jueves, marzo 28, 2024
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“La unidad es la razón de la victoria”

VOZ presenta al pueblo colombiano las conclusiones del reciente congreso del Partido Comunista Colombiano, celebrado en Bogotá del 7 al 10 de diciembre

Comité Central del PCC

Desde 1930, al momento de su fundación y a lo largo de 92 años, el Partido Comunista ha luchado del lado de la justicia, por los derechos de la clase trabajadora y el campesinado, por las libertades democráticas, por el ejercicio de la libertad política, derecho esencial, por el rescate de la herencia de las y los libertadores, en estas épocas de bicentenario de las rebeliones armadas que le dieron la independencia y permitieron al pueblo colombiano crear la República.

La vigencia histórica del PCC

Desde el giro anticomunista de 1948 cuando fue asesinado el caudillo Jorge Eliécer Gaitán, el Partido Comunista ha luchado en contra la destrucción de la democracia, por la defensa de los derechos a la seguridad social, la jornada de ocho horas y la organización sindical. En los años cincuenta, bajo la dictadura militar de Rojas Pinilla el Partido fue ilegalizado de manera arbitraria y sometido a una bárbara persecución y exterminio. El Frente Nacional mantuvo el comunismo fuera de la participación política a través de la camisa de fuerza de la paridad entre liberales y conservadores. La mal llamada justicia penal militar y el estado de sitio permanente se usaron contra los trabajadores y la militancia comunista.

Cuando en 1991 la Asamblea Nacional Constituyente ordenó levantar el estado de sitio se creyó que empezaba un momento de democracia. Sin embargo, se vivía en un aparente Estado de derecho bajo el imperio de la política de genocidio contra el Partido y la Unión Patriótica con miles de compañeras y compañeros asesinados.

Desde su XIII Congreso efectuado en 1980, el Partido Comunista planteó la idea de una salida política democrática al fenómeno de la insurgencia levantada en armas frente a la persecución y la exclusión política. La solución era clara: la paz tenía un precio, restablecer la democracia, las garantías, poner en libertad a los presos políticos y emprender la reforma agraria para llevar la justicia social al campesinado.

36 años después un Acuerdo de Paz logra materializarse en medio de incumplimientos y de escasas garantías para la vida de las y los exguerrilleros. La consigna de la solución política, por la vía del diálogo y de los acuerdos se hizo realidad en 2016. Desde entonces el Partido Comunista sigue insistiendo en la necesidad de llevar a término una paz democrática, con justicia social, ambiental, de género y étnica para avanzar en el propósito de una Colombia distinta.

Los retos en el contexto internacional

En el ambiente mundial siguen desenvolviéndose nuevos elementos de la crisis del capitalismo que agravan los fenómenos que afectan al conjunto de la humanidad y se manifiestan como amenazas a la vida en el planeta. Mencionemos algunos: la crisis climática y el cambio que se están produciendo en las condiciones naturales, los equilibrios estacionales y las catástrofes naturales que tienden a hacerse más frecuentes y destructivas, efecto de un sistema productivo fundado en combustibles fósiles, altamente responsables del calentamiento global; la pandemia de la Covid-19, vinculada al cambio climático y a la rápida evolución de los contagios, con más de seis millones 350 mil fallecidos en el nivel mundial, de los cuales 139.970 fueron en Colombia; crisis alimentaria y de hambre que azota a 828 millones de personas en el mundo; crecimiento de las desigualdades y de la inconformidad social.

Este panorama se agrava por el empeño de los Estados Unidos y de la Unión Europea de extender sus áreas de influencia sobre la frontera de la Federación de Rusia, mediante la envolvente expansión de la OTAN como brazo armado del imperialismo y la ofensiva que utiliza al régimen que gobierna en Ucrania como instrumento de una provocación bélica largamente preparada a la seguridad de Rusia, en tanto Washington, Gran Bretaña, Australia y Nueva Zelanda promueven la creación de AUKUS como un nuevo pacto militar en el Indo-Pacífico contra la República Popular China, India, Irán, Vietnam, la RDPK y en general toda el Asia suroriental.

