jueves, diciembre 12, 2024
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Ecuador, un país roto

No es casualidad que los carteles de la droga desaten tal ola de violencia. Necesitan demostrar que son los amos de las calles. Por eso están actuando con bastante dureza, quieren demostrar que el Gobierno no controla nada

Ricardo Arenales

La ola de ataques, secuestros, captura de rehenes, la toma de un canal de televisión, los atentados y estallido de carrobombas perpetrados la semana pasada en Ecuador, evidencian una crisis de seguridad inédita en este país suramericano, que en pocos años se ha convertido en un paraíso de narcotraficantes.

Detrás de la ofensiva, que el presidente Noboa no vaciló en calificar como “terrorista”, hay algo más de fondo, y es una lucha por el control del poder del Estado. Los carteles que protagonizaron los disturbios intentan demostrar que son ellos y no el presidente Daniel Noboa los que tienen el poder. Esta es al menos la apreciación del profesor Víctor Jeifets, docente de la Universidad de San Petersburgo, estudioso de la realidad ecuatoriana, en recientes declaraciones a la agencia de noticias Sputnik.

“No es casualidad que los carteles de la droga desaten tal ola de violencia. Necesitan demostrar que hoy son los amos de las calles. Por eso están actuando con bastante dureza, quieren demostrar que el gobierno no controla nada, y que es con ellos con quienes hay que negociar”, explicó el profesor de la Facultad de Relaciones Internacionales de la Universidad de San Petersburgo y director de la revista América Latina.

Apostando los restos

De acuerdo con Jeifets, el fracaso en la lucha contra las bandas criminales podría llevar al jefe del Estado electo a perder el cargo. Por eso “ha apostado casi todo” en esta lucha. Igualmente, el profesor Jeifets indicó que los carteles de las drogas “también han apostado mucho, si no todo”.

Al margen de las anteriores valoraciones, están las medidas dictadas por el presidente Noboa. Primero lanzó un decreto declarando el estado de emergencia. Se produjo entonces la fuga, de una cárcel local, del narcotraficante Adolfo Macías, alias Fito, capo de capos y jefe de la banda Los Choneros, la de mayor peso en el mundo criminal de ese país. Ante la ola de atentados, el presidente respondió declarando el estado de guerra interior.

La declaratoria del estado de guerra es problemática. En primer lugar, confiere poderes extraordinarios a las fuerzas militares y de policía y, en segundo lugar, abre un boquete a la restricción de las libertades ciudadanas.

Medida inocua

De acuerdo con la visión de observadores de ese país, los estados de excepción se justifican en situaciones como la que vive en estos momentos Ecuador. Pero los resultados han sido muy pobres. Solamente bajo el gobierno de Guillermo Lasso, una medida semejante se dictó en quince ocasiones. Además, se limitaron los derechos de reunión, el secreto de la correspondencia y la inviolabilidad del domicilio, entre otras medidas de corte dictatorial.

“En el pasado la medida no fue útil. De hecho, si los estados de excepción hubieran tenido algún tipo de efectividad, los homicidios no se hubieran disparado en la forma como se han disparado, sobre todo en las provincias donde se han decretado”, asegura Renato Rivera, coordinador del Observatorio Ecuatoriano del Crimen Organizado.

Pero lo inocuo de la declaratoria de guerra a muerte contra el crimen organizado radica en que todas las esperanzas de una acción demoledora contra estas estructuras mafiosas se depositan principalmente en las Fuerzas Armadas, olvidando que, desde hace algunos años, en los niveles locales, regionales, existe un matrimonio entre las bandas criminales y algunos políticos. Y esa corrupción y cooptación de estructuras del Estado tiene que ver con que el actual mandatario se ha encontrado con una cúpula militar y policial en tela de juicio, sobre todo la policial.

Dolarización, caldo de cultivo

Vecinos de una zona de Guayaquil, donde explotó una bomba

Hace apenas unas pocas semanas se publicó el Informe Metástasis, producto de una investigación de la Fiscalía General, donde se comprobó que un general de la Policía, que llegó a dirigir todo el sistema carcelario bajo la administración del presidente Guillermo Lasso, en realidad trabajaba para las bandas criminales. Eso explica por qué, aun ahora, las estructuras narcotraficantes van uno, dos y hasta tres pasos más adelante que el Estado.

Anotemos, finalmente, que al fortalecimiento del narcotráfico se suma la dolarización de la economía ecuatoriana. La no prevalencia de una moneda nacional permite que los delincuentes esquiven fenómenos como la devaluación, pues adquieren sus capitales en dólares, y con la misma moneda revaluada lavan activos o invierten en una mayor producción de narcóticos, sin mayores controles fiscales, en momentos en que los grandes grupos criminales se han internacionalizado.

A pesar de este cuadro, que tiene muchas más complejidades, la comunidad internacional en general no vaciló en respaldar la gestión del presidente Daniel Noboa en su esfuerzo por detener la acción criminal de las mafias del narcotráfico. Se destaca el mensaje de la Casa de Nariño en Bogotá: “El gobierno de Colombia expresa su explícito e inequívoco respaldo a la institucionalidad democrática y al estado de derecho en la hermana república de Ecuador. En este sentido, rechaza los recientes hechos de violencia desatados”.

Panorama desolador

Llama la atención que los gobiernos de izquierda o de signo progresista en el continente, rodearon de inmediato la gestión del presidente Noboa. Se destacan, Colombia, Cuba, Venezuela, Nicaragua, Brasil, entre otras naciones.

Lo que viene para Ecuador no está suficientemente claro. Varios analistas coinciden en señalar que Daniel Noboa es un neófito en política, que acumula un par de años como congresista antes de lanzarse a la campaña presidencial, que no tiene unas mayorías parlamentarias garantizadas para emprender algunas reformas anunciadas, y una de ellas, la necesaria depuración del mando militar, se le presenta como una misión imposible, pues tiene las manos atadas.

Para terminar de enrarecer el firmamento político del país suramericano, el mandatario solicitó ayuda militar a los Estados Unidos, una idea a la que venía coqueteando el Departamento de Estado, ansioso de intervenir en los asuntos internos de las naciones latinoamericanas. Hipoteca de esta manera, el joven mandatario, la soberanía nacional de Ecuador y se mete por los vericuetos de una política norteamericana intervencionista, que bastantes dolores de cabeza le han causado a esta parte del continente.

Señalemos, por último, que la economía del país ecuatoriano ha comenzado a resentirse, por la acción de los violentos y por la respuesta gubernamental que plantean un panorama de inseguridad, particularmente en el turismo y el comercio exterior. Las regiones más importantes del occidente del país y de la costa Pacífica albergan los principales centros de turismo, y es allí donde se aplican con más fuerza las medidas militares para contralor a las mafias que actúan allí mismo. Un panorama desolador y preocupante.

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