Pobre aniversario del TLC con EEUU
Alfredo Holguín*
En la IV Cumbre de las Américas (2005, Mar del Plata), nuestros movimientos sociales, en unidad de acción con algunos sectores de la burguesía nacional del Cono Sur, derrotamos el ALCA. Los gringos, que ya habían colocado peón en quinta con el Tlcan (Nafta), el Plan Colombia y el Plan Puebla Panamá, ante las dificultades políticas en su otrora dócil patio trasero, cambiaron de táctica para impulsar al ALCA, aceleraron el TLC con Chile y forzaron el Cafta en Centroamérica.
Con los TLC bilaterales, se inició una etapa de ‘negociaciones’ a cuentagotas y a puerta cerrada, donde un puñado de burócratas se dedicó a entregar la soberanía a los intereses de los EEUU, la Unión Europea y sus transnacionales. No obstante, lo que sucedió en América Latina fue una radicalización de la lucha popular, dándose un salto desde las luchas reivindicativas hacia las luchas políticas, lo que también frenó la táctica de los TLC; sin embargo, la oligarquía colombiana, en contravía del resto del continente, eligió continuar adelante con la iniciativa recolonizadora.
Pero tampoco la tuvieron fácil, pues un amplio bloque, liderado por la izquierda, se enfrentó al TLC desde la pelea callejera, la lucha parlamentaria y jurídica retardando ocho años su firma. En el periodo entre el 2004 y el 2012, logramos denunciar y obligamos a incorporar una serie de protocolos y pies de página, que además de denunciar la terrible situación laboral y de derechos humanos, hoy, en el proceso de implementación del TLC, son una importante herramienta de lucha.
A un año de la firma del TLC, el Gobierno nos invita cínicamente a ver el vaso medio lleno. Argumento mediocre, que lo único que busca es esconder el fracaso de los argumentos con los que justificaron su firma. Al recordar los ríos de miel que nos prometieron en el 2004 y los resultados del primer año de entrada en vigencia, queda en evidencia el carácter tramposo y entreguista de nuestra mal llamada clase dirigente.
Veamos un breve balance retrospectivo de las argucias:
1. Nos dijeron que la consigna era exportar o morir. La cartilla neoliberal sentenció que para poder desarrollar el país la clave era la exportar. Para entonces, rebatimos este argumentando indicando que era una mentira afirmar que había causalidad directa entre exportaciones y crecimiento, pues para entonces las exportaciones, como componente del PIB, eran del 18% mientras que dicho componente en el Japón era del 11%, y eso no nos convertía automáticamente en una economía desarrollada.
Hoy, con TLC en implementación, las exportaciones están por debajo de hace una década, pues por el contrario, de acuerdo con United States Census Bureau (Ver: http://www.fas.usda.gov/gats/default.aspx),las ventas de productos colombianos a EEUU, en marzo del 2013, cayeron el 18%, comparadas con las del mismo mes en 2012, esto es, sin TLC. La otra cara es el crecimiento de productos norteamericanos, en un 9,31%, deteriorando la balanza comercial de bienes con EEUU. Los datos oficiales norteamericanos indican que las exportaciones desde Colombia a los EEUU se redujeron en un 4.5%. (Ídem). Así las cosas, el argumento era a todas luces contradictorio.
2. Prometieron que, con aranceles cero, inundaríamos el mercado de los EEUU. Primero demostramos, con cifras y argumentos serios, que aun sin el TLC, las medidas de apertura económica implementadas por Gaviria quebraron la agroindustria colombiana. En segundo lugar, dejamos sin piso el supuesto de que con el TLC ocuparíamos nuestra mano de obra (barata), pues omitieron que los tratados de EEUU con países asiáticos también dejaron muy mal parado el sueño de las maquilas centroamericanas, que rápidamente se trastearon a Asia.
Tercero, también dijimos que la reducción y eliminación de los aranceles profundizaría el desmoste del sector real de nuestra economía. El petróleo, el banano y las flores, entre otros productos, no necesitaban TLC para ser exportados. Por el contrario, el efecto evidente es que son los gringos quienes comienzan a inundar nuestros mercados con productos masivos esenciales del sector agroalimentario y de la industria (agro)química, productos que, en el pasado, en parte, producíamos nacionalmente.
Hoy, por ejemplo, en el agro las importaciones han crecido un 70%, con tendencia a empeorar, pues no podemos olvidar que cada año se bajarán las cuotas y se desgravarán más productos provenientes de los EEUU.
