sábado, agosto 31, 2024
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La ocupación avanza, pero la economía no tanto

Si no se combinan bien las medidas coyunturales con la lucha por las reformas y con la política de mediano y largo plazo, las buenas noticias sobre el empleo no serán permanentes sino solo flor de un día

Carlos Fernández

Luego del análisis del comportamiento general de la economía que hicimos en nota anterior (ver VOZ No. 3187 del 23 de agosto), se impone, ahora, echar una mirada al comportamiento del empleo, relacionándolo con el primero y precisando los elementos que los relacionan.

La buena noticia es que los resultados del empleo y el desempleo, a julio de 2023, son positivos. La mala es que muchos expertos consideran que el ritmo de crecimiento de la economía ha llegado, por el momento, a un límite que no permitirá un efecto positivo para el empleo durante una buena temporada. Se espera, incluso, que, al no darse elementos de reactivación económica, las ganancias en materia de empleo se reversarán.

Además, para muchos, de la reforma laboral que se apruebe en el Congreso va a depender que la inversión se frene aún más y, por tanto, que el empleo descienda en forma permanente o que, simplemente, no crezca. La carga ideológica de los enemigos de la reforma les impide reconocer que las medidas de desmonte de los beneficios laborales realizados con las leyes 50 de 1990 y 789 de 2002 no elevaron el empleo sino la tasa de explotación del trabajo.

Las buenas cifras del empleo

La situación del empleo al finalizar julio puede resumirse en los siguientes puntos:

La tasa de desempleo cayó al 9,4% de la fuerza de trabajo colombiana, mientras en julio de 2022 este indicador fue de 10,8% (serie desestacionalizada, es decir, eliminados los factores estacionales en el comportamiento del empleo). En términos absolutos, esto significó que, entre ambos períodos, 265 mil personas salieron del desempleo.

La tasa de ocupación fue de 58,8% de la fuerza de trabajo, mientras en julio de 2022 presentó un nivel de 56,8%, lo que significa que consiguieron empleo un millón 124 mil personas.

El desempleo urbano (13 principales áreas metropolitanas) bajó de 11,1% en julio de 2022 a 9,6% en julio del presente año. 125 mil personas salieron del desempleo en estas áreas.

La tasa de ocupación en las 13 áreas subió al 60,8% de la fuerza de trabajo mientras en julio de 2022 se ubicó en el 58,9%. Unas 652 mil personas se ocuparon en el transcurso del año.

A partir de las cifras originales (no desestacionalizadas), se puede apreciar que la fuerza de trabajo ocupada se incrementó más que el conjunto de dicha fuerza de trabajo.

Sectorialmente, 12 de las 13 ramas económicas a las que el DANE hace seguimiento dentro de la Gran Encuesta Integrada de Hogares presentaron incrementos en la ocupación durante el último año. Los sectores de construcción, comercio y reparación de vehículos, alojamiento y servicios de comida y el de transporte y almacenamiento dan cuenta del 67% del incremento en la ocupación. La industria manufacturera y la agricultura, sumados, representaron el 9% del incremento en la ocupación.

El incremento de la categoría de obreros y empleados del sector privado y de los trabajadores por cuenta propia representó el 104% del incremento en la ocupación, contrarrestado por la disminución de la ocupación de obreros y trabajadores del gobierno, de los trabajadores familiares sin remuneración y de otras categorías de trabajadores. La informalidad sigue presentando niveles elevados.

La elevación de la ocupación de las mujeres fue superior a la de los hombres. Si bien se mantienen brechas importantes en materia de remuneración en contra de las mujeres.

Lo que indican estos indicadores

Está por verse hasta qué punto estas mejoras en los niveles de empleo corresponden a efectos de nuevas políticas. Entre otras cosas, porque el impulso a la agricultura, a la agroindustria, al turismo, a la transición energética, anunciado en campaña, no encuentra todavía una expresión concreta de política pública que supere el mero enunciado.

El Plan de Desarrollo es una primera herramienta, muy valiosa, para orientar la acción en materia de política económica, junto con la reforma tributaria aprobada. Pero la inercia de la estructura económica recibida por el nuevo gobierno, la férrea y feroz oposición a las reformas prometidas, los inevitables tumbos en el accionar de las fuerzas institucionales y políticas en razón del necesario aprendizaje en el manejo de la cosa pública y los efectos de la situación internacional sobre las variables económicas internas están dificultando la aplicación del programa de gobierno.

De ahí que el optimismo que generan las cifras sobre empleo no debe llevar al triunfalismo. Mucho más cuando no se perciben síntomas de reactivación económica por los mismos factores enumerados.

De todas maneras, sí se ha hecho

Nadie puede decir que el Gobierno no ha buscado cumplir su programa. En materia agraria, por ejemplo, el acuerdo para la compra de tierras apunta a un inicio de reforma agraria que les cumpla a los campesinos la eterna aspiración de tener tierra o de recuperar la que perdieron en razón de la violencia, lo que debería tener un impacto elevadamente positivo sobre la producción de alimentos y sobre el empleo. Pero es un programa fiscalmente muy costoso.

El investigador Mauricio Velásquez señala que «si bien es cierto que la compra de tierras debe seguir, el Gobierno necesita diversificar sus apuestas para lograr el acceso a tierras, formalizar las tierras y dar cumplimiento a los acuerdos de paz en materia rural». Y añade: «Hay tres tareas pendientes…En primer lugar…, lograr los consensos políticos para…una nueva ley de tierras…El segundo pendiente crítico…es el fortalecimiento de la institucionalidad para el barrido predial… Finalmente, el Gobierno tiene el deber de integrar desde Palacio la estrategia agraria y de seguridad».

La política para desarrollar la agroindustria, por su parte, pasa por el desarrollo de la política de tierras y por el impulso a la organización campesina mediante formas asociativas que hagan, a los productores agropecuarios directos de las materias primas, propietarios de los proyectos de transformación agroindustrial que se emprendan. La acerbidad de la discusión planteada por la oposición ante la iniciativa de la ministra de Agricultura de fomentar la organización campesina plantea un reto político de envergadura a las fuerzas del cambio.

En materia de reindustrialización, la política de transición energética debe ser uno de sus pilares, con lo cual se puede lograr el doble objetivo de desarrollarse y mitigar o detener el cambio climático.

En estos días, el propio presidente de la República lideró el lanzamiento de la política de turismo que, entre otras cosas, busca remplazar el ingreso de divisas del petróleo y del carbón y que, en el último período, presenta cifras positivas que, seguramente, incidieron en la elevación de los niveles de empleo.

Como se ve, sí se ha hecho, pero falta mucho. En la citada nota anterior de VOZ ya indicábamos la necesidad de acelerar la ejecución del presupuesto nacional como mecanismo de reactivación económica, ya no en los términos de la macroeconomía convencional de los ministros de Hacienda, afectos al modelo económico inequitativo y que poco estimula el desarrollo de la riqueza real, sino en los términos de la política prometida que anuncia la promoción del desarrollo con justicia social.

Si no se combinan bien las medidas coyunturales con la lucha por las reformas y su aplicación y con la política de mediano y largo plazo que -en un nuevo marco de organización política, social e institucional- modifique la estructura económica, las buenas noticias sobre el empleo no serán permanentes sino sólo flor de un día.

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