lunes, noviembre 17, 2025
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El retrato poliédrico de una ausencia

Una película inspirada en una narrativa borgesiana, que invita al público a hacer intervenir su propia imaginación para encontrar un puerto de salida

Juan Guillermo Ramírez

Hay películas que empiezan con un estallido y muchas que culminan en el final. Hay menos que deslumbran con un punto medio orgiástico y deliberadamente calibrado. Esto convierte a la cautivadora y cambiante épica Trenque Lauquen de Laura Citarella, en una rareza.

Un cine de corte literario, inspirado en una narrativa borgesiana, es marca distintiva de algunas obras de la productora independiente ‘El Pampero’. Otra característica es la duración de sus metrajes: 13 horas y media para La flor (2018) de Mariano Llinás; 4 horas 20 minutos para Trenque Lauquen (2022) de Laura Citarella, presentada en el pasado Festival de Cine de la Universidad Central.

A pesar de esa duración, las historias propuestas por esta directora en un guion escrito con Laura Paredes fluyen con agilidad, están imbricadas entre sí y se enriquecen mutuamente a través de flash-backs imaginativos, que los espectadores quedan cautivados por la búsqueda que emprenden dos hombres amantes de una misma mujer, la cual ha desaparecido por voluntad propia, sin que ninguno de los dos acierte a comprender el porqué de esa huida.

El guion

Trenque Lauquen (laguna redonda, en mapuche) es la ciudad en la provincia de Buenos Aires donde llegan Rafael y Ezequiel en busca de Laura. Los dos indagan con foto en mano si la gente del lugar la ha visto, a ella se le muestra, en otro plano temporal, concentrada en una doble búsqueda minuciosa y obsesiva: en el relevamiento de plantas para ubicar una orquídea pendiente de clasificar; en la ubicación de correspondencias amorosas o mensajes ocultos entre las hojas de libros viejos de la feminista bolchevique Aleksandra Kolontái sobre la emancipación sexual de la mujer.

Hay otras tramas secundarias, amoríos de otros tiempos que destiñen sobre la pareja Ezequiel y Laura como formas de posesión o encantamiento, y entrecruces del pasado y el presente como en un relato inquietante de Henry James: “Otra vuelta de tuerca”, 1898) o una película de Truffaut (La habitación verde, 1978), director al que Laura Citarella rinde tributo en la forma y en el recurso de una voz en off para adentrarnos en las historias que encadena de modo cautivador y envolvente.

En este laberinto narrativo, Citarella invita al público a hacer intervenir su propia imaginación para encontrar un puerto de salida. Un desafío fascinante. Una mezcla de romance y thriller de ritmo lento, narrada en dos partes separadas desde dos perspectivas, la búsqueda de una mujer desaparecida.

Desde el principio dejamos de preocuparnos por si la encuentran o no, ya que el viaje hacia la verdad es donde reside toda la diversión. Esta hipnótica mezcla de cine realista y terrenal con surrealismo fantasioso tiene susurros de Miguel Gomes o Alice Rohrwacher.

El guion de Citarella se lee como una novela policíaca, salvo que no hay asesino ni víctima, y no estamos seguros de que haya un crimen. Laura y Ezequiel desenterraron toda la correspondencia privada y los registros públicos que pudieron encontrar sobre la pareja que tuvo una aventura.

Las dos partes

Examinaron cada palabra e imagen, especularon, imaginaron y teorizaron, pero ¿llegaron a comprender siquiera el objeto de su obsesión? Tanto Rafael como Ezequiel creen compartir un vínculo íntimo con Laura, solo para darse cuenta de que apenas hablan de la misma persona.

La destreza con la que Trenque Lauquen está construida se demuestra en que no está dividida arbitrariamente en mitades; la división es deliberada y existe una distinción tonal, narrativa y temática entre las dos partes. Además de la presencia constante de Laura y Ezequiel, cada parte también presenta un conjunto diferente de personajes principales.

La Parte I tiene una mayor presencia de figuras masculinas, con Rafael y, especialmente, Ezequiel compartiendo igualdad con Laura, mientras que la Parte II tiene un protagonismo más femenino, con Laura y otros personajes femeninos tomando las riendas. Cada parte teje su propio misterio, además del misterio central de lo que le sucedió a Laura. La primera parte presenta una trama que podría haber salido de una novela de Nicholas Sparks. Laura, mientras investigaba a la revolucionaria rusa Alexandra Kollontai para su próximo éxito radiofónico, descubre una carta de amor oculta en su ejemplar de la biblioteca del libro de Kollontai, “Autobiografía de una mujer comunista sexualmente emancipada”.

La protagonista es una exploradora, una aventurera capaz de encontrar mundos nuevos y desconocidos, del presente pero también del pasado. Lady Godiva y Aleksandra Kolontái, dos personajes reales cuyas historias forman parte de la película. También están Carmen Zuna, una misteriosa maestra y Elisa Esperanza, cuya historia es la más sorprendente de toda la película.

El rodaje

Hay misterio, hay espacio para maravillarse, hay ambigüedad, hay curiosidad y ganas de contar historias hasta perderse en ellas. “Sentía que quería estar con ellas. Quería ser ellas. Yo era ellas”, dice Laura fascinada por las dos mujeres que ha conocido. Algo de lo que producen también las historias de Trenque Lauquen: Queremos estar con esas historias, queremos ser esas historias, somos esas historias. Una fascinación genuina y definitiva por el arte de narrar.

Así como Jean-Luc Godard aseguraba que toda película era el documental de su rodaje, uno podría pensar a Trenque Lauquen como el registro de un proceso que llevó muchos años, que se inició con el final de Ostende y siguió el hilo invisible de la vida de Laura, en esa ficción que dejan todos personajes tan solo con su existencia. Laura Citarella siguió pensando en su camino en paralelo al propio con los años; Laura Paredes fue dando vida a esas Lauras de ficción que habitaron en la imaginación de ambas.

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