Las masivas y entusiastas movilizaciones populares del Día Internacional de los Trabajadores fueron un importante hecho político, que anima a las fuerzas democráticas y las fortalece para la disputa por el nuevo país
Federico García Naranjo
@garcianaranjo
Todavía resuenan en las calles y plazas de Colombia las consignas y los cánticos de las manifestaciones del Primero de Mayo, que reunieron a casi un millón de personas en todo el país. Aquella fue una jornada memorable, no solo por la enorme cantidad de trabajadores que se movilizaron e hicieron suyas las calles una vez más, sino porque el ambiente se desbordó de alegría y de reivindicación en apoyo al primer gobierno popular desde 1854. Una situación inédita.
Además de la conmemoración del Día Internacional de los Trabajadores, fiesta habitual de la clase obrera que desde 1889 recuerda las movilizaciones que conquistaron el derecho a la jornada laboral de ocho horas, las manifestaciones fueron una expresión más de la actual disputa política que se libra en el país. Disputa entre las fuerzas populares y democráticas, que reclaman un cambio, y los sectores que se niegan a ceder sus privilegios. Una confrontación política que en los últimos meses ha adquirido cada vez más la apariencia de un plan de golpe blando contra el Gobierno.
Por eso, más allá de la falsa narrativa de “marchas y contramarchas” que los medios de comunicación se han esforzado en imponer, lo sucedido el Primero de Mayo fue un importante golpe de autoridad popular, indispensable para mantener arriba el estado de ánimo y seguir incidiendo en el relato de país, es decir, seguir demostrando que el pueblo está en las calles dispuesto a ejercer su poder constituyente.
Ser y parecer
Se dice que en política lo importante no son los hechos sino el relato, es decir, que no importa tanto lo que de verdad sucede como la impresión que de eso se lleva el público. Por ello, en la actualidad se han vuelto tan importantes la comunicación política, el marketing electoral y el control de la información. La fabricación del consenso, descrita por el lingüista estadounidense Noam Chomsky, consiste en seleccionar cuidadosamente las noticias que se publican para presentar solo los hechos que refuerzan un relato de país conveniente a determinados intereses.
Así, el espectador desprevenido que se informa a través de los medios tradicionales, se puede llevar la impresión de que Colombia está al borde del caos y que el Gobierno es ineficaz y corrupto. Y no es casualidad. Una parte muy importante de la estrategia de golpe blando consiste en intentar convencer a la gente de que el país va tan mal, que una salida antidemocrática es tolerable.
Por eso, cuando los medios corporativos de comunicación aún insistían en lo histórico de las “multitudinarias” marchas de la oposición y repetían que el presidente había “perdido las calles”, el pueblo trabajador en esas mismas calles demostró que en realidad le pertenecen, fue un importante hecho político que contribuyó a desvirtuar el relato de los medios. Ello explica por qué rápidamente centraron el foco informativo en el rompimiento de relaciones diplomáticas con Israel, intentando ocultar lo más importante: el impacto de la movilización popular.
Otro escándalo fabricado
La cobertura de los medios corporativos y las furiosas y erráticas reacciones de los voceros de la ultraderecha y del centro biempensante ─que no es otra cosa que derecha vergonzante─, demostraron su desespero y su rabia al ver que no podían ocultar la fuerza popular expresada en las calles. Sostener que Petro se había “aprovechado” de los trabajadores para “colarse” en su marcha o seleccionar las imágenes donde casi no había gente para dar la sensación de languidez en la convocatoria, solo fueron una prueba más de su mala fe y de su indigencia intelectual.
Lo único que encontraron para desviar la atención y, de nuevo, imponer su relato, fue atizar el ruido sobre el caso del mal manejo de los carrotanques de agua destinados a La Guajira. La aparición de un nuevo testigo, quien sostiene que parte de los dineros desviados fueron a parar a los bolsillos de los presidentes del Senado y la Cámara de Representantes, ha servido para intentar desprestigiar al Gobierno insinuando que dichos dineros sirvieron para comprar los votos de congresistas y así aprobar la reforma laboral.
Ello, por supuesto, no se sostiene, en buena medida porque ambos congresistas son opositores al Gobierno y, en particular, el presidente del Senado Iván Name ha hecho todo lo posible para sabotear los debates de las reformas. Pero no importa, lo principal es usar titulares sensacionalistas y dar entrevistas fuera de contexto para dar la impresión de que el Gobierno es corrupto. Como siempre, al final se sabrá que no hubo nada o que los funcionarios corruptos fueron destituidos inmediatamente, pero lo que quedará en la mente de muchos es el mensaje que se quería transmitir.
Calumniad, calumniad, que algo queda
Las manifestaciones del Primero de Mayo y los hechos posteriores marcan lo que ha sido hasta ahora el ambiente político en Colombia, y lo que vendrá. Hemos insistido en que la estrategia de golpe blando es una muestra de la nula capacidad que tienen nuestras clases dominantes para asumir el juego democrático liberal y hacer una oposición leal. Ni siquiera son conscientes de uno de los principios más importantes de la competencia democrática como es “no hagas en la oposición lo que no quieres que te hagan cuando seas gobierno”.
No conocen la lealtad ni la reciprocidad. Siguen anclados en la convicción de que el país les pertenece y harán cualquier cosa, legal o ilegal, para derrocar a Petro o, al menos, impedir que en 2026 sea elegido otro gobierno progresista. Por ello, la movilización popular debe ser permanente. El pueblo debe estar atento a defender sus conquistas. Esta no es una pelea ganada, pero tenemos la iniciativa.