La participación de mujeres como espías, combatientes y apoyando a los soldados durante la campaña de Independencia de 1819 en Colombia, liderada por Simón Bolívar, fue crucial para la emancipación frente al dominio español
Anna Margoliner
@marxoliner
Con el grito de “Viva el Rey, abajo el mal gobierno”, reconoceríamos el inicio de un cisma que, conjunto a las revoluciones que ocurrían en Europa, condujo a una transformación del Virreinato de la Nueva Granada. Precisamente fue una mujer, Manuela Beltrán, quien arrancó el edicto real de la Plaza del Socorro, Santander, un 16 de marzo de 1781.
Más de treinta años después, la participación de las mujeres seguía siendo clave dentro de todas las disputas políticas que se dieron en adelante. No solamente en los roles que desarrollaron como espías, sino como esposas, madres, hijas y hermanas que apoyaron a los soldados en la campaña militar. Incluso, algunas también se midieron dentro de las batallas en pro de la Independencia.
Contexto histórico
La campaña de independencia de 1819 en Colombia, liderada por Simón Bolívar, fue un momento crucial en la lucha por la emancipación del dominio español. Comenzó en mayo de 1819, en un contexto de creciente descontento y resistencia contra la monarquía española en América Latina. Bolívar, junto con otros líderes independentistas, había estado planeando una ofensiva decisiva para liberar el territorio del Virreinato de la Nueva Granada (actual Colombia).
Geográficamente reconocemos hitos como el cruce del Páramo de Pisba, que fue uno de los momentos más destacados de la campaña. Bolívar y su Ejército atravesaron esta difícil y fría región montañosa, sorprendiendo a las fuerzas realistas que no esperaban un ataque desde esa dirección. Esta maniobra fue clave para el éxito de la campaña.
El 25 de julio de 1819, las fuerzas patriotas se enfrentaron a las tropas realistas en la Batalla del Pantano de Vargas. Esta batalla fue crucial para debilitar las fuerzas españolas y preparar el terreno para la confrontación final. Posteriormente, el 7 de agosto de 1819, se libró la decisiva Batalla de Boyacá. Bolívar y sus tropas lograron una victoria contundente sobre las fuerzas realistas, asegurando así la independencia de la Nueva Granada.
Tras la victoria en Boyacá, Bolívar convocó el Congreso de Angostura, donde se proclamó la creación de la República de Colombia, que incluía los territorios de la actual Colombia, Venezuela, Ecuador y Panamá. Esto sentó las bases para la independencia de otros países de la región.
En los campos
Como lo menciona Elsa Garzón, en su artículo Las mujeres en la independencia: un papel clave en la lucha libertadora¸ muchas mujeres participaron directamente en los campos de batalla aunque no haya llegado a nuestros tiempos la información de todas, algunas que destacaron siguen en la memoria regional:
“Hubo quienes participación en las campañas militares por la Independencia, ya sea en combate o como apoyo en el mantenimiento de las milicias. En el primer caso, se conocen a personajes como Juana Béjar y Simona Amaya, quienes lucharon en las filas patriotas del ejército comandado por Simón Bolívar en la Campaña Libertadora; y María Antonia Ruiz, quien convocó a hombres y mujeres a combatir al ejército realista en la Batalla de San Juanito de 1819, en el Valle del Cauca”.
“En el segundo caso, fueron importantes ‘Las Juanas’: grupos de mujeres que acompañaron a las tropas patriotas en las campañas militares y que apoyaban en labores como la cocina, el remiendo de ropas, los primeros auxilios, el reconocimiento de terreno, además de ser informantes de los movimientos realistas; actividades fundamentales para el funcionamiento de los ejércitos”.
Las tertulias en la ciudad
Muchas mujeres actuaron como espías y mensajeras, aprovechando su capacidad para moverse libremente y su posición social. Policarpa Salavarrieta, conocida como “La Pola”, es uno de los ejemplos más famosos. Ella recopilaba y transmitía información vital a los líderes independentistas. Durante los levantamientos, muchas mujeres ofrecieron refugio a los patriotas en sus casas para evitar que fueran detenidos por las fuerzas realistas.
Otras como Juana Velasco de Gallo y María Rosa Lazo de la Vega ofrecieron recursos económicos, alimentos, ropa y otros suministros a las tropas patriotas. Este apoyo fue fundamental para mantener a los ejércitos en marcha. Por su parte, Manuela Sanz de Santamaría (1740-1817) y Catalina Tejada organizaron tertulias literarias y reuniones privadas donde se discutían ideas revolucionarias y se planificaban acciones contra el gobierno virreinal.
La primera fue una destacada intelectual, políglota y figura influyente en Santafé de Bogotá durante el Virreinato de la Nueva Granada. Proveniente de una familia aristocrática, Manuela fundó la “Tertulia del Buen Gusto” en 1801, un espacio donde se discutían ideas de la Ilustración, el racionalismo y el naturalismo.
Estas tertulias eran cruciales para el intercambio de ideas revolucionarias y la planificación de acciones contra el gobierno virreinal. Manuela rompió con las normas sociales de la época al permitir la participación tanto de hombres como de mujeres en sus reuniones, fomentando así el debate y la construcción de ideologías que inspiraron a la generación de la Independencia
Catalina Tejada también jugó un papel importante en la independencia de Colombia. Aunque hay menos información detallada sobre ella en comparación con Manuela, se sabe que fue una de las mujeres de la élite criolla santafereña que organizó y participó en tertulias literarias y reuniones privadas. Ella, junto con otras mujeres como Andrea Ricaurte de Lozano y Francisca Prieto Ricaurte, contribuyó significativamente al movimiento independentista a través de su liderazgo y apoyo logístico.