La crisis del capitalismo que se manifiesta en el desajuste y retroceso del neoliberalismo, el surgimiento de nuevas potencias y la imposibilidad de restablecer Estados Unidos su hegemonía unipolar, induce a concentrar en el poderío militar la esperanza de un nuevo momento de dominación global.

La decadencia ante un mundo en cambio lleva al imperialismo a un nuevo capítulo de armamentismos y al riesgo temerario de acciones desesperadas o a medidas extremas en su defensiva estratégica. Los golpes de Estado para crear gobiernos títeres, la instrumentación del nazi fascismo ucraniano para oprimir a las minorías rusas en el Donbass y perseguir a los comunistas en todo Ucrania, las guerras destructoras de Estados como en Libia, Afganistán, Irak o con esa pretensión en Siria, y las provocaciones en el estrecho de Taiwán contra la integridad de la República Popular China indican una táctica premeditada frente a la paz en el mundo.

Los pueblos entienden cada vez más que ni la militarización ni las guerras ni las provocaciones al borde de la tercera Guerra Mundial pueden representar una solución a las crisis agolpadas de la civilización, el imperialismo, el patriarcalismo, el neocolonialismo y el capitalismo.

La realidad mundial en el Tercer Milenio muestra un crecimiento de los factores que pugnan desde distintos ángulos de la lucha de clases a escala global por construir un mundo humanizado, plenamente incluyente, sin hambre, sin guerras, sin depredación del medio ambiente, en reconciliación con la naturaleza y la Madre Tierra.

Ese mundo no es una utopía irrealizable, implica la coexistencia pacífica como un momento prolongado de la historia mundial y la obligación absolutamente imperativa del entendimiento para mitigar e intentar detener el cambio climático, contrarrestar los poderosos intereses económicos que se empeñan en desconocerlo, impedir la desaparición de la vida y avanzar a un destino común de la humanidad.

Aceptar esta realidad no significa renunciar a la consideración del carácter de la época como el de un tránsito a una forma superior de organización social, el socialismo y el comunismo. Por el contrario, significa comprender la complejidad que aporta nuestro tiempo a ese tránsito en la medida en que ahora son millones y miles de millones de seres humanos que lo buscan por caminos distintos pero convergentes.

Un nuevo momento para Nuestra América

Las resistencias populares en nuestra América Latina y el Caribe han vuelto a encontrar cauces de unidad y han dado nuevos pasos en el acceso al poder político y a las propuestas de reformas democráticas en contextos de crisis exacerbadas por los métodos y recursos de la nueva derecha transnacional y las tendencias neofascistas que intentan ganar el poder político, al intervenir en los procesos electorales mediante el desprestigio publicitario de los liderazgos de izquierda y las guerras jurídicas orquestadas desde el exterior.

Argentina en 2019, Bolivia en 2020, Perú en 2021, Chile, Colombia y Brasil en 2022 son los procesos que han puesto de manifiesto estos avances de la izquierda popular configurando un nuevo momento en dirección a transformaciones sociales y políticas de alcance democrático.

La llegada de un gobierno alternativo de coalición democrática en Colombia constituyó un severo revés al propósito imperialista de intervención militar en Venezuela. El cambio de táctica de Estados Unidos tras el avance de la izquierda en Colombia llama a subrayar la importancia de la unidad de nuestra América Latina y el Caribe, a reafirmar la voluntad de ser una región de paz desnuclearizada y a dar nuevos pasos al fortalecimiento de Unasur y la Celac.

El retorno de Lula a la presidencia en Brasil anima el entusiasmo popular en la exigencia de desmilitarizar los proyectos medioambientales, reafirmar la soberanía de los Estados amazónicos en su defensa y protección, y rechazar los planes de Estados Unidos de nuevas bases militares en Suramérica, incluido el insólito proyecto de construir una en el Parque Natural Nacional Isla Gorgona.

