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Gramsci, una lectura vigente

El 22 de enero se conmemoran 131 años del nacimiento de Antonio Gramsci, una de las mentes más brillantes del marxismo en el siglo XX. ¿Por qué la obra publicada del italiano genera tantos debates historiográficos, en especial en América Latina?

Alejandro Cifuentes – Harold García Pacanchique

Antonio Gramsci, o Nino como era conocido en sus círculos más cercanos, nació el 22 de enero de 1881 en el seno de una familia humilde de Cerdeña, isla al sur de Italia, territorio excluido, agrario, feudal y atrasado. Su vida va a estar atravesada por su estado de salud, el cual se vio afectado luego de que su niñera lo dejara caer siendo un bebé, lo que acarreará una lesión en la columna vertebral que le impedirá su crecimiento.

El encarcelamiento de su padre llevó a la familia Gramsci a padecer las más profundas desigualdades que producía la exclusión agraria del sur italiano. Ya lo diría el profesor Jorge Luis Acanda, a Antonio se le podría definir como “pobre, discriminado y reflexivo”, elementos que lo llevaron a comprender la desigualdad y la lucha política para superarlas.

Su vida política

La condición de clase de Gramsci fue un elemento fundamental para su militancia política. Según indica el filósofo Néstor Kohan, Gramsci desde la corta edad de catorce años inició sus primeras lecturas socialistas expuestas en el diario socialista Avanti, el cual es enviado desde Turín por su hermano Genaro, quién residía en este centro industrial.

Su formación autodidacta lo destacó entre sus compañeros, y tras culminar sus estudios, en el año de 1911 obtuvo una beca universitaria que lo llevaría a Turín. Es allí, en el norte de Italia, que Nino radicalizó sus posturas políticas. Tras matricular “Literatura y Lingüística” se vinculó de manera activa a las filas del Partido Socialista Italiano.

Tras el estallido de la primera guerra mundial en 1914, Antonio pasó al ala radical socialista que se oponía a la guerra, y que luego le plantó cara a la avanzada fascista.

Para 1915 su militancia era de tiempo completo, por lo que dejó la universidad. Se dedicó activamente al periodismo, tanto en Avanti como en la revista L’Ordine Nuovo, donde también trabajaban Angelo Tasca, Umberto Terracini y Palmiro Togliatti, los cuatro locos a los que Lenin les daría la razón: “debemos decir a los camaradas italianos que lo que corresponde a la orientación de la Internacional Comunista es la orientación de los militantes de L´Ordine Nuovo y no de la actual mayoría de los dirigentes del PSI”. Durante estos años Gramsci se dedicó a la difusión de la Revolución soviética, y se vio inmerso en el levantamiento obrero turinés de 1919.

Luego de la derrota de los consejos de fábrica, Gramsci, junto con el grupo de L’Ordine Nuovo, impulsó en 1921 la fundación del Partido Comunista de Italia (PC’dI), tras romper con la vieja dirigencia socialista que no radicalizaba sus posiciones contra el fascismo.

Ante el avance de Mussolini, Gramsci propuso la tesis de los frentes unitarios para combatir el fascismo, la necesaria unidad del movimiento obrero y campesino, posición que lo llevó a una seria discusión con el secretario general del PC’dI, Amadeo Bordiga, quien desde un expreso sectarismo se negaba a construir un pacto clasista contra Mussolini.

En diciembre de 1923 Gramsci viajó a Moscú, donde se enteró del desarrollo político del proceso soviético y sus planteamientos frente al fascismo. A su retorno a Italia, Antonio logró una posición favorable en la discusión política interna del Partido, que llevó a la salida de Bordiga, asumiendo en 1924 la Secretaría General de la organización comunista, al tiempo que fue electo como diputado al parlamento.

La importancia de sus acciones públicas como parlamentario lo pusieron en la mira del régimen fascista, que en noviembre de 1926 lo condenó a veinte años de cárcel, donde su salud empeoró, llevándolo a la muerte en 1937.

