El descenso continuo durante 18 meses del fenómeno inflacionario ha permitido a miles de familias mantener el poder de compra y superar la pobreza extrema
Iván Posada P.
El último informe del DANE sobre la inflación indica que, en agosto, no experimentó incremento con respecto al mes inmediatamente anterior. Según este informe, la inflación fue de cero, es decir, una familia pudo adquirir en agosto bienes y servicios por el mismo valor que en julio. El costo de la canasta básica permaneció constante, no perdió poder adquisitivo.
El fenómeno inflacionario, entre agosto del año pasado y este, descendió de 11,43 por ciento a 6,12 por ciento (gráfico 1), esto es, la disminución de la inflación fue de 5,3 puntos porcentuales. A la fecha, se completan dieciocho meses de reducción gradual, pero sostenida de la inflación. Esto permite deducir que el alza está bajo control y con gran probabilidad de llevarla al tres por ciento dentro de una año, meta fijada por el Banco de la República.
La inflación cero registrada en agosto de este año se debe, en parte, al crecimiento de la agricultura en el total de la economía. Esto ha llevado a la disminución de los precios al consumidor final, ya que los alimentos tienen un peso significativo en el valor total de la canasta familiar. Por su parte, el incremento del salario mínimo en los últimos dos años, superior a la inflación, ha favorecido preservar el poder adquisitivo de los asalariados, en condiciones de incrementos de la inflación en este lapso de tiempo. En cambio, los gastos de las familias en arriendo, servicios públicos, combustibles, restaurantes y hoteles han tenido un impacto negativo en este contexto.
Según el nivel de ingresos, los sectores más vulnerables y pobres experimentaron una inflación por debajo del total nacional, mientras que las familias de ingresos altos experimentaron índices más elevados.
Gráfico 1:

La canasta familiar
Las familias, al momento de adquirir los bienes y servicios para su subsistencia, experimentan el efecto del aumento de los precios de estos, es decir, la inflación. Dado que los hogares cuentan con recursos limitados, cualquier incremento de precios obliga a las familias a abstenerse de comprar algunos recursos o disminuir la cantidad y calidad de otros.
Dados los niveles de pobreza y pobreza extrema, medidos por los ingresos monetarios, estos segmentos de la población se ven privados de adquirir una canasta que asegure los mínimos para una vida digna. En 2023, en el total nacional, 5.785.529 de personas, el 11,4 por ciento de la población, estaban en situación de pobreza monetaria extrema, esto es, poseían un ingreso per cápita de $198.698. En condición de pobreza se hallaba el 33 por ciento de la población, con un ingreso per cápita de $ 396.864, según el DANE.
En estos dos casos, las familias sólo pueden acceder a una canasta básica alimentaria. Estas colectividades si desean adquirir una canasta con más bienes y servicios necesitarían que cuatro o cinco miembros estén trabajando o, por lo menos, aportando ingresos. De ahí la necesidad de la renta básica, el Sisbén y otros apoyos para garantizar un mínimo de subsistencia digna.

Fuente: DANE
El Banco de la República e inflación
La inflación está ligada a toda la actividad económica tanto de empresas, personas naturales y Gobierno. El salario mínimo y las mesadas pensionales, los peajes, las multas, los costos notariales, los impuestos nacionales y locales se incrementan anualmente de acuerdo con la inflación causada en el año inmediatamente anterior, es decir, al Índice de Precios al Consumidor, IPC.
Una vez el DANE publicó el comunicado, los representantes de los gremios económicos y la presidencia de la República, entre otros, enviaron mensaje al Banco Emisor para que este acelere la disminución de las tasas de intervención, ya que están dadas las condiciones para ello.
El presidente Gustavo Petro señaló al respecto que “ya no hay excusa para no bajar la tasa de interés y reactivar la economía”. El mensaje es claro, una de las causas del estancamiento de sectores estratégicos de la economía es que el capital no está dispuesto a invertir en su respectivo sector por las altas tasas de interés, entre otras motivaciones.
Así, por ejemplo, en vivienda, las constructoras no estiman rentable comprar insumos a altos intereses para la construcción y las familias, por su lado, se abstienen de adquirir hipotecas o préstamos para vivienda por el mismo motivo, los altos intereses. Ricardo Bonilla, ministro de Hacienda, es de la opinión que en la próxima junta del Banco de la República estas tasas se deben reducir en 0,75 por ciento.
Reactivación económica
Esta recuperación está estrechamente ligada con las tasas de interés. En el Pacto por el crédito ─que escribí en la edición 3238 de VOZ─ se estableció que cada sector priorizado negociará, por decirlo así, las reglas de juego, que dependerán de las actuales tases de interés. En efecto, para que este pacto por el crédito funcione es condición necesaria que el Emisor acelere la reducción de las tasas de interés, pues son el referente para estimular la inversión en los sectores regazados de la economía.
Con la inflación controlada, que protege el poder de compra de los colombianos, y una ruta clara de reactivación, producto de una acertada política económica, se van sumando factores para lograr mejores tasas de crecimiento en los próximos dos años.