La política internacional del Partido Comunista Colombiano se rige por el compromiso internacionalista con la solidaridad hacia Cuba socialista, Venezuela bolivariana, Nicaragua sandinista, la lucha incesante del pueblo de Haití por superar la prolongada crisis social y la hambruna, la acción del pueblo de Puerto Rico por su independencia, el respaldo a la República Saharaui y al Estado palestino reconocidos por Colombia y las luchas de los y las explotadas del mundo por la vida y la felicidad.

La unidad para el nuevo poder en Colombia

La sociedad colombiana no ha sido ajena a la intensa polarización que se observa hoy en América latina y otros continentes. En el segundo decenio del siglo XXI las fuerzas avanzadas construyeron el camino de una alternativa liderada por la izquierda. En los últimos cuatro años se edificó un peldaño más hacia el cambio democrático.

El pensamiento neoliberal dominante concilió con la matriz de opinión un escenario de miedo hacia la izquierda, planteado por el uribismo y afirmó que la polarización abriría el camino a la ultraderecha y al fascismo como destino fatal. La realidad demostró el fracaso del centro político. El camino de una verdadera alternativa es liderado por las distintas fuerzas de la izquierda democrática y revolucionaria.

Así, de la política de unidad, de la más amplia convergencia, vinculada a la necesidad de construir una idea de gobierno que complementara el paso trascendental representado por el Acuerdo de Paz entre las FARC-EP y el Estado colombiano suscrito en 2016, nació el vínculo entre estos procesos y las nuevas fuerzas que se incorporaron desde la base popular.

El papel consecuente de la izquierda y sectores progresistas en torno a la unidad, favoreció el encuentro objetivo del proyecto del Pacto Histórico y el gran movimiento de inconformidad, rebeldía y expectativa de cambios que creció de manera exponencial con la protesta social entre 2018 y 2021.

La acertada política de alianzas

La unidad, que es la razón principal de la victoria, indujo un giro en la percepción política del nuevo país joven y proletario, que ha venido integrándose al proceso de la movilización, la protesta y el voto comprometido transformador. Se demuestra así que lo existente no es ya el único mundo imaginable y que el horizonte de lo posible pone en manos del pueblo opciones de avanzar en una nueva dirección definida, en principio, por la voluntad colectiva.

En ello ha cumplido una importante función la política de alianzas del Partido Comunista y la Unión Patriótica que se basa en acuerdos de identidad programática, de coincidencias y de unidad de acción política. Tal tipo de entendimientos son posibles aun manteniendo diferencias ideológicas.

El objetivo es encontrar elementos de acción política común que superen las convergencias puramente transitorias, gremiales, corporativas o estrechamente electorales para enfocarse en una perspectiva del orden transformador y por lo tanto político. Como lo recordó el pleno del Comité Central de abril de 2021, lo nuevo en materia de unidad es que ésta se fragua en torno a un Proyecto Democrático Nacional Alternativo, concebido en la perspectiva de una solución popular a la confluencia de crisis que asfixian el progreso y la justicia social en Colombia.

Por eso los avances sucesivos, desde las coincidencias y acercamientos en 2018 con Colombia Humana, los puntos de identidad programáticos que hicieron posibles los avances entonces con Decentes, UP, MAIS, el Polo Democrático Alternativo y otros acercamientos, están en el centro de los logros que conducen a la consolidación del Pacto Histórico.

La actual denominación de Frente Amplio por la Vida, la Paz y la Democracia es una proyección más extensa  de acercamiento con sectores del Establecimiento, es decir, cuadros del santismo y otros sectores del Partido Liberal, Partido de U e independientes, que se han acercado al Pacto Histórico, desde posiciones que van desde la conveniencia de la coyuntura hasta el realismo, bajo el influjo de la victoria política alcanzada en la elección de Congreso de la República y la identidad en defensa del Acuerdo de Paz, de su implementación y de reformas que conduzcan a un avance real.

Potencia mundial de la vida

La cultura política que modela las rebeldías y rompe los esquemas rígidos del orden existente subraya el papel de los liderazgos en las experiencias de Colombia y de Nuestra América. Una parte sustancial del entendimiento de estas realidades la conforman los simbolismos diversos que confluyen en las figuras de Gustavo Petro y Francia Márquez.

