Los 7.400 participantes en la Asamblea Nacional y Popular por las Reformas Sociales, la Paz y la Unidad, realizada en Bogotá, respaldaron las propuestas de cambio y las reformas que cursan en el Congreso de la República. Además, rechazaron el golpe blando contra Gustavo Petro y se comprometieron con la unidad y la movilización permanente
María Arango Valdés
Este balance se escribe desde la emoción suscitada el primer día del encuentro de los colombianos reunidos en la Asamblea Nacional por Las Reformas Sociales, la Paz y la Unidad.
Al llegar a las puertas de la Universidad Nacional y unirse a las filas de mujeres que ingresaban, inició una vivencia existencial maravillosa. Centenares de mujeres ─mestizas, trigueñas, negras, morenas, pieles canelas, así como somos las latinas, y también blancas como las criollas─, se destacaban por su presencia erguida y una actitud que denotaba su alegría, el placer de hacer parte de la comunidad colombiana que acudía al llamado de unidad y a la defensa de las reformas. Este fue el primer impacto del evento.
Arte y pueblo
Ya en el recinto engalanado y multicolor, con las pancartas y telas que expresaban la defensa del Gobierno de Petro, y la presencia de las organizaciones que concurrían a este llamado de unidad, los globos rojos y el bastón de la Guardia Indígena, todo esto hacía parte del lenguaje artístico, de las Artes Visuales que nos deleitaban. Esta es otra concepción de una exposición popular pictórica combativa, ligada a la lucha inmediata. Me ofrecían nuevas formas de disfrutar el arte pictórico.
Los hermosos sombreros nos decían, solo ellos, de qué región provenían los asistentes. Sus trajes, sus collares, sus bufandas nos llevaban a tierras lejanas de donde habían llegado para encontrarnos, para saludarnos, para estrechar nuestras manos y para darnos un cálido abrazo fraternal.
Cada uno de los que participábamos de la explicación del Plan Nacional de Desarrollo por el director nacional de Planeación, que no es otra cosa que la propuesta del gobierno del Pacto Histórico, nos nutrimos de la verdadera verdad, de lo que ha hecho y está haciendo el Gobierno en favor del pueblo. Despejó las mentiras del poder económico que quiere mantenernos dormidos y engañados.
Los funcionarios explicaron los grandes avances en tan solo dos años de gobierno. Nos dieron claridad de cómo la gran prensa engaña y envenena. Todas estas explicaciones son temas que llevamos a nuestros territorios para compartirlos con nuestros compañeros, camaradas, hermanos y ciudadanos en general, llamado genuinamente pueblo.
Todo este ambiente, esta atmosfera que nos daban los agitadores de consignas, los aplausos llenos de energía, nuestros puños en alto, los vendedores de nuestra prensa revolucionaria, también los minutos de silencio por nuestros ausentes, agitaban mi corazón. Hubo un momento solemne al corear nuestro himno nacional y la Internacional en el que se canta que “el hombre del hombre es hermano”, donde se habla “que cese la desigualdad”, todo esto me llenaba de emoción. Todos a una, coreamos nuestra solidaridad con Cuba y Palestina libre.
De pie por mi tierra
Una mujer soprano canta en medio de la multitud que, extasiada, la escucha, es casi un momento de conexión con el universo.
Como el momento en que nos ponemos de pie, al entrar la Guardia Indígena cantando su himno: “¡Guardia, guardia, fuerza, fuerza, por mi raza, por mi tierra!”, momento en que nos entrelazamos con nuestros hermanos indígenas, nosotros mestizos llenos de orgullo de que seamos pares, iguales, colombianos, pueblo combativo.
Poco después llegó nuestro presidente Gustavo Petro Urrego, quien nos saluda y, con una intervención clara y directa, didáctica y combativa, se compromete plenamente a defendernos contra la injusticia y la desigualdad. En su discurso, denuncia los planes de la derecha para asesinarlo o dar un golpe de Estado, con el objetivo de sacarlo de la presidencia genuinamente obtenida por el voto popular.
Nos llama a defender nuestra carta de ruta, la Constituyente del 91. Nos convoca a organizarnos para la lucha en pro de la defensa de nuestra propuesta de construir un país incluyente, democrático y en paz. Llama a la conversa y a la defensa de nuestros derechos y nos dice, finalmente, que la historia la escribimos en las calles.
Inolvidable jornada. ¡Una expresión cultural extraordinaria! ¡Esta sí es la expresión de una nueva cultura de Paz! Queda claro que el acuerdo nacional es con el pueblo. Queda claro que el pueblo mandata y el Gobierno cumple.