jueves, mayo 2, 2024
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Fútbol para lograr la equidad

En conversatorio, en la Universidad Nacional, se evidenció la problemática de las futbolistas para obtener su dignificación laboral

Juan Carlos Hurtado Fonseca
@aurelianolatino

Un recorrido por la historia del fútbol femenino en Colombia, sus obstáculos, la invisibilización y la normatividad para encontrar igualdad en las condiciones de las deportistas con respecto a las de los hombres fueron algunos de los aspectos que tocaron Manuela Acosta, exfutbolista profesional; Gabriela García, historiadora; Karena Caselles, magistrada auxiliar de la Corte Constitucional; Michelle García, deportista y activista de la Fundación TransformandoNOS; y Ruth Lora defensora de derechos laborales, en el conversatorio Fútbol femenino género y derechos, realizado en la Universidad Nacional el 19 de octubre.

Inicialmente, Gabriela García habló de su libro A las Patadas, en el que caracteriza la manera como se ha abierto campo en Colombia el fútbol practicado por mujeres, desde 1949, trabajo en el que confirma la invisibilización que ha tenido este deporte al ser practicado por mujeres, que aunque nunca fue prohibido, sí hubo interés por parte de la institucionalidad de impedir que las mujeres jugaran fútbol.

Discurso global

“Los primeros registros son de 1942 en Bucaramanga, antes de la profesionalización del fútbol practicado por hombres, donde había mujeres que estaban jugando fútbol. Las mujeres no están entrando en este deporte, llevan jugando fútbol desde que el fútbol, como lo conocemos, existe”, comenta la historiadora.

En Colombia, tiene un auge en los años cuarenta y hay reportajes sobre mujeres jugándolo en Barranquilla, en Cali, sin embargo, en 1951 la Liga de la Decencia, organización de las esposas de los políticos del Partido Conservador, dijo que no era un deporte para mujeres, “y empiezan a construir cuerpo, a decir que no se puede, que es muy difícil, que es peligroso, que se les va a salir el útero, lo que se enmarca en un discurso global, pues en esa época en países como Brasil y Alemania se estaba prohibiendo el fútbol practicado por mujeres; estaban diciendo que por ley las mujeres no podían jugar este deporte porque afectaba su cuerpo, y el Estado era el responsable de controlar estos cuerpos”, agrega Gabriela García.

Cortos calendarios

Por su parte, Manuela Acosta aseguró que, aunque se ha crecido en términos de dignificación, aún se está lejos si se compara con los hombres. “El escenario más complejo para nosotras sigue siendo la incertidumbre en los calendarios, y tiene mucho que ver con poder sostener, no solo una competencia durante los cuatro meses, sino prepararse para ser deportista de alto rendimiento. Siempre estuvimos expuestas porque en las primeras ligas no se reconocían los escenarios de las pretemporadas. Hoy hay dos figuras de vinculación: jugadora aficionada a prueba, que muchas veces se utiliza de manera errónea o como un ahorro de costos, y eso nos deja desprotegidas porque al margen de no tener un salario, una no tiene las condiciones que trae un contrato”.

Manuela evidenció que el ecosistema del fútbol femenino tiene varias ramificaciones y que no solo están afectadas las futbolistas, sino fisioterapeutas, entrenadoras y otras profesionales. Además, comentó que las futbolistas que sufren lesiones en su trabajo, muchas veces son retiradas de los clubes o no las vuelven a contratar, incluso pasando por encima de la normatividad.

Sobre cómo ve el fútbol femenino, Manuela dice que más importante que ganar un Mundial, este es una excusa para alcanzar la equidad de género, que más allá del deporte es una gran plataforma que permite unir diferentes esfuerzos para avanzar en ese objetivo.

“La sororidad no ha sido sencilla, por eso al gremio le han dado tan duro. Nosotros hemos tenido mucha compasión con nuestras colegas porque no todas están listas para la lucha, o no todas están listas para lo bélico y para sacar sus posiciones porque les ha sido muy difícil llegar allá”, anota la jugadora en retiro.

A la acción

De izquierda a derecha Manuela Acosta, Gabriela García, Karena Caselles, Michelle García, Ruth Lora y Luisa Fernanda Niño. Foto J.C.H.

A su turno en el uso de la palabra, Michelle García, politóloga integrante de la organización TransformándoNOS, quien se hizo tenista profesional luego de que su mamá no le permitiera jugar fútbol, contó un episodio que la marcó luego de la pandemia de Covid: “Las mujeres estaban luchando para tener una liga de por lo menos dos meses para poder devengar un sueldo, mientras que los hombres que ganan en promedio 500 millones de pesos estaban luchando para que no les bajaran el salario. Dos meses y el resto del año tenían que entrenarse por su parte, tenían que buscar torneos de fútbol aficionado para poder tener continuidad deportiva y competitiva, y además tenían que tener varios trabajos y estudiar”.

Ante la problemática, Michelle explica que desde su organización crearon líneas de acción para impactar a tres generaciones diferentes y no enfocarse solamente en las profesionales, sino en las pioneras, en todas las mujeres violentadas e invisibilizadas y en la generación que se está haciendo visible.

“Diseñamos un programa donde les brindamos formación en emprendimiento, liderazgo, habilidades socioemocionales, habilidades para la vida porque entendemos que todo el sufrimiento y toda la violencia y los diferentes tipos de violencias que estas deportistas vivieron durante tantos años, es por esa falta de acceso a las posibilidades, a la información y a la formación”, señaló Michelle.

Al mismo tiempo, desarrollan un torneo de fútbol femenino de élite: División Avanza, que funciona como un complemento de la Liga Profesional: “Les brindamos producción y transmisión de los partidos, uniformes diseñados para mujeres, hidratación de primer nivel, snacks nutritivos porque muchas no tienen para comer o el transporte-, y tenemos becas con universidades a nivel nacional e internacional en diferentes programas de formación”, indicó.

La abogada Ruth Lora aseguró que el Estado tiene unas instituciones totalmente patriarcales y que existen muchas sentencias y normas para proteger los derechos de los trabajadores y las trabajadoras, y para protegerlas de las distintas violencias que se sufren al interior de sus espacios de trabajo, independientemente del tipo de contrato que tengan: “Las brechas salariales de las mujeres de este país y del mundo entero son ampliamente conocidas. Existe una brecha de más del 20% salarial entre hombres y mujeres”.

Un problema del capital

A su vez, Karena Caselles evidenció las contradicciones que hay entre la normatividad y la realidad en relación con las libertades laborales e hizo un pequeño recuento de luchas de mujeres por sus derechos, como las madres comunitarias, las trabajadoras domésticas, para concluir que las futbolistas resisten ante la misma problemática.

“Entonces esas mismas coordenadas que miro en esas luchas de las mujeres son las mismas que encuentro aquí, mujeres que dan la cara que son las futbolistas, pero también están las entrenadoras, las médicas, las fisioterapeutas que se encuentran en un escenario absolutamente masculinizado y eso en el derecho se llama profesionales sexuadas. Es decir, que tienen más o menos derechos dependiendo de si se acercan más o menos al ideal femenino. Entonces, aquellas actividades deportivas que se acercan a lo más femenino tienen mayores derechos: ejemplo, el patinaje artístico”.

Finalmente, luego del intercambio de percepciones, Ruth Lora hizo un cuestionamiento, a propósito de que el fútbol sea un deporte que avasalla multitudes o un show con mucha fortaleza económica: “Precisamente es una industria multinacional, ¿cuáles son los monstruos con los cuales en el fútbol femenino y a nivel mundial nos tenemos que enfrentar y se tienen que enfrentar estas mujeres?

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