3. Plantearon que las ventajas comparativas nos harían competitivos. En ese sentido, desde el Comité Colombia de Lucha Contra el ALCA y el TLC expresamos que “el gobierno colombiano incurría en un error al vendernos la idea de que el mundo estaba regido por la ventajas comparativas, pues se advirtió que en un mundo expuesto a las limitaciones de la demanda efectiva (consumo), las relaciones comerciales están determinadas por ventajas absolutas”.
Quedó por el suelo la retórica vacía que decía que era una fortaleza ser un paraíso tropical, pues el Almanaque Bristol, para calcular los días de lluvia, no tiene nada que hacer frente a la tecnología de punta, los subsidios y medidas proteccionistas de los EEUU. El resultado es patético, pues no hemos inundado las tiendas gringas con uchuvas ni lechona tolimense enlatada. Son pobres los ejemplos para hablar de los éxitos del TLC, pues se trata de productos que alimentan mercados de nicho, que no son permanentes y, por el contrario, cada vez vemos más los productos gringos atestando nuestras tiendas.
4. Sentenciaron que nuestro comercio con los EEUU era inevitable. En la actualidad, Ecuador tiene una economía en ascenso y, al igual que muchos países del Cono Sur (con la poco honrosa excepción de Chile), ninguno ha firmado un TLC con EEUU y no tenemos noticia de que haya sucedido alguna hecatombe.
En el 2004, repitieron hasta el cansancio que, dado que el 44% de las exportaciones colombianos iban a los EEUU, entonces el comercio con los gringos era inevitable, y por ello, era inevitable también firmar el TLC. Pero la trampa estaba en que no discriminaron las exportaciones de hidrocarburos y otros productos del sector primario del resto, que representaban apenas un 8%.
Así las cosas, es claro que los gringos no dejarán de importar productos que necesitan de la minería, como es el caso de sus relaciones con Venezuela y, además, en buena medida son sus transnacionales quienes controlan la explotación y exportación en Colombia con jugosos contratos leoninos. La tan ensalzada Alianza para el Pacífico, que en realidad es la alianza de los nostálgicos del ALCA, también contribuye a confirmar la falacia de la inevitabilidad comercial con los gringos.
5. Afirmaron que el TLC era necesario para asegurar las preferencias arancelarias. Demostramos que las cacareadas ventajas de las preferencias arancelarias (ATPA y Atpdea) eran más cuento que realidad. En ese momento, los beneficios reales del Aptdea no excedieron los USD 60 millones, mientras que sectores importantes, como la química básica, incrementaron sus importaciones desde EEUU hacia Colombia, por valor de USD 978 millones y 1.182 millones por concepto de farmacéuticos y agroquímicos.
Además, la mofa de los gringos fue tan grande que 6.300 productos del universo ‘beneficiado’ con las preferencias no se producen en Colombia. Tampoco se produjeron los famosos 800 mil nuevos empleos que produciría el Aptdea. Es elemental, pues nada de esto saldrá de la retórica mientras los EEUU y la Unión Europea no eliminen los multimillonarios subsidios a su producción nacional. El TLC, en vez de crear empleo, ha destruido miles de plazas de trabajo.
6. Pronosticaron que el TLC cubriría de miel y de toda clase beneficios a los colombianos. Un año después, nos dicen que las uvas están verdes, que el TLC es un bebé de un año, que hay que esperar, que nos afecta la crisis de los EEUU, y que pata tin que pata tan. Lo real es que unos cuantos empresarios criollos, con sede en Miami, cambiaron de actividad, muchos reconvertidos como parte de la cadena de importación y hoy participan del proceso de intermediación, con buenas ganancias. Los importadores de arroz son un puñado de empresarios, un oligopolio, al que poco o nada le importa la suerte de la productores naciones y mucho menos la suerte de los trabajadores.
En conclusión, las importaciones colombianas desde los EEUU han aumentado de manera considerable en un año de implementación del TLC y, ante la disminución de nuestras exportaciones, aumenta nuestro déficit en la balanza comercial. La apertura económica y el achicamiento del Estado arrojaron a millones de pobladores a la pobreza y a la miseria; además, comprometieron seriamente la soberanía nacional y la soberanía alimentaria.
Sin temor a equivocarnos, podemos afirmar que, entre más avance la implementación de este TLC y los otros que ya están firmados, más se deteriorará nuestra situación económica y, como consecuencia, vendrá la quiebra de los productores nacionales que aún queden en pie.
No hay otro camino que juntar las rebeldías, organizar la izquierda y hacer un frente común con sectores afectados por el neoliberalismo, para alcanzar un gobierno que reverse estas medidas. La lucha por la paz no es ajena a lucha contra estos mecanismos del neoliberalismo salvaje, que ahondan parte de las causas que originaron el conflicto social y armado.
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* Coordinación Europea PCC/JUCO