Los “Cuadernos”

Antes de su detención, Gramsci había producido una gran variedad de escritos como periodista y polemista, pero su obra principal fue producto del trabajo en la prisión. Allí entre 1929 y 1935 redactó 29 cuadernos de notas, a lo que se suma la correspondencia con familiares y allegados.

Gramsci logró permiso para escribir en su celda en febrero de 1929. Aunque, según se ve en la correspondencia, desde 1927 tenía ya un plan de estudios sobre el origen y las características de la intelectualidad italiana, la lingüística comparada, la obra de Pirandello, y la literatura y la cultura popular.

Cuando comenzó a escribir, Gramsci incluyó en su plan el estudio del fordismo, la historia y la historiografía. Y para 1930, en una carta le decía a su cuñada que se concentraría en el estudio del rol de la intelectualidad italiana hasta el siglo XVIII, haciendo especial énfasis en el Renacimiento y Maquiavelo.

Los primeros escritos eran inicialmente anotaciones para la elaboración futura de textos. Pero con el tiempo, y tras el deterioro de su salud en 1933, Gramsci fue redactando textos más elaborados en sus cuadernos, con apuntes metodológicos y planes de trabajo para las temáticas planteadas previamente, aunque nunca dejaron de tener el carácter de borradores.

La publicación en Italia

Tras la muerte de Gramsci, Togliatti y Tatiana Schucht, con el apoyo del gobierno soviético y la Internacional, recuperaron los manuscritos y los llevaron a Moscú en 1938, donde una comisión decidió publicar las notas carcelarias y la correspondencia.

Tras el fin de la guerra, el proyecto se hizo realidad. Con el apoyo de Giulio Einaudi, editor e importante figura de la intelectualidad radical antifascista italiana, se publicó en 1947 la correspondencia, y entre 1948 y 1951 los cuadernos en seis tomos agrupados de la siguiente manera: 1. El materialismo histórico y la filosofía de Benedetto Croce; 2. Los intelectuales y la organización de la cultura; 3. El Risorgimento; 4. Notas sobre Maquiavelo, sobre la política y sobre el Estado moderno; 5. Literatura y vida nacional; y 6. Pasado y presente. De esta forma se buscó homogeneizar las notas de forma temática en tomos independientes, pero en esta decisión Gramsci no tuvo incidencia alguna.

En 1975 el Instituto Gramsci y la editorial Einaudi realizaron una edición crítica en cuatro tomos preparada por Valentino Guerratana. En esta los textos se presentaban tal como fueron escritos y en el orden cronológico en que Gramsci los produjo. Además, se acompañaron de un índice temático y notas aclaratorias.

Los “Cuadernos” para hispanoparlantes

La obra de Gramsci ha sido popularizada en español gracias a las antologías y compilaciones publicadas por editoriales como Grijalbo, Siglo XXI y Crítica, un tipo de ediciones que presentan serias limitaciones.

Sin embargo, la obra completa también se ha publicado desde fechas tempranas. En 1950 la editorial bonaerense Lautaro editó la correspondencia, y en 1958 comenzó la publicación de los Cuadernos en español. Esta edición fue dirigida por el comunista Héctor Agosti y contó con el trabajo de traducción de Isidoro Flaumbaum, Raúl Sciarreta y José Aricó. Esta traducción se basó en la edición temática italiana en seis tomos, y hasta 1961 lograron publicar cuatro de ellos. En 1975, la editorial mexicana Juan Pablos reprodujo la edición argentina, y completó la colección con una traducción propia de los dos tomos restantes.

La edición crítica de los Cuadernos llegó al público hispanoparlante en 1981. La editorial Era comenzó a publicar una versión española en seis volúmenes de la edición crítica del Instituto Gramsci preparada por Guerratana con traducción de Ana María Palos.

Hasta hoy, esta es la mejor edición para el estudio de las potentes ideas revolucionarias del comunista italiano. Además, esta obra se ha venido complementado con la edición en español de numerosos textos de juventud de Gramsci, como la polémica con el Mussolini socialista o los balances de la experiencia revolucionaria turinesa de 1919.

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