En Yondó, Antioquia, se clausuró el V Campamento Ecológico de la Asociación Campesina del Valle del Río Cimitarra con una declaración política que busca propiciar la protección del territorio, en especial la biodiversidad en la serranía de San Lucas, defender las comunidades campesinas en resistencia e impulsar la implementación efectiva del Acuerdo de Paz
Prensa Rural
Desde el caluroso municipio de Yondó, Antioquia, en la margen occidental del Río Magdalena, se divisa la mole metálica y las chimeneas humeantes de la refinería que sobresale al otro lado de Yuma, como llamaban las comunidades originarias Yariguíes, extintas a sangre y fuego, al río emblemático de la nación.
Ese es el referente visual del puerto de Barrancabermeja, un símbolo de la ciudad, de la región del Magdalena Medio, pero también un modelo de explotación que sin duda trajo transformaciones en la región, pero al mismo tiempo representa también su condena.
Emisiones contaminantes, residuos vertidos sin pudor que corrompen el río que ya pasa herido frente al puerto por la impune contaminación, que desde su nacimiento en el macizo colombiano acometen quienes en sus orillas también se deben a su existencia.
Un río que sigue su curso con la hedionda carga de las aguas nauseabundas con las que la metrópoli capitalina, gracias al modelo de desarrollo que pervierte los recursos y al robo continuado de presupuestos dispuestos para la descontaminación, envenena desde el altiplano andino el caudal de este ser vivo que baña el valle más fértil del país y que se resiste a morir a pesar de la desidia y la inconciencia.
El futuro del Magdalena Medio
Allí, en el tórrido Yondó, donde se siente la humedad penetrante de río, se congregaron los participantes del V Campamento Ecológico del Valle del Río Cimitarra para cerrar esta experiencia que reivindica precisamente la defensa de las aguas, de los recursos y la biodiversidad.
Un cierre que se convirtió en un escenario de reflexión sobre el futuro de esta región, que ha sido impactada por la guerra amamantada por las lógicas extractivistas y depredadoras, el modelo que ha desforestado el territorio para la ganadería extensiva y los megaproyectos de un desarrollismo que, paradójicamente, ha condenado a la mayor parte de la población de este territorio a la pobreza, la violencia y el olvido.
Estos temas fueron parte de la reflexión de más de un centenar de personas provenientes de la academia, ONG, organizaciones sociales y comunidades. La expresión de la diversidad de quienes participaron del campamento se evidencia de sus procedencias.
Asistieron delegados y delegadas del Instituto Universitario de la Paz, Universidad Industrial de Santander, Universidad de Antioquia, Universidad Pedagógica Nacional, Universidad EAN, Universidad Estatal de Hidrometeorología de Rusia, Corporación Nuevo Arcoíris, Defensa Civil de San Pablo, Corantioquia, Acción Internacional por la Paz (IAP), Brigadas Internacionales de Paz (PBI).
Coordinadora Ambiental, Barricada Popular, Los Sin Techo, Festival Resistencia, Fundación Manduco, Siembra tu árbol por la paz, GAIA, Prensa Rural, semanario VOZ, Asodesamuba, Organización Los Manatíes, Red de Mujeres de San Miguel del Tigre, Unión Sindical Obrera (USO), Partido Comunes, Nueva Área de Reincorporación Omaira Díaz, Alcaldía de Yondó.
Las comunidades campesinas de Caño Frío, Alto Cañabraval, Fría Baja, Canaletal, Cerro Azul, Villa Nueva, Monte Carmelo, La Unión, Colinas (San Pablo); Coroncoros, Diamante, Chaparral, Yanacué, La Victoria, Puerto Argelia, La Palua (Cantagallo); San Francisco, Bocas del Don Juan, El Bagre, Caño Tigre, Puerto Nuevo Ité, Puerto Matilde, Campo Vijao, Tamar Bajo, Carrizal, San Miguel del Tigre y La Felicidad (Yondó y Remedios).
