La elección del secretario del Senado como jefe del Ministerio Público salva los muebles y se constituye en una jugada maestra de realismo político
Federico García Naranjo
@garcianaranjo
El Senado de la República ha elegido como nuevo procurador General de la Nación a Gregorio Eljach, exsecretario de esa corporación. El procurador se elige de una terna que, como lo establece la Constitución, se integra por un candidato postulado por la Corte Suprema de Justicia, otro por el Consejo de Estado y otro por el presidente de la República.
En esta ocasión, Eljach fue propuesto por el presidente Gustavo Petro en una hábil jugada política que, si bien no nos proveerá del procurador soñado ─un jurista de excelsas capacidades, independiente e inmune a toda crítica─, sí garantizará que, al menos, el Ministerio Público no siga siendo utilizado por la ultraderecha como una herramienta de persecución política y entorpecimiento de la gestión del Gobierno. O al menos eso esperamos. ¿Qué significa la elección de Eljach?
Los antecedentes
La decisión del presidente Petro de designar a Gregorio Eljach como candidato a la Procuraduría obedeció básicamente a la necesidad de detener la posibilidad de que alguno de los otros dos candidatos fuera elegido. Recuérdese que tanto Luis Felipe Henao, postulado por el Consejo de Estado, como Germán Varón Cotrino, por la Corte Suprema de Justicia, son dos redomados politiqueros provenientes de las toldas de Cambio Radical, el partido de Germán Vargas Lleras.
Era predecible que la elección de cualquiera de estos dos personajes, incluso teniendo en cuenta el distanciamiento que en los últimos años han tenido Vargas Lleras y Varón Cotrino, hubiera supuesto entregarle el principal órgano de control a uno de los sectores más corruptos de la política nacional. Una Procuraduría de Henao o de Varón hubiera supuesto la perpetuación de la decadencia de la institución, profundamente cuestionada los últimos años por las administraciones del fanático Alejandro Ordóñez, el gris Fernando Carrillo y la corrupta Margarita Cabello.
En particular, esta última ha utilizado la entidad no solo como fortín clientelista, sino como arma arrojadiza contra el Gobierno y la bancada del Pacto Histórico, convirtiéndose en uno de los arietes más peligrosos en la estrategia de lawfare. Por ello, era predecible que Henao o Varón, de ser elegidos, continuarían con el sabotaje y la persecución a los funcionarios del Gobierno por parte del ente de control y darían aún más argumentos a quienes proponen acabar con esta institución.
Eso sí, lo más preocupante de la postulación de personajes tan siniestros como Varón o Henao, con independencia de su derrota, es que se constituye en una prueba más de la descomposición de las altas Cortes, más dedicadas a la politiquería, el turismo judicial y el sabotaje a cualquier medida del Gobierno, como por ejemplo la reciente derogación del decreto presidencial que permitía contratar la construcción de caminos vecinales directamente con las comunidades y no con corruptos contratistas.
Sin sorpresas
La elección de Eljach era predecible. Tras doce años como secretario general del Senado, el guajiro siempre dio muestras de un apego riguroso a los procedimientos legislativos y pudo ganarse la confianza de todas las bancadas debido a las garantías que siempre ofreció a todos los partidos. Recuérdese que el secretario de la cámara alta es una especie de notario mayor del Estado, encargado de velar por el cumplimiento de las formas en los trámites legislativos. Allí Eljach se supo ganar el respeto de la clase política y, sobre todo, mantener su independencia frente a mesas directivas y gobiernos de turno, lo que le permitió conservar su puesto durante tres períodos.
Por esto, el propio presidente de la corporación, Efraín Cepeda, sostuvo que la elección de Eljach fue la elección del candidato del Senado. Allí radicó la habilidad del presidente Petro al designarlo como su candidato, pues ante el peligro que representaban los otros dos postulados, se sabía que los senadores se decantarían por alguien conocido y de confianza. Solo así se explica la abrumadora mayoría de 95 votos, mientras Henao solo obtuvo tres y Varón dos.
Si bien Eljach pertenece al Partido de la U, lo cierto es que el respeto que se ha ganado proviene del trato respetuoso hacia todos los partidos y la provisión de favores de todo tipo que durante este tiempo ha hecho a los senadores. En otras palabras, Eljach es de todos pero de ninguno. Eljach solo responde ante sí mismo, no ante ningún jefe político.
El mal menor
Es cierto que el país pide a gritos unos organismos de control dirigidos por personas probas, independientes y con un profundo compromiso con la defensa de los derechos humanos. Es cierto que juristas como Rodrigo Uprimny o Yesid Reyes, por ejemplo, hubieran sido mucho mejores candidatos que Eljach, pero en política no puede pensarse con el deseo ni mucho menos ser ingenuo, en particular en momentos como el actual, cuando le quedan dos años al Gobierno, cruciales para materializar buena parte de su programa de cambios.
Es cierto que el mito liberal propone que los organismos de control deben estar en manos de la oposición para garantizar un mejor equilibrio y separación de los poderes públicos. Pero también es cierto que no contamos con una oposición democrática y leal, sino con una criminal, corrupta y dispuesta a todo, incluso un golpe blando, con tal de no perder sus privilegios y seguir apropiándose del Estado como si fuera un botín.
Por ello, la elección de Eljach es, si puede decirse así, el mal menor. No habrá sido el candidato ideal pero al menos sí fue quien pudo detener la funesta elección de cualquiera de los otros dos, fichas de una clase política corrupta y golpista. Las críticas que ya comienza a recibir por parte de voceros de la oposición solo auguran una Procuraduría más independiente de las que hemos tenido los últimos años.
Y, para usar una metáfora futbolística, puede que no haya sido una victoria contundente, pero sí fue un empate heroico en el último minuto, y con qué golazo.