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Lo electoral como proceso y no como simple coyuntura

Valorar lo alcanzado de forma realista y corregir lo que se considere debe ser mejorado es la mejor manera de seguir construyendo el proceso político, proyecto que necesariamente pasa por avanzar en la unidad de los sectores democráticos y de la izquierda revolucionaria.

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Hubert Ballesteros Gómez
Prisionero político integrante del Movimiento Político y Social Marcha Patriótica

Con mucha frecuencia escuchamos decir: “No me interesa la política”. Quienes así piensan no se dan cuenta que precisamente su incultura política es la que permite que seamos gobernados por personas corruptas e inferiores a nosotros. HBG

Una vez pasadas las elecciones, cada fuerza, partido y movimiento político emprende la tarea del balance respectivo. Unos para valorar lo ocurrido y hacer proyecciones a partir de lo logrado y otros intentando hallar explicaciones a los resultados regulares o malos que se obtuvieron. Es algo normal después de un esfuerzo gigantesco, que para unos se ve compensado con el triunfo, pero que para otros significa una gran frustración: un desgaste económico y humano con el cual no se alcanzaron los frutos esperados.

En términos generales esta labor la emprenden todos los que participaron de la contienda electoral, realizándose tanto desde lo individual como en escenarios colectivos. Por su parte los expertos en análisis políticos dedican sus columnas y publicaciones a realizar balances de lo ocurrido en las elecciones, aunque no sean miembros de un partido o no hayan participado directamente de la contienda electoral; para estos balances, es importante saber que los criterios de evaluación son diferentes, así como son diferentes las razones por las cuales tanto individuos como colectivos se involucran en esta forma de la lucha política.

Algo notable en Colombia es que, aunque existan muchos partidos y movimientos políticos, solo podríamos hablar de dos o tres corrientes ideológicas. Un altísimo porcentaje de quienes participan de la lucha electoral conciben esta como un negocio, debido a ello su partido y su campaña son una empresa que les posibilita, de ser elegidos, un rápido ascenso social y económico, siendo que sus cálculos se remiten a cuánto invierte y cuánto ganará en el tiempo que ocupará el cargo para el cual aspira ser elegido.

De este tipo de balance también participan empresas y contratistas particulares que aspiran recuperar con creces los recursos destinados a financiar una u otra campaña. El restante porcentaje, que es menor, lo hace en realidad abanderando un proyecto político, tanto a la izquierda como a la derecha del espectro político.

Otro elemento a tener en cuenta es que quienes están inmersos en un proyecto político no siempre son candidatos ni se involucran de manera directa en estos procesos, por lo que los balances se realizan tanto por los actores directos como por aquellos que por razones económicas, políticas o ideológicas tienen interés en los resultados electorales, en tanto que estos les indican el rumbo que tomaran las políticas públicas y, por supuesto, que tan bien o mal posicionados quedan sus intereses.

Las conclusiones en los balances dependerán de la forma objetiva o subjetiva como se realicen. Seguramente, algunos señalarán situaciones causales que corresponden a la tradición antidemocrática de nuestro sistema político, mientras otros buscaran las razones de sus malos resultados en situaciones circunstanciales.

A mi juicio, el balance en la izquierda debe tener en cuenta elementos tanto externos como internos; entre los externos por supuesto se encuentran los comportamientos históricos de corrupción y violencia frente a los cuales el Estado no sólo se hace de la vista gorda sino que participa de manera directa, como lo prueban la cantidad de anomalías que se presentan antes, durante y después de los comicios electorales.

Dentro de los internos, también se encontrarán elementos causales y circunstanciales que deben ser valorados objetiva y suficientemente si se quiere a futuro conseguir mejores resultados: La dificultad que se presenta para lograr la unidad en este tipo de coyunturas, la aplicación sistemática de las mismas fórmulas y métodos para realizar el trabajo electoral, constituyen una causa casi que estructural de los resultados electorales poco alentadores de la izquierda colombiana.

Definiciones en cuanto a candidaturas, alianzas, convergencias y el poco conocimiento en muchos casos de las dinámicas y mecanismos electorales, junto a decisiones quizás tardías, podrían ser otras de las razones de los pobres resultados obtenidos. Se debe reconocer autocríticamente que las innovaciones fueron pocas en cuanto a la manera de escoger los candidatos, definir las alianzas, y elaborar y presentar las propuestas contenidas en los planes de gobierno, al igual que la manera de adelantar las campañas.

Dentro de las causas estructurales que hacen inviable la democracia en Colombia está la muy bien aceitada maquinaria electoral, que garantiza sí o sí unos resultados que favorezcan los intereses del establecimiento. En ella participa el Estado con todas sus instituciones y en todas sus instancias territoriales.

Como era de esperarse, los anuncios del gobierno nacional se hicieron en el sentido de que “había ganado la democracia”. Sin el menor asomo de vergüenza manifestó días antes de las elecciones que “serían las elecciones más transparentes que se realizarían en las últimas décadas”. Naturalmente nadie le creyó y los resultados en favor de los intereses mafiosos y corruptos dan cuenta de qué tan capturado está el sistema electoral por los grupos que ven en el poder la oportunidad de hacer grandes negocios favoreciendo los intereses del capital privado nacional y transnacional. En síntesis, como es costumbre en nuestro país a lo largo de su historia republicana, ganó la corrupción y perdió la democracia.

El balance de la izquierda no debe ceñirse de manera exclusiva a los resultados obtenidos cuantitativamente; eso sería seguir en el error de ver lo electoral como coyuntura y no como proceso y no es la intención de esta afirmación que se asuma como un elemento que sirva de consuelo de quienes no lograron alcanzar los objetivos inmediatos que se habían trazado, pero, aunque no lo parezca o no nos demos cuenta, la derecha concibe y aborda lo electoral como proceso y no porque, como algunos creen, sea su única forma de lucha política.

Tendríamos que hacer una investigación a profundidad sobre el entramado económico, político e institucional, tanto legal como ilegal, para comprender la dimensión y la importancia que la derecha da a los procesos electorales y cómo trabajan en ello de manera permanente. De la misma manera, obviamente sin copiar sus métodos, la izquierda debe entender que los procesos electorales no inician en el periodo propiamente de la campaña: todo lo que hagamos en la cotidianidad repercute para bien o para mal en los resultados finales.

Una equivocación frecuente es creer que la movilización social es una forma de lucha que no tiene nada que ver con lo electoral. Incluso algunos compañeros lo conciben y lo expresan como una disyuntiva “movilización social o elecciones”. La participación electoral es una de las formas de la lucha de clases, por lo tanto su correcta aprehensión e interpretación nos entregará herramientas para desarrollarla de manera efectiva.

Una evaluación objetiva debe conducir a que no se asuman posiciones derrotistas presentando lo acontecido como una catástrofe política; por supuesto tampoco debe llevarnos a echar las campanas al vuelo, pues los resultados no dan para eso y siguen siendo muchos los vacíos y errores. Es mucho lo que queda por hacer y por corregir; valorar lo alcanzado de forma realista y corregir lo que se considere debe ser mejorado es la mejor manera de seguir construyendo el proceso político, proyecto que necesariamente pasa por avanzar en la unidad de los sectores democráticos y de la izquierda revolucionaria.

Cárcel Nacional La Picota, Bogotá D.C. Noviembre de 2015.

Marcha Patriótica

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