A la dimensión crecida del imaginario popular hay que añadir el acierto en la conducción, la fuerza persuasiva del discurso que educa, la capacidad de llegar al corazón y la mente del común, generar la decisión de seguir e integrarse a la nueva cultura del cambio democrático y el llamamiento a la organización general del pueblo en las bases para hacerse dueño de su destino.

Como resultado del triunfo electoral que incluye el surgimiento de la bancada parlamentaria progresista y el éxito de la fórmula presidencial, existe por primera vez en la historia colombiana un gobierno de coalición democrática, con un programa de reformas orientado a la justicia social que toca privilegios, busca cerrar brechas de desigualdades, aplicar el cumplimiento al Acuerdo de Paz, avanzar en el diálogo para la paz total y proclamar a Colombia como potencia mundial de la vida.

Conviven en el gabinete ministerial sectores del Pacto Histórico y representantes de partidos del Establecimiento comprometidos con el programa de gobierno. El Ministerio de las Culturas, el Arte y los Saberes lo dirige la directora de teatro y poetiza Patricia Ariza y por primera vez una ministra comunista dirige la cartera de Trabajo, la camarada Gloria Inés Ramírez.

En los primeros meses el nuevo gobierno logró la aprobación de la reforma tributaria, el presupuesto de 2023 con un renovado enfoque social, la llamada Ley de Paz Total, los primeros debates del Acto Legislativo que reconoce al campesinado como sujeto social y se crea la Jurisdicción Agraria. Sin embargo, la reforma política a punto de aprobarse no ataca a fondo los desequilibrios antidemocráticos del sistema electoral y de partidos.

De igual forma, se están estableciendo ollas comunitarias para combatir el hambre; se ha creado una renta básica para madres cabezas de familia y adulto carentes de pensión; se ha establecido una condonación de intereses para créditos de Icetex a partir de 2023; el gobierno adquirirá tres millones de hectáreas en tierras aptas para cultivos, destinadas al campesinado sin o con poca tierra en el marco del cumplimiento del primer punto del Acuerdo de Paz.

En la siguiente legislatura de 2023 se empezarán los debates de reforma laboral, pensional y de la salud que representan un fuerte pulso con el gran capital financiero y la política de clase de los llamados gremios económicos. Se restablecieron plenamente las relaciones con Venezuela y se adelantan en Caracas los diálogos con el Ejército de Liberación Nacional, ELN. La política exterior está dando un giro hacia una mayor independencia.

El rodaje consecuente del plan de gobierno con el respaldo y la intervención populares puede consolidar la diferencia y la ruptura no sólo con el régimen uribista, si no dar comienzo a la transformación del sistema social y político heredado del Frente Nacional en un sentido de mayor libertad y participación.

La propuesta de Paz Total, que es un reconocimiento del significado de la noción de solución política como una vía de diálogo y acuerdos para desactivar estructuras armadas que representa distintas modalidades de conflictos, restablece un camino para la superación de la guerra. La mayor parte de los grupos existentes ha manifestado disposición al diálogo. Hasta el momento el único grupo reconocido en su carácter político militar es el ELN. Todos los otros tienen como perspectiva, en principio, el acogimiento o sometimiento a la justicia.

El Acuerdo de Paz firmado entre el Estado y las FARC-EP implicó un cambio en la situación de la lucha armada en el país en tanto materializó la opción de la solución política como una tarea de largo plazo. Pero a su vez, la continuidad de la guerra estructural y social del paramilitarismo. El plan de una política de exterminio de excombatientes y líderes y lideresas sociales reclama también un cambio de calidad en cuanto a la política de garantías de seguridad para la vida. Limita la confianza de los dialogantes y muestra la incapacidad del Estado en la creación de una paz creíble.

