El 60 por ciento de las personas asesinadas por la ocupación sionista, son mujeres, niñas y niños. Esto evidencia la magnitud de la tragedia
Luz Marina López Espinosa
Desde el 7 de octubre de 2023 hasta hoy, todos los días nos informamos del horror que deja el martirologio que sufre el pueblo palestino por cuenta del genocidio que ejecuta la entidad sionista.
Hay imágenes que resultan insoportables. Las de las mujeres abrazando a sus pequeños en medio del asedio de las bombas y bajo los escombros de las edificaciones destruidas. El agresor está en su propósito descaradamente enunciado de exterminar a Palestina y su pueblo, empeño que no repara en géneros; conmueven los cientos de rostros de las mujeres que con angustia miran al cielo y siguen la trayectoria de la aeronave que pronto arrojará su carga mortífera.
Impotencia internacional
Cerca del 60 por ciento, de los más de 50 mil asesinados por la ocupación, son mujeres, niñas y niños. Este dato escalofriante evidencia la magnitud de la tragedia que sufren las palestinas, sobre la cual guardan silencio personas y organizaciones que en otras circunstancias se reclaman humanistas. Este genocidio también deja al descubierto el poder del sionismo como aparato político y económico, que ha hecho de la verdad una moneda de cambio al servicio de sus intereses.
Es una paradoja desconcertante que todas las instancias que representan la jurisdicción internacional y, de alguna manera, a los pueblos del mundo, se han pronunciado en contra del genocidio del pueblo palestino sin que eso signifique nada concreto. Es decir, no vienen acompañadas de acciones desde las altas instancias de poder para ponerle freno a la ignominia. Sin embargo, la opinión unánime es que Israel viola cínica y deliberadamente el derecho internacional.
En tal sentido, se han manifestado infinidad de veces la Asamblea General de las Naciones Unidas; el secretario general António Guterres; el Consejo de Seguridad, donde los Estados Unidos tienen el poder de veto; el Consejo de Derechos Humanos de la misma ONU; la Corte Internacional de Justicia; la Corte Penal Internacional; el Comité Internacional de la Cruz Roja y las Altas Partes Contratantes del Cuarto Convenio de Ginebra, al igual que numerosas organizaciones civiles regionales y globales que velan por los derechos humanos.
Desde luego también son importantes las acciones adelantadas por los órganos especializados del sistema de la ONU, como la Unesco, Unicef y la FAO. Especial reconocimiento tiene la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo, UNRWA, instancia clave que no solo está en el territorio como testigo excepcional de las atrocidades que allí se cometen, sino como víctima del sionismo de acuerdo con las calificaciones hechas por el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu, que la ha estigmatizado como una agencia del terrorismo.
Lo sorprendente es que la valoración de la entidad sionista no queda solo en palabras, sino en atroces hechos como bombardeos a las instalaciones y vehículos de la UNRWA, asesinato de más de 250 empleados y colaboradores que trataban de paliar la indescriptible situación humanitaria.
Paradojas
En los diagnósticos realizados no se resalta en profundidad que una buena parte de las mujeres palestinas tienen necesidades específicas, como los controles prenatales indispensables, la alimentación especial en el período de gestación y los controles ginecológicos de rutina.
Las mujeres están privadas de estos servicios médicos, máxime hoy si consideramos que uno de los crímenes más abominables que comete Israel en Gaza es utilizar el hambre como un arma de guerra en contra de la población. Según la ONU, miles de toneladas de alimentos se pierden por el cerco y las agresiones de los sionistas. El mismo organismo cifra en 180 mujeres que diariamente dan a luz en Gaza en medio de esas carencias.
“En Gaza, las mujeres no podemos cubrir nuestras necesidades más básicas y sencillas: comer bien, beber agua potable, acceder a un inodoro, darnos una ducha, cambiarnos la ropa”, es el desgarrador testimonio de una mujer gazatí a ONU Mujeres.
Pero sigamos con las paradojas. Una mujer con posición de poder en el escenario mundial, la expresidenta chilena Michelle Bachelet, quien en la actualidad es la Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, con autoridad ha documentado los horrores que padecen las mujeres en Gaza, quejándose de la impunidad que cubre esos crímenes y de la impotencia de su agencia para revertir ese estado de cosas.
Igual reclamo hace el secretario general António Guterres. Ambas autoridades denuncian la detención arbitraría, sin juicio ni cargos, de mujeres con sus niños, de periodistas y trabajadoras humanitarias, sometidas muchas veces a agresiones sexuales y vejámenes. Por otro lado, se constatan cerca de 160 casos de niños secuestrados por la ocupación sionista, sin que nadie, ni siquiera sus padres, pueda tener acceso a ellos.
Territorios ocupados
De una u otra forma, todas las altas instancias mencionadas, y que con competencia se han pronunciado sobre la desastrosa situación que se padece en Gaza, coinciden en el hecho inaceptable de que tal Estado persista con el genocidio frente a una tímida reacción de la comunidad internacional.
La única salida es que el mundo imponga a Israel el cese de la ocupación, que acate las resoluciones de las Naciones Unidas ─comenzando por la 181 de 1947 que viabilizó la creación del Estado judío─, junto con los fallos de las cortes internacionales y de la normativa universal que en forma exhaustiva reglamenta la guerra y la paz.
Un capítulo especial en este genocidio será la aplicación del Crimen de Guerra en contra de Israel, incorporado en el derecho internacional en el IV Convenio de Ginebra de 1949 y por el Estatuto de Roma de 1998 que dio origen a la Corte Penal Internacional. La entidad sionista también es responsable del despojo y desplazamiento del pueblo palestino ante la creación de asentamientos que terminan colonizando los territorios ocupados.