Tan pronto pasa el 8 de diciembre, el dios Momo se toma la ciudad de Barranquilla y todos los municipios del departamento del Atlántico. La ciudad entonces pasa del ambiente propio de una fiesta religiosa a las manifestaciones carnavaléricas: las distintas danzas y comparsas, izan sus banderas en sus respectivas sedes. Todo el entorno urbano, entra en una especie de gozadera interminable, que solo pone fin la muerte de Joselito- el muerto que tiene más dolientes en todo el mundo.
Este año los carnavales se inician la noche del viernes 28 de febrero. Las festividades cuentan con la reina Margarita Díazgranados Gerleín. Como siempre, los ritmos del maestro Peñaloza se convierten en el himno que desata la rumba y marca los compases de todos los bailarines que inundan calles y callejuelas del contagioso entusiasmo que posee a nativos y extraños durante esos cuatro días.
Todos en estos días recuerdan a Esthercita Forero, la llamada Novia de Barranquilla, porque ella introdujo una innovación que caló profundo en la cultura y la mentalidad de los curramberos: La Guacherna, desfile nocturno que se desarrolla nueve días antes de la Batalla de Flores. Ese inicio desboca los corceles de la gozadera y preanuncia la festividad grande.
Desde el viernes por la noche la urbe se convierte en un inmenso salón de baile, donde las orquestas y conjuntos liberan la música que pone a bailar a todos. Durante la Batalla de Flores a lo largo de más de 40 cuadras, desfilan danzas, cumbiambas, comparsas, cada una con su propio grupo de músicos. La reina del carnaval y las reinas de los barrios en sus carrozas derrochan alegría y estimulan a los disfraces enmascarados y a los zoomorfos burros, toros, tigres, marimondas. Lugar destacado en el desfile lo ocupan las danzas del Torito y la del Congo Grande, que tienen más de 120 años de existencia.
