Para el capital, los valores de uso no tienen ningún significado, igual producen comida para niños que misiles para la guerra, la decisión solo se toma comparando las tasas de ganancia
Julián Sabogal Tamayo (*)
Hace unos tres mil años, las personas que producían cosas necesarias para reproducir la vida, se independizaron las unas de las otras y terminaron cambiando entre sí productos de sus trabajos. Es decir, los productos de sus trabajos adquirieron la forma de mercancías. Para tener esta forma, los productos deben poseer dos propiedades: ser útiles para satisfacer necesidades humanas y ser cambiables. Muchos siglos después, los economistas clásicos bautizaron esas propiedades: a la utilidad la llamaron valor de uso y a la cambiabilidad, valor de cambio.
Luego Marx descubrió que detrás del valor de cambio se esconde el valor, que es el trabajo humano materializado. En estas dos propiedades: valor de uso y valor está el secreto de la economía de todos los tiempos. Por una parte, la unidad indisoluble de las dos permite la existencia de la mercancía y, por otra, la contradicción entre el valor de uso y el valor está en la base de todos los problemas de la humanidad, incluidas las guerras.
Tendencia a la concentración de riqueza
El valor de uso se puede encontrar en la naturaleza, como el oxígeno que respiramos, o ser producido por el trabajo, mediante el cambio de la forma de algunos objetos naturales. La producción de valores de uso o su obtención de la naturaleza pueden ser limitadas, porque las necesidades humanas fundamentales son limitadas: el estómago tiene una capacidad limitada, por lo tanto, la adquisición de alimentos puede ser finita, la superficie del cuerpo es limitada, por lo que la producción de vestidos puede ser finita, el espacio de la vivienda generalmente puede ser infinito, etc.; es decir, los valores de uso se pueden producir o tomar de la naturaleza en cantidades finitas. La riqueza social es el valor de uso, pero este importa por poseer valor.
Si hablamos del capitalismo, una formación social histórica, debemos tener en cuenta que una de sus características fundamentales es su tendencia a la concentración de la riqueza en pocas manos. Los y las que más dinero poseen, más pueden conseguir y los que tienen poco, poco pueden adquirir; hasta llevar el mundo a la situación actual. De acuerdo con datos de la ONG Oxfam, el uno por ciento más rico del mundo posee el doble de riqueza que el otro 99 por ciento. Al tiempo que cerca de trescientos millones de personas en el mundo enfrentan inseguridad alimentaria aguda, es decir, aguantan hambre.
La experiencia histórica nos enseña que los empresarios capitalistas invierten su dinero en la empresa que produzca mayores ganancias, para el capital los valores de uso no tienen ningún significado, igual producen comida para niños que misiles para la guerra, la decisión solo se toma comparando las tasas de ganancia. Y, a propósito, una de las industrias que producen mayores ganancias es la industria de armas de guerra. Y la condición fundamental, para vender armas de guerra es, obviamente, que haya guerras. Por eso, muy seguramente, las guerras no desaparecerán en el capitalismo. Las guerras son creadas por la industria armamentista con la complicidad de sus gobiernos amigos.
Es decir, los valores de uso pueden ser utilizados para reproducir la vida, como los alimentos, o para causar la muerte, como las armas de guerra. Para la reproducción de la vida, los valores de uso valen per se y, por lo tanto, la producción para la vida es finita porque las necesidades humanas también lo son. En cambio, los valores de uso que producen muerte basan su importancia en el valor, en la cantidad de ganancia que aporten, luego su producción es ilimitada. Es decir, hay valores de uso para la vida y valores de uso para el capital.
Otra cara del mismo problema
Los valores de uso tan esenciales como la técnica pueden ser beneficiosos para el capital y nocivos para el trabajo. Por ejemplo, el internet permitió la deslocalización de la empresa capitalista: la gerencia general de una empresa puede estar en un país, la gerencia financiera en otro país y los talleres de la producción de mercancías se dispersan en distintos países; un obrero de una empresa puede estar en el suroriente de Asia y otro obrero, de la misma empresa, en Suramérica. Este aislamiento imposibilita la organización sindical, que es la única manera para que los obreros defiendan sus intereses.
Otra cara del mismo problema. Se entiende que la relación obrero-capitalista es una relación de explotación del trabajo ajeno, la relación fundamental del sistema; pero muchos trabajadores/as ni siquiera tienen la oportunidad de que los/as exploten, no tienen la oportunidad de trabajar y recibir salario. Su alternativa es conseguir los medios de vida de cualquier manera, son los llamados, eufemísticamente, informales. Por ejemplo, en Colombia, si sumamos los llamados informales más los desempleados estamos hablando del 65 por ciento de las personas que necesitan trabajar; el sistema sólo puede emplear directamente al 35 por ciento de los trabajadores.
