El senador por el Pacto Histórico y negociador en la mesa con el Ejército de Liberación Nacional, habló con VOZ sobre los avances en el proceso, el balance de la política de Paz Total y el futuro de los diálogos con otros actores armados
Óscar Sotelo Ortiz
@oscarsopos
Se cumple un año del gobierno de Gustavo Petro donde usted ha sido un defensor de la Paz Total. ¿Cuál es el logro más importante de esta política?
-Existe una estrategia de paz con características inéditas. Como lo ha dicho el presidente Gustavo Petro, es una política global. Por primera vez se intenta de una manera sistemática y concertada buscar múltiples objetivos para poner el fin de la violencia y pasar a una era de paz en el país.
Esos objetivos son un gran Acuerdo Nacional, implementar el Acuerdo de Paz firmado en 2016, desarrollar diálogos políticos de carácter diferenciado con las organizaciones armadas rebeldes y procesos socio jurídicos de acogimiento a la justicia con estructuras ligadas a las economías ilícitas. Esa política ha arrojado resultados concretos. Hoy tenemos siete procesos distintos, con alcances diferenciados, y logros en la implementación del Acuerdo de Paz. En un tiempo muy corto tiempo, hay una gran eficacia en los resultados.
El signo distintivo
Ya inició el cese al fuego bilateral con el ELN y se instaló el Comité Nacional de Participación. ¿Qué balance hace de esta negociación?
-Por primera vez tenemos un proceso de paz con el ELN que muestra resultados concretos. En el pasado se obtuvo avances, sin duda, como los registrados en la época del expresidente Juan Manuel Santos.
Ahora estamos en un proceso en el que se han alcanzado 12 acuerdos, entre ellos un alto al fuego por seis meses que tiene un sólido mecanismo de verificación. Así mismo, ha comenzado a desarrollarse el corazón de la mesa de paz, es decir, la participación social y ciudadana, que no es un planteamiento formal y decorativo. Es su signo distintivo y responde a la idea que un proceso de paz es esencialmente democrático. Es decir, los acuerdos que se hagan tendrán una activa intervención de la sociedad, movimientos, instituciones y gremios, pero también de la ciudadanía que no está organizada.
¿Cuál será la tarea concreta de este Comité Nacional de Participación?
-Se ha dicho claramente que es una instancia que va a diseñar los mecanismos de participación. No estamos aún en la participación plena, sino en un periodo de consulta a sectores de la sociedad sobre cómo debe hacerse. Ya existe un plan y cronograma en estos seis meses, para después entrar en una fase de diagnóstico de los problemas que están subyacentes al conflicto armado y a muchas formas de violencia que padece la sociedad. La idea es abrir la discusión y concretar las transformaciones sociales que se requieren para la paz.
Una solución global
Se ha anunciado la apertura de otras mesas con diversos actores armados. ¿Cuáles son las expectativas que existen con estos procesos?
-Siempre se ha pensado que resolver el conflicto es un proceso escalonado, gradual y por etapas. Pero esa fórmula ha demostrado falencias. Si no se aborda el problema en su conjunto, lo que puede pasar como ha ocurrido, es que finiquitado el proceso de paz, la dinámica es que los grupos armados que han quedado ahí, atraen para la guerra a distintos sectores sociales. También llegan a los territorios en los que el Estado no ha sabido o no ha podido ocupar. Y esa es una dinámica que ha perdurado por décadas. Por eso es necesario trabajar en una política que tenga un carácter integral y global.
Se le crítica a la política de Paz Total que busca demasiado…
-Por supuesto, es una política ambiciosa. Sin embargo, para un país que tiene un conflicto armado tan remoto, el único camino que puede tener incidencia y resultados es aquel que se plantea la solución global y definitiva de todas las formas de violencia.
El Clan del Golfo
Recientemente aparecieron grafitis y pancartas en varias zonas de Bogotá alusivas al Clan del Golfo, grupo que no cumplió con el cese al fuego que pactó con el Gobierno. ¿Qué opinión tiene de este actor armado?
-En este caso, el gobierno de Gustavo Petro ha tendido la mano para un proceso socio jurídico, que no solo implica acogerse a la justicia en determinadas condiciones, sino también construir políticas públicas en los territorios rurales y urbanos donde hace presencia grupos como el llamado Clan del Golfo. El objetivo que tiene el Gobierno del cambio es transformar la realidad de las comunidades sociales que padecen de la exclusión y la miseria, y que están agobiados por las distintas formas de control territorial que destruyen el entorno social y la naturaleza.
Entonces, esa disposición del gobierno debe ser correspondida con una actitud coherente, es decir, dejar a un lado la violencia, el lucro y el enriquecimiento ilícito. Eso no ha ocurrido con el Clan del Golfo, por lo menos de una manera clara y nítida. No se respetó el cese al fuego, porque pensaron de manera equivoca, que este alto en las hostilidades era una oportunidad para fortalecerse y avanzar en el desarrollo en nuevos niveles de negocio ilícito.
Entonces, ¿cuál es el futuro que se vislumbra con este actor armado?
-El Gobierno ha tenido una actitud muy clara cuando constató el rompimiento del cese al fuego. Procedió a utilizar las herramientas que le da la Constitución y que obedecen esencialmente a la política de seguridad del actual gobierno, que es la protección de la población y las comunidades, como también de las personas que están inmersas en la confrontación armada. Esto no significa ninguna clase de indulgencia o una actitud contemplativa con estos grupos, sino coherencia ante los anuncios que se hacen de preservar la vida y seguir por el camino del diálogo.
La tarea histórica
El 9 de agosto conmemoramos 29 años sin Manuel Cepeda Vargas. En esta fecha y en tiempos turbulentos, ¿cuál es el mensaje para las lectoras y lectores del semanario VOZ?
-El mensaje esencial es que el proceso de transformación social y cambios políticos en búsqueda de equidad, justicia y democracia es un camino justo, en el que han existido avances que son innegables. Que el sacrificio de la vida de quienes lucharon por ese cambio, como mi padre, no fue una frustración, sino un avance. En estos años se han producido hechos que lo demuestran. Hay una decisión internacional que le dio la razón a las víctimas de la Unión Patriótica y que alcanzó un nivel muy significativo en materia de verdad, justicia y reparación con relación al genocidio contra la UP.
También, en estos años vivimos una trasformación en la consciencia política de la juventud a través de la movilización para lograr los cambios. De igual forma, fuimos participes del triunfo en un proceso de paz, que tuvo un momento estelar con la firma del Acuerdo de La Habana entre el Estado y las antiguas FARC-EP.
La consecuencia de estos acontecimientos es el surgimiento de un Gobierno que tiene una política y un programa de reformas que son justas. A pesar de las dificultades y problemas innegables, mi invitación es a seguir avanzando en esa tarea histórica de la transformación y la revolución social.