Por todo ello es necesario una depuración y transformación en la fuerza pública del Estado, no solo de la Policía nacional. La permanencia del paramilitarismo como expresión viva del fascismo sigue permeando la integración de los aparatos represivos del Estado colombiano. Una reforma en materia de seguridad y defensa tiene que modificar de fondo la misión, la doctrina, las formas operativas y violentas de las Fuerzas Armadas.

Nuestra perspectiva socialista

El liderazgo de Gustavo Petro ha sabido exponer de manera persuasiva ante masivos sectores de opinión puntos significativos de la situación de las mayorías sociales, coincidentes con puntos de nuestro programa para el cambio democrático, dentro de una visión que contempla una perspectiva crítica del capitalismo neoliberal, aunque no socialista.

Pese a esta diferencia que no desconocemos, comprendemos el valor que representa emprender la derrota del modelo neoliberal, paramilitar y guerrerista, fortalecer la táctica de solución política como especificidad colombiana de transición a la democracia y ensanchar la correlación de fuerzas en torno a un proyecto democrático nacional de superación de la crisis y del sistema de subordinación neocolonialista.

Ante la propuesta de un partido único, pensamos que el Pacto Histórico podría ser el instrumento político de unidad, programa, convergencias, reglas y mecanismos claros de acción, impulsor de un Frente Amplio que encarne la construcción del proyecto democrático, sin forzar a la renuncia de identidades, personerías y pluralismos.

Nuestra perspectiva socialista se sitúa en una óptica de profundización de una cultura de la unidad y la democracia, la movilización obrera, agraria, étnica y popular por la justicia social, ambiental, de género, antirracista, feminista, antipatriarcal, revolucionaria, internacionalista, antimperialista, Nuestramericana, parte y paso inicial hacia una sociedad no capitalista.

Nuestra concepción del papel de la izquierda es la de contribuir a consolidar el Pacto Histórico, los aspectos de unidad de acción política programática y a dinamizar la movilización, la organización y la apropiación de nuevas experiencias por la vía de la formación de nuevos contingentes de cuadros entre la juventud, la mujer, el movimiento obrero, los movimientos agrarios, el feminismo y otras expresiones de la lucha popular.

El papel del Partido Comunista

Una reforma política democrática debe contar dentro de sus propósitos crear las condiciones de un sistema electoral y de partidos que permita fortalecer las identidades ideológicas y programáticas, las organizaciones políticas, las coaliciones y eliminar las barreras que pretenden convertir a los partidos en apéndices del aparato de Estado.

El papel del Partido Comunista no se limita solo a la defensa del Pacto Histórico, sino que se basa principalmente en la contribución a articular la iniciativa y la dinámica de los distintos sectores políticos que en él participan, especialmente de las fuerzas de la izquierda avanzada, comprometida con la solución política y con las posturas antiimperialistas más definidas.

El concepto de un papel articulador y dinamizador de la izquierda conlleva necesariamente a colocarse al frente de la iniciativa, buscando simultáneamente la cohesión, pero también la apropiación de las experiencias y lecciones aprendidas de las distintas formas de lucha de masas de nuestro pueblo, la incorporación de nuevos sectores del movimiento social y popular de base a la acción, la lucha y la movilización.

Reafirmamos también la idea del bloque popular revolucionario alternativo que debe contribuir a la unidad de conjunto del Pacto Histórico y a la proyección de la política de Frente Amplio. Implica cualificar mucho más la importancia de la lucha electoral para a enraizarla en lo profundo de las necesidades de la movilización organizada de las bases, aquella que aprendimos del Paro Nacional de 2019 y 2021 y que encarna, en el instinto popular la perspectiva de formas de poder, de juntanzas, de resistencias territorializadas en barrios, municipios, veredas, con la idea de la unidad del pueblo como una potencialidad que se sigue construyendo sólida y prioritariamente de abajo hacia arriba.

A partir de estas iniciativas es necesario contemplar el horizonte del 2023 en torno a la disputa por los Gobiernos locales, las asambleas departamentales, concejos municipales y juntas administradoras de comunas y localidades. Las experiencias de organización de los puntos de resistencia del paro nacional de abril de 2021, del sentido solidario de la convivencia en los espacios territoriales, las juntanzas barriales, urbanas y rurales como expresiones germinales de un poder popular deben estimular el espíritu de trabajo y la metodología de las fuerzas revolucionarias.

