domingo, diciembre 1, 2024
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Freno a la deforestación

El Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible ha revelado las cifras en las que se evidencia una reducción del 36 por ciento de la deforestación en el país y en un 54 por ciento en tres años acumulados. Sin embargo, la meta del Gobierno nacional sigue siendo cero hectáreas de bosque destruidas

Óscar Sotelo Ortiz
@oscarsopos

Son buenas noticias para Colombia, la humanidad y la naturaleza. De acuerdo con lo revelado por el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, la deforestación se redujo en todo el país en un 36 por ciento. Estos indicadores, verificados por el Sistema de Monitoreo de Bosques y Carbono del Ideam, corresponden a los mejores registros desde hace 23 años.

Lo anterior significa que cerca de 44.261 hectáreas (ha) de bosque dejaron de ser taladas, pasando de 123.517 ha deforestadas en 2022 a 79.256 ha en 2023. Además, las cifras en la Amazonía colombiana son sobresalientes, pues se pasó de 71.185 ha deforestadas en 2022 a 44.274 en 2023, una reducción correspondiente al 38 por ciento y acumulada en dos años del 61 por ciento.

Si se considera que entre 2021 y 2023 hay una disminución de la deforestación del 54 por ciento, el Gobierno nacional ya superó la meta trazada en el Plan Nacional de Desarrollo, que estableció como objetivo un descenso del 20 por ciento con relación al 2021.

Las causas

Según el Fondo Mundial para la Naturaleza, WWF por sus siglas en inglés, la deforestación es la conversión directa y/o inducida de la cobertura de bosque a otro tipo de ecosistema. Comúnmente esta práctica se realiza para dar paso y desarrollar actividades agrícolas, ganaderas, urbanísticas o mineras.

A propósito de la expansión de tierras agrícolas, fundamentalmente para implementar cultivos de soja, palma de aceite y otros, se considera una de las principales razones en la pérdida de bosques en América Latina. También, se identifica a la ganadería como una causa de la deforestación, pues grandes extensiones de árboles son taladas para la cría de ganado, especialmente en países como Brasil y Argentina.

Finalmente, la minería y la urbanización contribuyen a la deforestación, pues la extracción de recursos naturales y el crecimiento urbano requieren la intervención de áreas forestales a partir de la tala de bosques.

“Cada año, el mundo pierde alrededor de 10 millones de hectáreas de bosques y Colombia no es una excepción. En 2022, el país perdió más de 123 mil hectáreas de bosque y, aunque en 2023 esa cifra se redujo 36 por ciento, llegando a 79.256 hectáreas perdidas, continúa la afectación a la biodiversidad, los ecosistemas y las comunidades”, advierte la organización no gubernamental.

La estrategia exitosa

El Colibrí Pico Espada habita Los Andes y el Arco Amazónico, siendo fundamental en la conservación de los ecosistemas. Foto Wikimedia Commons

En la presentación de los positivos indicadores, la ministra de Ambiente Susana Muhamad puntualizó que hay una asociación directa entre la paz y la contención de la deforestación. “Hay dos factores fundamentales que tienen que ver con este resultado: avances en términos del proceso de paz y el fortalecimiento de los acuerdos de conservación, especialmente en el Arco Amazónico”, dijo la jefa de la cartera.

Sobre este segundo punto, ha sido fundamental la puesta en marcha del Plan de Contención de la Deforestación elaborado por el Ministerio de Ambiente, que tiene dentro de sus estrategias el programa Conservar Paga, triplicando los incentivos para las comunidades que se comprometen con la protección de los bosques; la agenda ambiental para la paz; el fortalecimiento institucional en los territorios; la investigación criminal y el despliegue de la fuerza pública en acciones en defensa de la naturaleza.

Por su parte, WWF destaca lo alcanzado en varios Parques Nacionales Naturales, PNN, incluyendo las Serranía de La Macarena, de Chiribiquete, Tinigua y en la Cordillera de Los Picachos. “Esta disminución en la pérdida de bosque se ha consolidado a través de estrategias de conservación y la implementación de políticas públicas orientadas a la protección de la naturaleza”, dice la organización.

Igualmente, se destaca el papel de las organizaciones comunitarias que habitan el 57 por ciento de los bosques amenazados. Para WWF, es fundamental contar con el compromiso de resguardos indígenas, territorios colectivos de comunidades negras y zonas de reserva campesina. Son casi 533 actores territoriales participando en la conservación y monitoreo de bosques.

Al respecto, el presidente Gustavo Petro se pronunció desde su cuenta en X. Si bien destacó los buenos resultados obtenidos, advirtió que la meta es “llegar a cero para mantener el pulmón del mundo”.

Oxígeno y lluvias

El ingeniero químico, activista, defensor de los árboles y exdirector del Jardín Botánico de Bogotá, Herman Martínez, coincide con el presidente Petro en que la meta de reducción de la deforestación en la Amazonía debe ser cero. No obstante, analiza dos impactos positivos con las cifras publicadas por el Gobierno nacional: se mantiene la producción de oxígeno y se estabilizan las lluvias.

“Hay que tener en cuenta dos funciones fundamentales que toda la selva Amazónica le brinda al planeta. La primera es la producción de oxígeno, que junto con los océanos nos mantiene un ecosistema atmosférico que permite garantizar la vida. También es importante destacar el papel que cumplen los bosques en la reducción de los contaminantes, porque nosotros necesitamos capturar el Dióxido de Carbono, CO2, y otros materiales que flotan y fluyen en la atmosfera producto de la actividad humana”, analiza Martínez.

La segunda función de la selva Amazónica es la generación de lluvias en todo el país. “Los dos océanos evaporan el agua, esta se traslada como vapor en el aire y cuando llega a esa zona boscosa, ese aire viene ligeramente más caliente y choca con la selva, que con sus árboles reduce la temperatura, produciendo una precipitación, una lluvia inicial. El Amazonas guarda toda esa agua y la va transpirando de manera natural. Esa respiración permanente va formando las nubes que con las corrientes de aire termina en muchos otros ecosistemas del país. Luego nosotros lo recibimos como lluvias y el agua que consumimos”, explica Martínez.

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