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Héctor Abad Gómez, por Manuel Cepeda Vargas

Columna Flecha en el Blanco, publicada originalmente en VOZ N° 1451, del 27 de agosto de 1987

Hace once días, el 15 de agosto, estuve por última vez con Héctor Abad Gómez en los funerales del senador Pedro Luis Valencia.

Abad Gómez, en medio de la fortaleza que le era característica y del valor civil que siempre irradió, estaba conmovido. Y ahora ese hombre fuerte, que en el último Foro por los Derechos Humanos denunció sin trepidaciones las infamias del militarismo, acaba de ser acribillado junto a Leonardo Betancur y en momentos en que rendían postrer homenaje a Luis Felipe Vélez.

El general Padilla

En enero de 1986 Luis Felipe Vélez, presidente de la Asociación de Instituciones de Antioquia, fue sindicado públicamente como “subversivo” y “guerrillero” por el general Rafael Padilla Vergara, quien lo condenaba así a la represalia de la jauría que alimentan en la respectiva brigada. Ahora el designio del general Padilla se ha cumplido. Y tras Vélez, presidente de la CUT en Antioquia, han perecido Abad Gómez y Betancur.

La inspiración de las brigadas

Este martes 25 había comenzado con sangre. Demetrio Aldana, concejal de la UP en Planadas, fue acribillado por dos sicarios al amanecer. ¿Cómo los verdugos penetraron a esa población, fuertemente guardada por militares, sin que nadie los percibiera? ¡Absurda pregunta! Porque estas bandas vienen actuando con beneplácito militar. Y si no, que preguntemos quién ultimó al alcalde de la UP de Sabana de Torres, Álvaro Garcés Parra, el 16 de agosto: el sicario Raúl Bermúdez Alcántara, armado por órdenes de la Quinta Brigada, a través del capitán Luis Orlando Ardila Orjuela. Y si tenemos dudas aún, preguntemos quién masacró al senador Pedro Luis Valencia el 14 de agosto: un comando vestido con trajes policiales y que contó con la tradicional impunidad.

El plan de la ultraderecha

¿Qué buscan los patrocinadores de los sicarios? La “guerra de baja intensidad” que el imperialismo de los Estados Unidos viene aplicando en Colombia, como en otros sitios del continente, busca bloquear definitivamente el proceso de apertura y, segando la vida de la vanguardia y desestabilizando el país, propiciar una salida despótica. Lo que se persigue precisamente es taponar, mediante sangre, los canales por los cuales ha venido desenvolviéndose el accidentado ascenso de masas que ha vivido el país y mantener a Colombia sin el menor cambio.

Aplauso por la vida

Pero el 15 de agosto, al penetrar junto con Héctor Abad Gómez en el Cementerio de San Pedro con los despojos de Pedro Luis Valencia, un hecho nos llamó extraordinariamente la atención: el aplauso vibrante y unánime con que el pueblo de Medellín despedía al mártir. Alguien me explico: —Es una antigua tradición de nuestra ciudad: aplaudimos la vida y anunciamos que lo que vencerá es ella y no la muerte. Ese aplauso profundo e invencible que acompañó a Pedro Luis anuncia que no predominará el fascismo.

Frente contra el fascismo

Hasta hace poco caían solamente comunistas y revolucionarios radicales de diversas alas. Pero Héctor Abad Gómez, a todos sus títulos unía el de candidato del liberalismo a la Alcaldía de Medellín. Eso significa que el fuego hitleriano se extiende. Que los mejores hijos de Colombia, sean marxistas o socialistas, liberales o conservadores, anapistas o sin partido, son candidatos a perecer si no sabemos unirnos.

Barco es un pobre muñeco en la vorágine que él mismo ha contribuido a desatar. La única fuerza que puede cambiar el rumbo es la unidad combatiente del pueblo, que castigue a los sicarios y abra un nuevo camino.

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