Independientemente de los matices que se puedan dar en un inminente relevo generacional, Irán continuará manteniendo una política internacional independiente y antimperialista
Alberto Acevedo
Los interrogantes, que muchos analistas se hacen en torno al futuro de Irán, después de la muerte en un accidente aéreo del presidente de ese país, Ebrahim Raisi, son muchos. Desde las circunstancias mismas de su muerte, alrededor de la cual se tejen diversas hipótesis, hasta determinar quién será su sucesor y si el país mantendrá las mismas líneas de acción política que venía adelantando el gobernante islámico.
Claro que habrá cambios, y en dos direcciones: una, se elegirá nuevo presidente de la nación, para lo cual un consejo de asesores convocará a elecciones antes de cincuenta días, contados a partir de la fecha del fallecimiento del anterior mandatario. Otro, habrá relevo en el cargo del jefe espiritual de la revolución, que en la actualidad ocupa el Ayatola Alí Jamenei, que con 85 años de edad viene presentando quebrantos de salud.
En cuanto al primer aspecto, el hecho de que el aparato en que viajaba Raisi fuera el único precipitado a tierra, de las tres naves que componían la caravana y que sorteaban las mismas contingencias climáticas, llevó a que no pocos observadores hablaran de algún tipo de ataque o de un sabotaje.
Fuego amigo
El eje Washington-Tel Aviv, enemigos acérrimos de Irán, e incluso el gobierno de Azerbaiyán, vecino de Irán y aliado de Israel, o el régimen francés, aparecen como sospechosos de un atentado criminal en esa dirección.
Medios occidentales, en los días siguientes a la muerte de Raisi, llegaron a hablar de ‘fuego amigo’, aludiendo al hecho probable del disparo de un misil por alguno de los grupos terroristas que operan en la nación persa, vinculados a Isis, financiado por los sionistas.
Las mismas fuentes occidentales sugieren que tal ‘fuego amigo’ podría provenir de facciones políticas menos radicales que el sector representado por Raisi, que aparecía como el más firme candidato para suceder al Ayatola Alí Jamenei en el cargo de ‘líder supremo’ de la Revolución, al que además califican como el verdadero poder en la República islámica.
Especulan con que, muerto Raisi, se le abre el camino a la sucesión de Jamenei a su hijo mayor, Mojtaba Jamenei, una de las figuras más influyentes del país, a pesar de que no tiene ningún cargo oficial. Rara vez aparece en público y varios aspectos de su vida son un enigma. Las fuentes occidentales lo vinculan a los poderosos aparatos de inteligencia militar del gobierno persa. En todo caso, bajo la administración Raisi, se volvió poderoso entre las sombras.
Irán desmiente
Las autoridades iraníes desmintieron las anteriores versiones, a las que calificaron de infundadas y mendaces, aunque en relación con la posibilidad de un atentado contra el presidente, no afirmaron ni desmintieron la versión, y aseguraron que la investigación sobre las causas reales del accidente de la aeronave continúa.
En este contexto, la politóloga y orientalista Yelena Supónina, en declaraciones de prensa, aseguró que, fallecido el presidente, el rumbo político de Irán no cambiará significativamente. “La importancia de Raisi es mayor en la política interior de Irán; en política exterior poco cambiará. Aquí su rumbo coincide plenamente con lo que quiere y siempre quiso el ayatolá Jamenei como jefe de Estado, como líder supremo de Irán. El enfrentamiento con Occidente no fue una elección del propio Raisi, sino de Estados Unidos, que incluso antes de Raisi comenzó a aplicar tácticas más duras hacia Irán”, asegura la analista.
Otros observadores coinciden en señalar que la política exterior de Irán no va a ser modificada. La integración de Eurasia y el impulso hacia la multipolaridad están siendo impulsados hoy en día por tres actores principales: Rusia, China e Irán. En lo que a la nación persa compete, este es un principio inamovible.
Doctrina de Estado
Las tres naciones se encuentran interconectadas en bloques económicos poderosos como los BRICS y la Organización de Cooperación de Shanghái, OCS. Esta alianza se ha visto repotenciada con los acuerdos a que se llegó, hace dos semanas, durante la vista del presidente ruso Vladimir Putin a su homólogo chino Xi Jinping, donde se habló de un mundo multipolar, de la lucha por la paz mundial y el progreso social de las naciones.
La política internacional de Irán se basa en una doctrina de Estado incorporada a los principios básico de la Revolución islámica de 1979. Un eje fundamental de esa estrategia es haber adoptado una política antimperialista, una de sus banderas principales, ligada a la construcción nacional del país.
A raíz de la muerte del presidente Raisi, algunos sectores de izquierda recomendaron ser prudentes frente a un alineamiento incondicional hacia la Revolución islámica, puesto que allí se posicionó un Estado teocrático que persigue y encarcela a minorías nacionales, a sectores disidentes.
Sin hacer referencia a que algunos de estos sectores ‘disidentes’ son grupos contrarrevolucionarios financiados por la CIA norteamericana, hay que decir que lo que se rescata en este aspecto es la política internacional de Irán, que tiene como posicionamientos fuertes la lucha por la construcción de un mundo multipolar, el apoyo a los países en desarrollo, destacándose en este aspecto unas nuevas relaciones con Latinoamérica a través de Cuba, Venezuela y Nicaragua. Pero, ante todo, la fuerte solidaridad con el pueblo palestino y la lucha contra la política genocida de Israel.
Raisi practicó una política de alejamiento progresivo de la dependencia de Occidente, acercándose a otros escenarios; además de América Latina, al continente africano, donde se firmaron múltiples acuerdos de cooperación. Es importante destacar en este aspecto, la reanudación de relaciones diplomáticas con Arabia Saudita, buscando reducir un escenario de conflicto.
Hoy Irán es un interlocutor de primer orden en la actual proyección geopolítica internacional. No es gratuito que al funeral de Raisi asistieron cincuenta líderes y jefes de Estado de una pluralidad de naciones. En el momento en que se conoció la muerte del gobernante persa, en Teherán se realizaba una feria internacional del libro, con participación de dieciséis países y sesenta casas editoriales. Venezuela y México representaron la cuota latinoamericana.