miércoles, mayo 8, 2024
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Decrecimiento económico: Los argumentos de la ministra Irene Vélez

La lógica del decrecimiento puede sintetizarse en el principio “vivir mejor con menos”. En contraposición, los defensores del crecimiento a ultranza dicen que este genera empleo, mejora la educación, la salud pública, y la calidad de vida

Alberto Acevedo

La ministra de Minas y Energía, Irene Vélez, desde antes de posesionarse, había sido objeto de furibundos ataques por parte de diversos gremios económicos, y particularmente de los principales medios de comunicación que representan los intereses de esos gremios.

Contra ella fueron dirigidos parte de los dardos de quienes lanzaron la especie de que el presidente estaba nombrando ‘filósofos’ para dirigir la economía del país, cuando lo que la nación reclama con urgencia son técnicos y especialistas que, ante todo, no rompan el equilibrio ya ganado por los gremios, que garanticen la estabilidad de su accionar empresarial en un ambiente de ‘seguridad jurídica’, para que el país no caiga en el abismo de la improvisación y el caos.

No hay paso que no haya dado la ministra, ni declaración suya que no haya sido objeto de enconadas críticas. Pero la que mayor escozor causó en el mundo empresarial fue su afirmación, en el marco del Congreso Nacional de Minería en Cartagena, de que se debía exigir a los demás países (sobre todo a los industrializados) que comiencen a decrecer en sus modelos económicos, para disminuir los efectos del cambio climático en Colombia.

Más profunda de lo que parece

Y ahí fue Troya. ¡La ministra está loca! Fue lo menos que dijeron pontífices y profetas. Para un lector medianamente informado, es cierto que causa sorpresa la afirmación. Sobre todo, si su cultura política se cultiva solo con la lectura de periódicos, noticieros de televisión y estaciones de radio.

Si no acabamos de salir de la pandemia, la guerra en Ucrania amenaza con una crisis alimentaria generalizada, los economistas en el mundo pronostican una recesión global, y tenemos además crisis climática, migratoria, y lo deseable sería elevar las cifras de crecimiento… viene la ministra Vélez a hablarnos de lo contrario, de decrecimiento.

En realidad, la propuesta de la funcionaria es más profunda de lo que a simple vista parece. Tomemos un simple ejemplo de la realidad bogotana. La gente padece diariamente los efectos de los interminables trancones por las principales vías de la ciudad, que hacen eterno el tránsito para llegar al trabajo, al estudio o regresar a casa. Sin embargo, los concesionarios de vehículos quieren vender cada día más autos, sin límite de ninguna clase. Y a nivel de la industria automotriz, esa es la mejor expresión de crecimiento: en ventas, en utilidades, en vehículos más modernos.

En vez de crecimiento sostenible, se propone un decrecimiento sostenible

Disminuir el consumo de bienes

Así también con los electrodomésticos, y en general con toda la línea de la producción industrial. Desde hace varias décadas atrás, algunos expertos han venido planteando la necesidad de frenar el crecimiento. La idea no es, por tanto, nueva. Plantean que el crecimiento económico no puede ser indefinido. Parten de la observación elemental de que no puede haber crecimiento infinito en un planeta finito.

Estos pensadores establecieron una estrecha relación entre el crecimiento descontrolado y la destrucción de los recursos naturales, su agotamiento irreversible y el daño en el medio ambiente, lo que conocemos como el cambio climático.

En respuesta al crecimiento sin control apareció la teoría del decrecimiento económico, que defiende que la sostenibilidad económica es compatible con la preservación de los recursos naturales si se disminuye el consumo de bienes y energía.

El concepto de decrecimiento es una corriente de pensamiento que propone la disminución regular y controlada de la producción, con la finalidad de establecer una nueva relación de equilibrio entre los seres humanos y la naturaleza.

Desigualdades y desarrollo

Algunos prefieren la idea de desarrollo sostenible y la contraponen a la anterior. Pero son dos cosas diferentes. Dadas las limitaciones de los recursos de la Tierra en medio del calentamiento global y la crisis climática, es impensable pretender que todas las naciones consigan alcanzar el nivel de consumo del mundo occidental.

Las enormes desigualdades hacen de este cometido una utopía. Se calcula que actualmente el 20 por ciento de la población del planeta acapara el 85 por ciento de los recursos naturales.

Para los decrecentistas se parte de la convicción de que no se trata de incrementar el nivel de consumo de los diferentes países, sin límites hasta hegemonizar, sino de aplicar criterios de frugalidad (moderar hábitos al comer, al beber, etc.) y así reducir la producción y el procesamiento de los recursos, que amenazan con acabarse. No tendríamos así, a partir de esta tesis, un crecimiento sostenible, sino un decrecimiento sostenible.

Postulados decrecentistas

El economista francés Serge Latouche

Uno de los teóricos del decrecimiento es el economista francés Serge Latouche, a quien algunos califican como el padre de esta corriente de pensamiento. Entre los postulados de su propuesta, Latouche señala:
*Revaluar los valores individuales y consumistas y sustituirlos por ideales de cooperación.
*Reconceptualizar el estilo de vida actual.
*Reestructurar los sistemas de producción y las relaciones sociales, en función de una nueva escala de valores.
*Redistribuir la riqueza.
*Reducir el consumo.
*Reutilizar y reciclar para evitar el despilfarro.

La lógica del decrecimiento puede sintetizarse en el principio “vivir mejor con menos”. En contraposición, los defensores del crecimiento a ultranza dicen que este genera empleo, mejora la educación y la salud pública, y mejora la calidad de vida.

No estaba desfasada la ministra

El ideal del decrecimiento, es pertinente aclararlo, riñe también con el criterio de la obsolescencia programada, que armoniza con el modo de vida consumista. Hoy, un celular, por moderno que sea, está programado a uno o dos años de vida. No tanto porque deje de funcionar, sino porque al cabo de ese tiempo ya es obsoleto. Lo mismo pasa con los automóviles, los electrodomésticos y centenares de miles de productos más.

Esto implica una continua demanda de bienes, lo que estimula de forma extraordinaria la producción, y esta a su vez un daño cada vez mayor al medio ambiente por efectos de la contaminación, la acumulación de residuos tóxicos, la polución del aire, etc. Los decrecentistas rechazan la obsolescencia programada y contraponen a ella el reciclaje y la reutilización.

No obedeció pues a una pataleta, la propuesta de la ministra de Minas de que Colombina se inserte en la ola decrecentista. Por el contrario, se trata de planteamientos serios y fundamentados, acordes con la defensa de la naturaleza, del medio ambiente y de la supervivencia del planeta.

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