La unidad y coherencia entre las luchas urbanas y rurales que tuvieron expresión en el marco del paro nacional representan un nuevo escenario de exploración, experimentación, relacionamiento y convergencias hacia el poder popular del conjunto de fuerzas sociales constituyentes que se han puesto en movimiento para transformar la sociedad.

Nuestra propuesta

El Gobierno del cambio, el Pacto Histórico, las organizaciones políticas y los movimientos sociales tienen que actuar en armonía para mostrar el cumplimiento eficaz del programa democrático y la solución de las condiciones críticas que impiden el bienestar social.

En la coordinación de esfuerzos, debe ponerse el énfasis en la explicación del programa, en el significado de las obras con el acompañamiento de la dirección política y la intervención permanente de las organizaciones populares. No puede haber un divorcio entre el movimiento social popular, la dirección política y las entidades gubernamentales encargadas de ejecutar los proyectos, particularmente aquellos de interés colectivo.

Además, las distintas fuerzas que impulsamos el cambio tienen que mirar la perspectiva de 2026 y contribuir positivamente a la ampliación de la base social del proyecto estratégico, del campo y de la ciudad, de las capas medias, preparar las condiciones de un proceso que fusione las dinámicas del poder popular, la fuerza de la movilización social organizada y unitaria y el papel de un instrumento político de convergencias capaz de resumir y perfeccionar las experiencias del compromiso colectivo, de los resultados de las reformas favorables a las mayorías populares, del simbolismo del haber cumplido y del ejemplo como componentes de un nuevo momento y de un paso más hacia la democracia avanzada.

En esa perspectiva proponemos las siguientes tareas:

  1. Con base en el actual plan de gobierno, la agenda de reformas y el Plan Nacional de Desarrollo proponemos una Plataforma del cumplimiento de los objetivos fundamentales y del ejercicio del control popular en todos los niveles de la administración. Las y los funcionarios públicos deben proveer un liderazgo cívico y social de información, seguimiento y resultados contando con la intervención de la comunidad organizada.
  2. El mayor reto para el Pacto Histórico son las elecciones locales de octubre de 2023 para las que la extrema derecha y el fascismo se preparan intentando mover todo el viejo andamiaje de la politiquería, el clientelismo y los aparatos paramilitares. La tarea será la de articular la unidad en los niveles municipal, departamental y de comunas a partir de los acuerdos programáticos de los respectivos niveles y de los esfuerzos para alcanzar acuerdos de candidaturas de convergencia unitaria para cargos uninominales con listas cerradas y paritarias de coalición.
  3. Proponer la conveniencia de un encuentro del Pacto Histórico que fortalezca su capacidad unitaria, organizativa, movilizadora, generadora de convergencias mayores en territorios y sectores nuevos en proceso de organización, politización y compromiso.
  4. Con la experiencia positiva de la convención campesina animadora de las medidas de reforma agraria, impulsar la convención de fuerzas laborales en apoyo a la reforma laboral, el estatuto del trabajo, la reforma de la salud y la reforma pensional, y una convención por la reforma cultural y la sociedad del conocimiento que convoque a las y los artistas, a la intelectualidad y a la juventud.
  5. Impulsar desde el Pacto Histórico y el Frente Amplio la iniciativa que convoque al movimiento social de masas a construir una agenda común del movimiento social y popular, más allá del actual gobierno, en la perspectiva de ensanchar la base social para la estabilidad y la profundización de los cambios que se proyecten programáticamente a un siguiente gobierno.
  6. Promover las escuelas de formación política y las actividades culturales que contribuyan a una visión del cambio democrático, a defender las conquistas del movimiento popular y proyectar la profundización de estas.

¡Viva el XXIII Congreso del Partido Comunista Colombiano!

¡Viva el gobierno democrático!

¡Viva el Pacto Histórico!

¡Viva la unidad del pueblo colombiano!

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