Distintos liderazgos sociales comparten sus experiencias sobre la actual situación económica, política, social y cultural en el departamento
Óscar Sotelo Ortiz
@oscarsopos
Don Euler Guerrero cuenta con precisión los días que faltan para conmemorar otro año más de las históricas marchas cocaleras de 1996. “En Orito nos costaron ocho muertos. Mientras nosotros negociábamos, tiraron una granada en un parque donde estaban los campesinos”, recuerda.
Las movilizaciones comenzaron en julio, duraron más de dos meses y derivaron en enfrentamientos con la fuerza pública. Fueron inéditas porque desde el paro del nororiente de 1988, no se había producido en el país una protesta social de esas dimensiones. Las marchas cocaleras dejaron una huella en todo el sur de Colombia, en especial, en la historia del departamento de Putumayo.
Incumplimiento del Acuerdo de Paz
28 años después de estas negociaciones el Estado nunca cumplió, el conflicto armado continúa y el campesinado de la región sigue sembrando coca. Don Euler, quien es integrante de la Mesa Putumayo por la Vida, no duda en identificar el fracaso de la sustitución de cultivos de uso ilícito, punto esencial de la implementación del Acuerdo de Paz, como la principal problemática en el territorio.
“La gente se acogió voluntariamente al PNIS, sobre todo en Puerto Leguizamón. Pero dos cosas hicieron que el programa fracasara. La primera, la individualización de las personas beneficiarias, truncando la asociatividad que es fundamental para superar las economías ilícitas. Y lo segundo fue el giro a cuenta gotas del recurso prometido. De los 25 millones, hoy el Estado le debe al campesino cerca de 14 millones. La consecuencia es la resiembra, pasando de 28 mil hectáreas a 47 mil hectáreas de hoja de coca sembrada”, afirma el líder social.
Del diálogo con el Frente 2 y 48 de las Farc, surgió una división particular. Los que negociaron y se reincorporaron; la Segunda Marquetalia, representada en Putumayo por los Comandos de la Frontera; y en las riveras del Río Caquetá están quienes nunca negociaron del Frente 2, constituidos hoy como Frente Carolina Ramírez del EMC-Farc.
En contra de la deforestación
Desde el momento en que su padre fue asesinado, el joven Phanor Guazaquillo supo que debía seguir su legado. Es el actual gobernador del cabildo nasa Kwesk Kime ubicado en la vereda Piñuña Blanco, del municipio de Puerto Asís. “Por definición nosotros los pueblos indígenas somos defensores de la naturaleza”, dice.
La noticia trágica que cambio su vida llegó el 3 de diciembre de 2023. A la salida de las exequias del también líder indígena Manuel Carlosama, fallecido por cuenta de un accidente de tránsito, sicarios dispararon en la humanidad de Phanor Guazaquillo Peña, líder indígena y exconcejal de Puerto Asís.
“El asesinato de mi padre fue por sus denuncias frente al saqueo de madera, donde se ha notado un sistema de corrupción en la adjudicación de licencias. Habitamos un territorio donde se ha deforestado lo más sagrado para nuestras costumbres ancestrales, la Madre Tierra”, exclama Phanor hijo. La zona donde se encuentra ubicado el cabildo es controlada por los Comandos de la Frontera.
Una vez conocidos los hechos, el Gobierno dio protección colectiva a las personas integrantes del cabildo. No obstante, en opinión de Phanor hijo, estás medidas han sido insuficientes: “No solo hemos denunciado procesos de deforestación, sino también confrontaciones entre los grupos al margen de la ley y el Ejército. Por eso celebramos la apertura de la mesa de paz con la Segunda Marquetalia. Como víctima del conflicto, esperamos prontamente el esclarecimiento de la verdad y no repetición de las permanentes violaciones a los derechos humanos”.
Hip hop desde el territorio
La cita fue en el patinódromo municipal en el Valle del Guamuez. La convocatoria hecha por Agarra Rap, iniciativa de Ángel Giovanni Osorio, era reunir a distintos MC’s del pueblo y de manera espontanea hacer freestyle en batallas.
Lo que inicialmente eran poco menos de diez personas, se fue convirtiendo en una rueda de cuarenta jóvenes amantes a la música hip hop. Sin embargo, dos motos con hombres encapuchados rodean el parque y luego de tres recorridos, se bajan del vehículo y lanzan la advertencia: “Buenas noches muchachos. Donde me de otra vuelta y vea que alguno de ustedes está fumando algo, los quemamos a todos”. Cinco minutos después, el evento se disolvió.
De acuerdo a lo relatado por Ángel, quien además de rapero es actual consejero municipal de juventudes, esta escena se repitió por lo menos unas tres veces. “Me aburrí y dejamos a un lado las batallas de freestyle”, afirma.
El joven dirigente también es enfático en el diagnóstico: “La falta de trabajo es la principal problemática. Como la juventud de Putumayo no tiene oportunidades, entonces se le presentan por lo general tres opciones, ya sea irse, quedarse raspando coca o ingresar a un grupo al margen de la ley, que para el caso de los Comandos de la Frontera ofrecen dos millones, una moto y la licencia para estar armado”.
Situación similar vive Aldair Salcedo, profesor y rapero, proveniente del Alto Putumayo, específicamente del municipio de San Francisco. Allí, según su relato, el problema no es el conflicto armado, sino el microtráfico: “En este momento estamos viviendo una crisis de la coca, no solo por los cambios en el mercado de los Estados Unidos y Europa, sino por las permanentes incautaciones. El problema es que eso ha ocasionado aumento en el consumo de sustancias psicoactivas en la juventud, especialmente de la base de coca”.
Para enfrentar esa situación, Aldair y otro grupo de jóvenes han construido el proyecto musical Sonidos de la Tierra. “En resumen es el ritmo del hip hop con melodías ancestrales de nuestros pueblos indígenas, donde usamos los sonidos del caparazón de tortuga, la quena, los collares y el cacho”, comenta.
Además, las letras son en defensa de la naturaleza, el agua y los árboles. “Lo más bonito fue la canción Yo protesto. La hicimos con niños. Lo curioso es que ellos mismos escribieron la letra. Es como si protestar fuera algo de nacimiento en este territorio”.
Al finalizar la charla con don Euler, este recuerda que así es Putumayo, un territorio superlativo. Y lanza una última afirmación: “con hambre y en medio de la guerra, imposible seguir pensando en paz”.