viernes, abril 19, 2024
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Florece la juventud en los campos

Entre la represión y el abandono

Segunda escuela juvenil agraria en el Cauca.
Segunda escuela juvenil agraria en el Cauca.

Jaime Muñoz

Los pobladores rurales colombianos y en particular el campesinado tienen unas posibilidades productivas muy limitadas, herencia de políticas aplicadas desde algunas décadas atrás y que no le permiten enfrentar la liberalización comercial. Esta tendencia se mantiene actualmente teniendo como ejemplo la permanente reducción del presupuesto nacional para el sector agrícola, la negativa al reconocimiento de sus actores y sus reclamos, además de la pobreza que en el campo supera el 50%.

Si partimos de que no se trata de algo novedoso y que por el contrario es la continuación de la política de extinción del campesinado junto a sus formas de producción, encontraremos un elemento que se ha estado aplicando de manera silenciosa sobre los jóvenes rurales, evidenciado en la desatención estatal, la represión y el abandono que busca generar la migración, el desarraigo y desaparición del joven rural obteniendo como producto una victoria estratégica, pues intenta sacar de sus tierras a sus futuros productores.

Reducción de la población juvenil en el campo

En los últimos cincuenta años la población colombiana ha quintuplicado su tamaño, sin embargo, la población rural no ha crecido de manera sustancial y continúa produciendo los alimentos para un porcentaje significativo de la población nacional. Esto quiere decir que mientras hace 50 años la relación entre productor y consumidor era de dos a uno, hoy en día es de uno a seis. Para el 2030 se puede prever que esta relación será de uno a diez, según cifras del tercer laboratorio de paz.

De alguna manera, esta problemática puede entenderse en vista de que las habilidades y destrezas adquiridas en el sistema escolar, en general, están muy poco relacionadas con las necesidades de desarrollo local, los jóvenes rurales que reciben su educación en la ciudad tienden a quedarse allí. Luego de haber estudiado, quedarse en el campo es una alternativa que no resulta demasiado atractiva en vista de que las labores rurales siguen estando asociadas al desgaste físico excesivo y la escasa retribución económica. De hecho, el estatus de la educación como una válvula de escape a la vida de los padres, es un incentivo adicional para la migración, el envejecimiento de la población rural y la obsolescencia del desarrollo agrícola como forma de vida.

Por otro lado, el desplazamiento, la migración y el hecho que algunos miembros de la familia se dediquen de manera transitoria o permanente a actividades diferentes a las agrícolas, especialmente los jóvenes, está creando una ruptura generacional y un estancamiento en los procesos de socialización e investigación, aprendizajes propios de la cultura campesina y responsables de la permanente renovación de su corpus de conocimiento, necesario para responder a los cambios ambientales, económicos y de consumo.

Empobrecimiento de los jóvenes rurales

Desigualdad y pobreza constituyen la realidad social y económica de buena parte de la población rural. La mayoría de los hogares rurales (65%), viven en condiciones de pobreza o de pobreza extrema (33%) y sin acceso a servicios de calidad. Estos factores han contribuido a la violenta historia política del país. El sector rural colombiano se caracteriza por la baja calidad de vida de la mayoría de la población campesina, causada por la falta de disponibilidad de tierra, de servicios básicos apropiados, educación y salud de calidad, infraestructura, crédito, entre otros. En resumen, una política de desatención estatal a esta población, en función de objetivos estratégicos como la apropiación de tierras y el montaje de nuevas formas de producción donde el actor central no sea el campesinado.

De manera particular, la pobreza rural de jóvenes suele ser muy sensible a los grandes ajustes estructurales que se han venido desarrollando el último tiempo, mientras el agro pierde su competitividad en el mercado, las condiciones laborales se vuelven más inseguras, insatisfactorias y poco atractivas para los jóvenes. El trabajo remunerado al que tienen acceso los jóvenes rurales, suele ser de carácter temporal, con escasas condiciones laborales de estabilidad y en ocasiones la irresponsabilidad empresarial expone su seguridad física, por el uso de químicos y pesticidas perjudiciales para la salud.

La juventud ha sabido mantenerse en el campo

A pesar de este panorama, los jóvenes rurales han sabido resistir, promoviendo acciones de todo tipo de iniciativas, en función de intereses comunes para el mundo rural. Basta no más recordar el decoroso papel jugado por los jóvenes del Catatumbo en el 2013, el fuerte rechazo de la política agraria de Santos expresado en el paro nacional agrario y popular promovido por organizaciones como la Mesa Nacional Agropecuaria y Popular de Interlocución y Acuerdo (MIA), el Coordinador Nacional Agrario (CNA) y las Dignidades Agropecuarias, que visibilizaron aún más la presencia histórica de miles de jóvenes que se sumaron a estos actos de descontento.

Hoy existen experiencias valiosas que han ubicado como tarea central el fortalecimiento, de sus componentes juveniles, a partir del fortalecimiento ya sea de sus comités, comisiones, o el impulso de grupos juveniles o la articulación de expresiones artísticas y culturales junto a los procesos históricos, y el impulso con ello de escuelas, talleres, campamentos, festivales y encuentros con metodologías propias que permiten acercar a los jóvenes al conocimiento y profundización de la realidad rural.

Mantener y propiciar este tipo de iniciativas podría contrarrestar el desarraigo, acentuado sobre la población juvenil rural. La existencia del campo y sus actores pasa indiscutiblemente por la existencia y permanencia de los jóvenes rurales.

La paz, una nueva realidad

Los procesos de paz con las insurgencias, abren nuevas posibilidades de disputa por elementos que en la historia del movimiento agrario fueron parte inseparable de sus luchas. La reforma rural integral, los derechos sociales y económicos para la población rural, la participación política, la educación rural, etc., que en gran medida se reconocen dentro de los acuerdos entre las FARC-EP y el gobierno nacional y sin lugar a dudas serán un punto de partida para los nacientes acuerdos con el ELN. Esta realidad ubica a la población juvenil rural en un escenario donde la paz es la garantía para iniciar un proceso de transformación de la realidad juvenil en el campo.

La nueva realidad a construir deberá catapultarse a partir de la consecución de esos elementos básicos por los que jóvenes se han movilizado en el transcurso de la historia del movimiento rural, y que hoy en gran medida son parte integrante de estos acuerdos. Es momento de poner en la disputa por una nueva patria, toda la alegría, toda la fuerza y entrega de los jóvenes rurales.

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