es una grosería: 50 o 60 partidos no es serio porque no hay propuestas que respondan a las necesidades de los ciudadanos.

La otra reforma es a la justicia. Hay un sistema garantista que los liberales defendemos, pero se convirtió en garantías para los criminales. La gente está aburrida de que el policía se juegue la vida capturando al asaltante, al atracador, y a los dos días este está libre de nuevo asaltando, burlándose del policía humilde que vive en el mismo barrio.

Hay que hacer una reforma al código de procedimiento penal y reformar el sistema penal acusatorio. Ese híbrido que nos inventamos no funciona: no es ni lo uno ni lo otro. La Fiscalía General de la Nación tiene que ser el ente acusatorio, con responsabilidades claras en coordinación con el Ejecutivo.

Usted ha mencionado la importancia de la inversión extranjera en un hipotético gobierno suyo. ¿Cómo y para qué la inversión extranjera?

 Colombia necesita atraer inversión extranjera para desarrollar sus minerales estratégicos y modernizar un sistema férreo atrasado durante centurias. Es importante impulsar ese tipo de inversión. Cuando el presidente Gustavo Petro propuso hacer un canal férreo entre el Atlántico y el Pacífico, no le creyeron; sin embargo, ya lo hizo México, incluso en un tramo más largo. Hay que hacerlo en nuestro país, ahora más, que el Canal de Panamá enfrenta una crisis por el cambio climático en el lago Gatún.

Les dije a los británicos: a mí no me echen el cuento que ustedes, que hicieron un tren debajo del mar para conectar Inglaterra con Francia, el Canal de La Mancha, ¿cómo no van a poder hacer un tren por encima de los árboles? Nosotros somos capaces. Claro que se puede. Seamos prácticos y claros. Por supuesto, habrá que cumplir normas ambientales, pero se necesita convertir a Colombia en el nuevo eje de comunicación interoceánica.

No es ningún delirio, es trabajar, es convertir las ideas en realidad. No se pueden quedar solo en palabras. Gobernar es hacer. Gobernar es ejecutar.

En cuanto a la lucha contra la corrupción, ¿cómo garantizará que ni su campaña ni su eventual gobierno se vean comprometidos en casos de corrupción?

El elector termina votando a cambio de favores o por clientelas, y el elegido termina financiándose por cuenta de la corrupción, de la contratación. Una vez que se abre esa puerta, ya no solamente se financia de manera corrupta, sino que además se enriquece. Por eso, la mejor medida anticorrupción es una reforma política profunda: listas cerradas, garantice la democracia interna en los partidos, eleve el umbral, disminuye el número de partidos y asegure la financiación estatal para los procesos democráticos.

Que se garantice la captura y la condena de quienes se roban los recursos públicos. La Fiscalía y la justicia tiene que superar ese 98% de impunidad. Hay que ser mucho más eficaz en la persecución de la corrupción.

Pacto Historico y Frente Amplío

El pacto histórico acaba de radicar y formalizar la unidad, y prepara una consulta para octubre de este año. Y va a elegir una candidatura presidencial. ¿Cuál es su estrategia para acercarse al pacto histórico y construir ese frente amplio del que se ha venido hablando?

 

Pienso que todos tenemos la convicción de que no podemos volver al pasado que generó esta Colombia como tercer país más inequitativo de la Tierra. Al pasado que generó los 6.402 falsos positivos mintiéndole a Colombia, en una guerra que no se estaba ganando. Al pasado de la concentración del poder en unos cuantos insensibles clientelistas. Al pasado de la concentración de riqueza indolente que se olvida que la mitad de los colombianos ganan menos que un salario mínimo. No vamos a volver a ese pasado.

Y no volver al pasado implica avanzar en las reformas y garantizar que esta propuesta progresista continúe pero continúe en un país unido que le dé garantías a todos y no a medio país. Cuando yo posesioné al presidente Petro el 7 de agosto en el 2022 dije en el discurso que el gobierno debería ser para los 60 millones de colombianos. 50 millones aquí, 10 millones afuera.

La consulta de octubre es la que debe garantizar la unidad de las izquierdas. Y allí debe salir una candidata o candidato de izquierda que vaya luego en marzo a competir en el Frente Amplio con quienes tenemos origen liberal socialdemócrata o con un candidato verde o independiente. Yo espero que esa consulta de octubre tenga éxito y los espero en marzo para sumar, para garantizarle a Colombia un gobierno de centro-izquierda porque sólo un gobierno de centro-izquierda puede garantizar no volver al pasado, avanzar hacia el futuro y ganar la elección del 2026.

No se trata de ganar la consulta, se trata de ganar la presidencia de la República. Y para eso hay que hablarle a las mayorías colombianas, y las mayorías no son de extremos, las mayorías son de centro.

Vimos que Agenda Progresista lo ha nombrado presidente honorario. ¿Qué significa para usted este nombramiento? ¿Y qué significa Agenda Progresista en su proceso político?

Primero es un honor inmerecido porque aquí hay una semilla, una simiente de construcción ideológica de izquierda que yo respeto profundamente. Agenda progresista es un proceso de gente decente e inteligente, de empresarios y emprendedores y es llamativo que se agente que estuvo e incluso aun está en la izquierda. Creo que Agenda progresista va a jugara un papel muy importante en lo que viene, los escucho y acepto este nombramiento como un compromiso por la unidad y por Colombia.

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