La razón es sencilla. La jornada de trabajo de 8 horas en Colombia rige desde la década de 1930. Supongamos que en un siglo la productividad del trabajo se ha aumentado de tal manera que lo que cien años antes se producía en 8 horas hoy se produce en una hora; esto quiere decir que para producir la misma cantidad de valor hoy se requiere un octavo del número de trabajadores que se requerían en la década de 1930. Es decir, el desempleo y la informalidad no pueden sino aumentar, a no ser que se disminuya la jornada de trabajo. Una solución al desempleo y la informalidad sería disminuir la jornada de trabajo en la misma proporción en que aumenta la productividad del trabajo. Pero, el poder del capital impide la disminución de la jornada de trabajo. Por ejemplo, hace doscientos años fue emitida una ley en Inglaterra que fijaba como jornada máxima de 10 horas diarias para los niños menores de 10 años; entonces los capitalistas dijeron que, con esa ley, sus empresas iban a quebrar; lo mismo que siguen diciendo en la actualidad, frente a la posible disminución de la jornada.
La técnica, la máquina y la creación de valor
Otro problema por considerar es el desarrollo de la técnica. Del lado de los capitalistas, el desarrollo de la técnica permite la disminución del valor de la fuerza de trabajo. Esta en el capitalismo es una mercancía que, como tal, tiene valor. La única fuente de valor es el trabajo; la máquina es un ente muerto, luego no puede ser creadora de nada. El salario que recibirá un trabajador mañana es un valor creado con su trabajo en el día de hoy; pero el valor que crea un obrero en un día es mucho mayor que el valor que va a recibir en forma de salario.
La diferencia entre el valor creado por el trabajo y el valor de la fuerza de trabajo es la plusvalía; la relación entre la plusvalía y el valor de la fuerza de trabajo se llama cuota de plusvalía o cuota de explotación. Obviamente, si disminuye el valor de la fuerza, aumentará la cuota de explotación. En otras palabras, la técnica en el capitalismo es favorable al capital, al tiempo que perjudica a los obreros y las obreras.
Tendencia infinita de ganancia y la finitud del planeta
En el mismo sentido, la vida humana es más saludable en una naturaleza lo menos intervenida posible y sólo una sociedad que priorice la producción de valores de uso, puede respetar la naturaleza. Una sociedad que priorice la producción de valores no podrá evitar el colapso ambiental. La razón es clara, la producción de valores no conoce límites y el crecimiento sin límites de la producción, en algún momento, chocará con la finitud del planeta tierra.
El dinero es el valor de cambio de todas las demás mercancías y, en el capitalismo, es la expresión de la ganancia; esta es la forma apariencial de la plusvalía. A diferencia del valor de uso, la ganancia no conoce límites cuantitativos, puede tender al infinito. Por lo tanto, la producción material para obtener ganancia también tiende al infinito y, por razones obvias, en algún momento se va a estrellar con la finitud del planeta.
La contradicción entre la producción ilimitada y el planeta limitado es la causa fundamental del problema ambiental, por lo tanto, la verdadera solución al problema es la limitación de la producción y esto sólo es posible en una sociedad centrada en la producción de valores de uso. En otras palabras, el problema ambiental no tiene solución en los marcos del sistema capitalista.
El reino de la libertad
Ante este panorama, poco halagador, ¿cuál sería el sueño de futuro para la humanidad? Según Carlos Marx, el futuro deseado debe ser el “Reino de la libertad y el reino de la libertad sólo empieza allí donde termina el trabajo impuesto por la necesidad y por la coacción de los fines externos” (Marx, 2015, El capital, México).
El trabajo impuesto por la necesidad es el requerido para producir los valores de uso necesarios para reproducir la vida, cuanto menos tiempo debamos dedicar los humanos para obtener los medios de vida, de más tiempo libre gozaremos. El tiempo necesario para reproducir la vida disminuye con el aumento de la productividad del trabajo, es decir, con el desarrollo de la ciencia y la técnica utilizadas en la producción de valores de uso. En este caso, el desarrollo de la técnica estaría al servicio de la libertad. Tiempo libre es el que podemos dedicar a actividades placenteras: la poesía, la pintura, el juego, la contemplación de los paisajes naturales, etc.
El reino de la libertad no será posible en una sociedad dedicada a la producción de plusvalía. En el capitalismo está dada la jornada de trabajo, y en la jornada el obrero no se pertenece, no tiene vida propia y tampoco tiene posibilidad de disminuir la jornada, a no ser mediante la lucha contra el capital. Y, en estas condiciones, el incremento de la productividad del trabajo no redunda en aumento del tiempo libre para quien trabaja, sino, solamente en aumento de la plusvalía.
El reino de la libertad, por tanto, solo puede buscarse en una sociedad que tenga como fin la producción de valores de uso. Todas las necesidades humanas se satisfacen con valores de uso, se trataría de una sociedad que produce para reproducir la vida, en toda su complejidad. Como la producción de valores de uso es finita, porque las necesidades humanas también lo son, todo aumento de la productividad de trabajo, mediante el desarrollo de la técnica, lleva a disminución de la jornada de trabajo y aumento del tiempo libre. Este es, por tanto, el camino de la construcción del reino de la libertad.