Costeño, periodista, cuentista y novelista, Gabriel García Márquez continúa siendo una figura fundamental en la literatura mundial. A cuarenta y dos años de recibir el Premio Nobel de Literatura, su escritura sigue presente en cada hogar colombiano
Valentina Bolaño Senior
@Vale_BoSe
“En cada línea que escribo trato siempre, con mayor o menor fortuna, de invocar los espíritus esquivos de la poesía, y trato de dejar en cada palabra el testimonio de mi devoción por sus virtudes de adivinación, y por su permanente victoria contra los sordos poderes de la muerte”, así concluyó Gabriel García Márquez su discurso de aceptación del Premio Nobel de Literatura en 1982, en el cual destacó su vida en las letras y en el realismo mágico.
Oriundo de Aracataca, Magdalena, él escribió numerosas novelas, cuentos y obras periodísticas que transitaron por la realidad de América Latina, mientras combinaba con desbordante magia, mitos y costumbres. Con La hojarasca, su primera obra literaria, García Márquez se apuntó, con sus rasgos característicos, al realismo mágico.
Este se retrata de manera espléndida en su obra maestra Cien años de soledad. En ella trabajó por más de veinte años, donde recrea la saga familiar de los Buendía en Macondo, pueblo trasunto de Aracataca.
De manera circular, Gabo relató la profundidad del ser humano, las costumbres caribeñas, las tradiciones familiares y la situación política del siglo XX en Colombia, mientras se enfrascaba en apariciones y circunstancias fantasiosas. Sigue la fórmula narrativa del realismo mágico, iniciada con las crónicas del descubrimiento del continente, las cuales estaban plagadas por leyendas y elementos sobrenaturales.
“La violencia y el dolor desmesurados de nuestra historia son el resultado de injusticias seculares y amarguras sin cuento, y no una confabulación urdida a 3 mil leguas de nuestra casa. Pero muchos dirigentes y pensadores europeos lo han creído, con el infantilismo de los abuelos que olvidaron las locuras fructíferas de su juventud, como si no fuera posible otro destino que vivir a merced de los dos grandes dueños del mundo. Este es, amigos, el tamaño de nuestra soledad”, comenta García Márquez en su discurso del Premio Nobel.
Por tal razón, Cien años de soledad es considerada por la Real Academia de la Lengua Española, como la novela más importante escrita en lengua castellana, después de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, de Cervantes.
El boom latinoamericano
En la década de los años 60 y 70, con una dinámica situación política en América Latina, tales como la triunfante Revolución Cubana de 1959, existió un movimiento literario que situó la literatura latinoamericana como un referente a nivel mundial. “Permitió dar a conocer a autores hispanoamericanos más allá de sus países, (…) Estos escritores, influenciados por los movimientos de vanguardia de Europa, supieron readaptarlos a su realidad cultural, social y política para crear una literatura con unas características propias”, expone la Universidad Internacional de la Rioja.
Gabo, junto con Mario Vargas Llosa, Elena Garro, Julio Cortázar, Rosario Castellanos, Carlos Fuentes, María Luisa Bombal y demás escritores y escritoras fueron parte del boom.
Gabo, el periodista
“Considero que mi primera y única vocación es el periodismo. Nunca empecé siendo periodista por casualidad ─como mucha gente─ o por necesidad, o por azar: empecé siendo periodista porque lo que quería era ser periodista”, dijo en 1976 en Radio Habana.
Con veintiún años de edad, comenzó a escribir en El Universal de Cartagena, “La nota que se publicó por fin en la página editorial no tenía nada que ver con la que yo había escrito. Entre los remiendos del maestro Zabala y los del censor, lo que sobró de mí fueron unas piltrafas de prosa lírica sin criterio ni estilo y rematadas por el sectarismo gramático del corrector de pruebas”, decía en su libro Vivir para contarla.
En medio de una plática sobre el mundo editorial, un amigo de Mauricio Montiel Figueiras, escritor y editor mexicano, le preguntó a rajatabla a García Márquez: “Y a todo esto, ¿cómo se definiría usted: como escritor o como periodista?”, a lo que contestó sin titubear: “Pues como periodista, claro”.
Como periodista se afinó su curiosidad por las historias llamativas. Contar noticias, contar historias, contar, contar y contar lo convirtieron en uno de los periodistas más importantes para Colombia y América Latina.
Su crítica manera de ver el mundo y la política lo llevaron a escribir en diversos periódicos del país, asimismo, comprometido con la verdad y la Revolución Cubana, Gabo, amigo de Fidel Castro, participó en la fundación de Prensa Latina.
“El periodismo merece no sólo una nueva gramática, sino también una nueva pedagogía y una nueva ética del oficio, y ser visto como lo que es sin reconocimiento oficial: un género literario mayor de edad, como la poesía, el teatro y tantos otros”, dice Gabo en una conversación con Figueiras.
“La hermandad entre literatura y periodismo fructificó en tres libros que evidencian lo aprendido en las diversas redacciones: Relato de un náufrago (1970), Crónica de una muerte anunciada (1981) y Noticia de un secuestro (1996)”, dice Figueiras en el Confabulario.
En la pantalla chica
Gabriel García Márquez y su obra Cien años de soledad vuelven a ser tendencia gracias a su adaptación a la pantalla chica.
Con gran expectativa, los millones de seguidores del realismo mágico recibieron la obra audiovisual de Netflix, que cuenta con dieciséis capítulos que narran la historia de los Buendía y Macondo. Se hace curioso que, en vida, el autor no aceptó su adaptación, pues pensaba que era imposible adaptar la vertiginosa historia en tan solo dos horas de película.
Por tal razón, el argentino Alex García López, director de la serie, decidió que debía ser contada en dieciséis horas y así precisar los detalles de la obra maestra de Gabo.
Aunque habrá críticas frente al megaproyecto, la serie, que termina siendo digna al libro, tal como lo señala Figueiras, abre una ventana para que las nuevas generaciones sigan leyendo a Gabriel García Márquez y al caribe colombiano. “Este es, amigos, es el tamaño de nuestra soledad”.