Homenaje al sacerdote revolucionario, cuya pastoral estuvo al servicio de los más humildes y marginados, señalándoles senderos de libertad y justicia social
Pablo Oviedo A
Para hablar de amor y sacrificio por el prójimo, siempre habrá que mencionar prioritariamente al padre Bernardo López Arroyave, más conocido como el padre Nacho, quien nació en Montebello, Antioquia, en un hogar humilde caracterizado por condiciones de pobreza extrema.
Animado por la praxis religiosa como sostén principal, su estirpe campesina posibilitó que desde muy joven no se arredrara ante las dificultades, de modo que vio en el trabajo fuerte una forma de vencer la miseria y de obtener algunas monedas con las que pudo pagar sus estudios.
Sin torcer sus objetivos, consiguió ingresar a la Pontificia Universidad Bolivariana a estudiar Derecho, pero luego de iniciarla, aquella carrera no llenó sus expectativas pues no era un medio muy adecuado para poder ayudar pronto y de manera efectiva a los más necesitados.
Un católico rebelde
Se retiró y decidió entrar al seminario de La Ceja, Antioquia, pues pensaba que la mejor opción de ayudar a los oprimidos era por la vía del sacerdocio. Siempre se refirió al seminario como una “celda” por las restricciones y situaciones adversas que en él se daban.
Para esa época, Bernardo ya leía los mensajes del padre Camilo Torres Restrepo que llegaban a sus manos en forma de folletos que circulaban de manera semiclandestina. En 1968 es ordenado sacerdote y celebra su primera misa en su tierra natal, para luego ser traslado a Puerto Berrio, donde hace parte del movimiento Golconda, liderado por monseñor Gerardo Valencia.
Este colectivo contemplaba la Teología de la liberación como la luz que permitía poner el sacerdocio al servicio de los más humildes y marginados, señalándoles senderos de libertad y justicia social. Desde la pastoral, Bernardo multiplicó el mensaje liberador.
En cumplimiento de sus labores religiosas y sociales, llegó a establecerse en Puerto Boyacá, Boyacá, en donde sus palabras y acciones dieron fruto rápidamente, hasta tal punto que los detentadores de poder lo consideraron un sujeto peligroso, por lo que su casa cural fue allanada y obligándolo a permanecer en ella hasta que la investigación avanzara.
Cada vez se hacía más evidente su compromiso con los menos favorecidos y el amor eficaz calaba cada vez con más fuerza en su ser ideológico.
Sacerdotes para América Latina
En esas calendas, los defensores del Establecimiento oligárquico colocaron un artefacto explosivo en la casa cural, la cual quedó semi destruida, pero Bernardo salió ileso.
Aquel percance obligó a sus superiores religiosos a trasladarlo a Cocorná, Antioquia, donde continuó con su pastoral liberadora, logrando cambiar muchas mentes. Para aquella misma época, conformó el grupo Sacerdotes para América Latina, SAL.
Bernardo partió siempre de la premisa de que Jesús era pobre y por eso él se debía a esas comunidades marginadas y humilladas. Su discurso acusaba a los actores de violencia como los terratenientes y paramilitares, nombrándolos como los promotores de la miseria y del sufrimiento del pueblo.
Las amenazas de muerte volvieron en contra suya y le tocó desplazarse de nuevo a Puerto Berrio, Antioquia, después a San Vicente de Chucuri, Santander, lugar en que los esbirros del régimen entraron a su cara cural y despedazaron todo. Aunque Bernardo hizo las denuncias respectivas, no causaron ningún efecto.
Luego fue nombrado párroco en Caracolí, Antioquia, pero los gestores de la muerte le siguieron el rastro, entonces se estacionó en Medellín y después viajó a Nicaragua donde desarrolló un gran trabajo pastoral, pero allá sintió la necesidad de volver a Colombia.
Radicado en Barrancabermeja, Santander, sus homilías comienzan a denunciar las amenazas en su contra. “Yo sé que me van a matar, ¿Cuándo?, no sé, pero me van a matar”, decía. Luego fue nombrado párroco en Sincelejo y después en Colosó, ambos municipios de Sucre.
En estas tierras caribeñas organizó varias cooperativas y alentó varias recuperaciones de tierras para impulsar la producción y el progreso, pero la gestora muerte fascista no le perdonó a Bernardo hablar del amor eficaz y del mensaje esperanzador del padre Camilo Torres.
25 de mayo de 1987
De nuevo fue amenazado y trasladado a Sincé, Sucre. En pocos meses se ganó el cariño y aprecio de los campesinos, con los que realizó trabajo de cooperativas y acciones agrarias basadas en la recuperación de tierras.
La gente de aquel municipio hablaba muy bien de él. Su nombre y pastoral liberadora cada vez se agigantaba más y ganaba el reconocimiento de los sectores populares sucreños, que lo respaldaban sin dudar.
Sin embargo, todo ello no fue obstáculo para que el 25 de mayo de 1987 dos extraños llegaran a Sincé para matarlo. Mientras uno de los sicarios le disparaba, el otro esperaba a pocos metros con la moto encendida.
Después de asesinarlo, se dieron a la huida a gran velocidad, sin contar con que un heroico burro se atravesaría en su trayectoria haciéndolos saltar de la moto violentamente. Esta situación fue aprovechada por la comunidad para atrapar a los homicidas y entregarlos a las autoridades. Lastimosamente el pobre animal perdió la vida, por lo que la comunidad en agradecimiento decidió hacerle un honroso entierro al sacrificado solípedo.
Se equivocaron los gestores de la muerte, porque el padre Bernardo López Arroyave no murió en los corazones de quienes luchamos e impulsamos nuevas auroras para las clases marginadas.
Su pensamiento y su ejemplo son enarbolados en las luchas campesinas, en las reivindicaciones de la clase obrera, en las movilizaciones del estudiantado y en cada gesta por la libertad y la justicia en pro de los sectores oprimidos.
La luz del padre Bernardo ilumina los caminos de Latinoamérica, igual que la de Camilo Torres Restrepo.