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Haití, el saqueo y el olvido

Con la muerte de Toussaint Louveture comenzó la segunda fase de la revolución haitiana, con Jean Dessalines, Henri Christophe y Alexandre Petion

Leónidas Arango

En 1803, al finalizar la campaña de Napoleón en Saint-Domingue, el 85 por ciento del ejército expedicionario francés estaba fuera de combate o muerto, como el mismo Leclerc. El 1 de enero de 1804, el líder revolucionario Jean-Jacques Dessalines proclamó la independencia de la nueva nación, a la que dio el nombre aborigen de Haití, que significa “tierra montañosa”. Fue la primera república del mundo fundada por exesclavos y la primera en prohibir la esclavitud. Europa nunca iba a perdonar esta humillación.

Napoleón también iba a morir preso, como Toussaint Louverture (pero en 1821, a manos de los ingleses), y alcanzó a arrepentirse de su fracaso: “Fue un gran error buscar someter (a Haití) por la fuerza, yo debía contentarme con gobernarlo a través de Toussaint… Una de las más grandes locuras que hice y que me reprocho fue enviar un ejército a Saint-Domingue… Soy culpable de imprevisión, de no haber reconocido la independencia de Saint-Domingue y al gobierno de los hombres de color”.

Dessalines, Henri Christophe y Alexandre Petion mantuvieron la llama de la revolución en la isla. Desde París llegó un nuevo enviado con la misión de recuperar la colonia independizada y demostrar la capacidad de la “escuela francesa” (la misma que aplicaría en el siglo xx en Vietnam y Argelia): miles de haitianos fueron ahorcados, ahogados o quemados vivos en una guerra sin cuartel en la que Dessalines también impuso su orden masacrando a casi todos los últimos colonos franceses de la isla.

El fardo de la monarquía

En 1805, Dessalines promulgó una nueva constitución que establecía la libertad y la tolerancia religiosa y que lo nombraba Emperador de Haití. Cumpliendo los designios de Louverture por la libertad de los esclavos, apoyó materialmente la expedición de Francisco Miranda por la independencia de Venezuela, que terminó en fracaso.

No faltaron los conflictos internos durante los ensayos de Dessalines por consolidar la revolución, y cayó durante una sublevación militar en 1806. Desde entonces se generalizaron los choques con tropas negras acaudilladas por el general Henri Christophe, que tomó el poder en el norte y terminaría rodeándose de una corte a imitación de las monarquías europeas. Pétion, el líder de los mulatos y presidente en el sur, fomentó la escolaridad y realizó la primera reforma agraria de América Latina.

Petion dio apoyo económico y militar a Simón Bolívar en 1816, a cambio del compromiso de liberar los esclavos de Hispanoamérica. Jean Pierre Boyer, sucesor de Petion, expandió la reforma agraria basada en el sistema de plantaciones, ahora controladas por mulatos y negros, y anexó temporalmente la parte española de la isla, hoy República Dominicana.

Una pesadilla para Francia

Partidario de la concordia entre todos los habitantes de la isla de Santo Domingo, Toussaint Louverture asumió la lucha contra la esclavitud como una causa sagrada. Reunió en torno a él a los explotados arrancados de su tierra africana.

Fue contradictorio, como todas las figuras de la historia. Por ejemplo, no es fácil explicar por qué el antiguo esclavo terminó perdonando y ayudando a sus antiguos señores. Pero su herencia más importante es haber sentado las bases para la erradicación definitiva de la esclavitud en Haití, en América Latina y, por supuesto, en el Planeta.

Toussaint fue una pesadilla para la arrogante Francia, que cultiva su imagen como faro de Libertad, Igualdad y Fraternidad y que se trasnocha en nuestros días viendo cómo se diluyen los restos de su imperio colonial en África.

Haití: una tragedia tras otra

Desde principios del siglo XIX, Estados Unidos, Francia y otros países se negaron a reconocer la independencia de Haití porque era un pésimo ejemplo para los intereses esclavistas.

Bajo amenaza de guerra en 1825, Francia multó a Haití con el equivalente a unos veinte mil millones de dólares de hoy, que dejó hipotecadas las generaciones futuras, para indemnizar a los esclavistas. La economía haitiana no ha podido recuperarse hasta ahora.

Encima de todo, el país sufrió un rosario de ocupaciones militares y su vecino, el dictador dominicano Rafael Trujillo, ordenó asesinar con machete a entre nueve mil y veinte mil campesinos haitianos en 1937, a los que acusaba de robos. A mediados del XX, padeció una dictadura genocida sostenida por Estados Unidos y Francia.

A partir de 2004, y durante trece años, se desplegaron en Haití fuerzas de paz de la ONU, con los objetivos de estabilizar el país, desarmar los grupos irregulares, promover elecciones libres y fomentar el desarrollo. La misión fue acusada de violaciones de los derechos humanos, incluida la explotación sexual de menores.

Los años recientes han arrastrado una tragedia tras otra: huracanes, un terremoto devastador, una epidemia de cólera y un magnicidio a cargo de mercenarios colombianos, mientras los gobiernos dominicanos cierran la frontera con un muro en construcción. Haití permanece en el atraso bajo un bloqueo político intenso y un sistema judicial disfuncional.

La otra cara: Cuba ha cooperado con Haití, especialmente, en las áreas de mayor impacto como la salud pública, clave para la sostenibilidad y la estabilidad social de Haití. Desde 1988, ha mantenido en Haití una brigada de médicos y técnicos de la salud para apoyar de forma incondicional a su pueblo, incluso durante el impacto de eventos meteorológicos y sísmicos, brotes de cólera y la pandemia de covid-19. De universidades cubanas han egresado más de mil médicos y profesionales haitianos.

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Iósif Grigulévich, Luchadores por la libertad de América Latina, Moscú, 1988.

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