Proteger la serranía de San Lucas
Esta pléyade de expresiones sociales y populares reflejan lo que representó la experiencia del campamento, que recorrió buena parte del territorio de la Zona de Reserva Campesina del Valle del Río Cimitarra y la emblemática serranía de San Lucas, un macizo que es el último bosque seco tropical andino del norte del país, un ecosistema fundamental para el equilibrio ambiental hoy amenazada en peligro de extinción.
No es una exageración, ni una preocupación menor, según las conclusiones del proyecto de evaluación de la biodiversidad de los Andes para Colombia, EBA, la serranía agoniza: “En los últimos años, el lugar ha sufrido una catástrofe: una combinación de factores críticos como la desprotección de recursos naturales, el descubrimiento de enormes depósitos de oro y la consecuente contaminación y tala para su extracción, la fumigación con glifosato para erradicar cultivos ilícitos y el desplazamiento forzado”.
El campamento ecológico busca visibilizar esta realidad, sus recorridos precisaban no solo recoger información in situ de la realidad del impacto de desforestación, minería y explotación desordenada de recursos que degradan la cobertura boscosa original de este ecosistema, poniendo en riesgo cientos de especies vegetales y animales que posee la serranía.
Además, reivindicar el papel de las comunidades campesinas que han defendido, además de su derecho a permanecer en el territorio, un modelo de conservación inédito, denominado las líneas amarillas, que demarcó literalmente parte del bosque, garantizando hasta hoy su conservación, en peligro producto por la salida de la extinta guerrilla de las FARC producto del Acuerdo de Paz.
El Estado no ha hecho presencia para garantizar que los acuerdos comunitarios prevalezcan y las dinámicas de depredación se detengan, dejando a su suerte el futuro de la serranía, su biodiversidad y sus gentes.
Declaración política
La realidad de la región y el papel de resistencia de sus comunidades la resume la declaración política del campamento: “Las poblaciones de la Zona de Reserva Campesina del Valle del Río Cimitarra han convivido históricamente en el territorio mediante prácticas agrícolas, ganaderas, pesqueras, madereras y mineras de carácter artesanal, sin embargo, las mismas han sido cooptadas por distintos sectores económicos y grupos armados sustentados en una visión economicista del desarrollo y en una lógica extractivista de los recursos naturales, contexto que ha dado lugar a la generación de daños invaluables a la biodiversidad existente y que ha incidido de manera negativa en la vida social y cotidiana del campesinado producto de las condiciones impuestas por el narcotráfico, corrupción, presencia de cultivos de uso ilícito en tierras fértiles, monocultivo, deforestación y minería a gran escala que se presentan.
“Esto aunado al incumplimiento del Acuerdo de Paz en lo que respecta a la implementación de políticas de sustitución integral de cultivos de uso ilícito, los planes de desarrollo territorial, el acceso a la tierra para el campesinado despojado violentamente de ella, las garantías de protección a quienes ejercemos la defensa de los derechos humanos y las colectividades en general y la justicia bajo las premisas de la verdad, la no repetición y la reparación integral”.
A pesar del sombrío panorama, la clausura del campamento puso al centro las posibilidades de futuro para esta región y sus comunidades. Las delegaciones compartieron sus apreciaciones en un espacio de intercambio de la experiencia realizada en su recorrido y en el panel de cierre se constató que la alianza entre investigadores, procesos de organización y resistencia comunitaria expresados en la Zona de Reserva Campesina, ponen de relieve que hay esperanza para garantizar que se establezca una figura especial de protección para la serranía de San Lucas.
Pero ante todo que se detengan las dinámicas de la guerra enquistadas en el territorio gracias a un modelo perverso que la sociedad colombiana en su conjunto debe superar, para poner al centro el derecho a la vida, el agua, la biodiversidad y el territorio.
Como rezó la consigna del campamento ecológico, que no es nada menos que la lucha para que las comunidades, el oso de anteojos, el puma, el jaguar, el mono araña y la naturaleza que los acompañan… puedan por fin vivir sabroso.