Jaime Caycedo, Presidente del PCC
Los escándalos que destaca el mundo mediático al servicio de la dominación del capital ubican como punto de confrontación de la crisis política la idea de remover al presidente Gustavo Petro del gobierno. Las razones que se esgrimen desde la extrema derecha aluden a la lógica conservadora de oposición a las reformas sociales y a la búsqueda de soluciones políticas para la paz, lo que equivale a convertir la obstaculización a las reformas fundamentales del gobierno en una razón de lucha, de oposición formal, de cálculos de gobernabilidad y de proyección electoral, en el fondo, de desestabilización y de “hacer invivible la República”, a lo Laureano Gómez.
Este gobierno de la izquierda no es el resultado de un arreglo clientelista o de una coalición formal entre aparatos políticos, como pretenden hacerlo ver los medios de la derecha. Detrás de su emergencia está un gran descontento social acumulado, frustraciones generacionales sin respuestas en los gobiernos tradicionales, fenómenos a los cuales la izquierda tiene el compromiso de cumplirles con un mandato de programa, avalado por más de once millones de conciudadanos, materializado en el PND y respaldado por la movilización social permanente.
La resistencia a los cambios sociales y a la democratización de la sociedad tiene como aliado un sistema construido bajo los parámetros de la economía capitalista dominante, del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, cargado de contra poderes, contrapesos y frenos para garantizar la inercia y dificultar el cambio para las mayorías. Esta resistencia reaccionaria no obedece sólo a las características del sistema institucional, sino fundamentalmente al interés de clase del capital transnacional y el gran capital nacional, los terratenientes y el militarismo.
La oposición enfila contra las reformas, es decir, contra las medidas que afectan el control monopólico de los grupos empresariales con el manejo real de instituciones como la salud privatizada, los fondos de pensiones, la educación con ánimo de lucro, el monopolio de las mejores tierras y del sistema de contratismo que ha devenido en la forma neoliberal de privatización y terciarización del ejercicio gubernamental. La reforma laboral en debate ataca elementos claves de la superexplotación representados en precarización, jornada laboral extendida, salarios a la baja, informalidad, flexibilización, bases perversas de la “confianza inversionista”, pretexto con que se vende la economía nacional a la voracidad del capitalismo de la dependencia.
El gobierno de Gustavo Petro se ubica en el contexto de una segunda ola de gobiernos progresistas, que han aprendido la lección de una primera que hoy reclama radicalización y profundización de las transformaciones sociales y económicas. Como dice García Linera “… en estos tiempos, a las extremas derechas se las derrota con más democracia y con mayor distribución de la riqueza, no con moderación ni conciliación”*. Estamos aún a tiempo para que el logro de las metas principales del cambio y de las reformas puedan ser realidad con el empeño oficial y con la intervención popular organizada en torno a la solución de las necesidades más apremiantes de la población.
Las decisiones definitorias son ahora. Mientras avanza la ruta para la construcción de la organización unitaria de tipo Frente Amplio que se requiere para consolidar la unidad y la organización del pueblo, la defensa del gobierno reclama las Coordinadoras de Fuerzas Populares en cada espacio territorial o sectorial que impulsen la unidad y la movilización.
* García Linera, A, entrevista 02.01.24 Jacobin, https://jacobinlat.com/2024/01/02/si-las-izquierdas-quieren-derrotar-a-la-ultraderecha-tienen-que-ser-radicales/