martes, abril 23, 2024
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De derechos, feminicidio y teatro

Manuel Antonio Velandia Mora

La vida muchas veces parece ser cuento mal contado. El dolor de las personas se vuelve noticia por unos días, y en especial por menos tiempo cuando la persona vulnerada es una mujer. Las leyes parecen no sólo ser hechas por hombres sino también para el beneficio de estos, por eso me atrae el lema del Día de los Derechos Humanos de este año: «Dignidad, libertad y justicia para todos y todas». #LevantateXDerechosHumanos.

En su preámbulo, la Declaración Universal de los Derechos Humanos (DUDR) destaca que el «reconocimiento de la dignidad inherente y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana es la base de la libertad, la justicia y la paz en el mundo«. Este reconocimiento de la dignidad y la equidad pareciera no aplicar en el tema de los derechos de las mujeres; no sólo de las mujeres cisgénero sino de todas las mujeres, incluyendo por supuesto a las mujeres con pene.

Lo que se espera en este año, que este 10 de diciembre comienza, es aumentar el conocimiento de la DUDR como un modelo fundacional necesario para adoptar medidas concretas en defensa de los derechos humanos y abordar las cuestiones mundiales más acuciantes en la actualidad.

Por ello quiero traer a colación la obra de teatro escrita por la joven Juliana Villalba, realizada como proyecto de pregrado en la Universidad del Rosario. Rosa Elvira es una obra musical que nos habla sobre los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres y específicamente de feminicidio, cuenta con gran sensibilidad aspectos de la vida y muerte de Rosa Elvira Cely. En la madrugada del 24 de mayo de 2012, ella marcó insistentemente el número de emergencia 123, y la policía no cumplió con su deber. El día 28, fallece en el hospital capitalino Santa Clara.

Hasta aquí parece no haber nada raro, este es un caso muy sonado; algunos lectores seguramente recordarán la novela del escritor y profesor Fernando González Santos publicada con el apoyo de las secretarías de la Mujer y de Educación, entre otros organismos distritales. Conocemos que el nivel de lecturabilidad de nuestros jóvenes es supremamente bajo. Así que muy seguramente este esfuerzo que pretendía llegar al 50% de estudiantes bogotanos, seguramente no llegó a tantos/æs como se esperaba. Bien sabemos que no sólo hay que entregar el texto, sino que los maestros y maestras deben transversalizar la lectura con su agenda académica para que la novela tenga el efecto deseado.

En Colombia una mujer es asesinada cada 8 horas y 8 mujeres cada hora son víctimas de violencia intrafamiliar o sexual, según lo afirma Medicina Legal. En lo corrido del 2022 han sido asesinadas 827 mujeres y 58.117 han sido víctimas de violencia intrafamiliar o abusadas sexualmente.

Bien sabemos que ellas representan casi el 52% de la población en nuestro país, aun así, no logran tener plenos derechos.

Hacer educación sobre los derechos humanos ya de por sí es complicado, pero hacerlo sobre los derechos sexuales de las mujeres es un acto quijotesco. Por eso me atrae la idea de Juliana Villalba, quien ha osado contar sobre el tema del feminicidio de una forma lúdica pero también como experiencia estética. Es un acierto que sea una niña actriz uno de los puntos fuertes de contacto con la sensibilidad de los/æs espectadores.

Tuve la oportunidad de ver la obra en una sala de teatro de esas a las que se aproximan pocos/æs bogotanos/æs porque incluso parte del trayecto para llegar al CIAT, el Teatro de La Montaña, hay que hacerlo a pie; fue allí en esa zona de la montaña en el Km 5 vía a la Calera, que también es la localidad bogotana de Chapinero, donde tuve la grata sorpresa de ver niños/æs y adolescentes que pagan la entrada al teatro con un huevo, medio paquete de pasta o unos puñados de arroz, conmovidos/æs y expresando sus saberes, conmociones y preocupaciones sobre el tema, dialogando con alguien que tiene sus mismas inquietudes aun cuando seguramente otras necesidades.

No estoy afirmando que la violencia sea mayor en los estratos económicos menos favorecidos, sino que la violencia es común a todos los estratos socioeconómicos y que suele ocultarse en los estratos socioeconómicos con más poder adquisitivo.

El vínculo que se establece entre la gente joven tiene ese clic que moviliza la emoción y despierta la sensibilidad hacia temas dolorosos sobre los cuales casi nunca se habla a menores de edad, pero con los que ellos/æs suelen toparse en el ejercicio de la vida cotidiana.

No lloramos durante la obra a todas las mujeres, lloramos a Rosa Elvira, pero necesariamente el cerebro vuela y el corazón se agita al hacer el contacto con la realidad. No hay que ser mujer para sentir ira, impotencia y dolor, tan solo fue necesario dejarse llevar por un guion bien estructurado y fragmentos de canciones de esas que te tocan, te amarran y no te dejan soltar.

Pudiéramos decir que esta es una experiencia educativa desde la emocionalidad, que el teatro musical cumple, en este caso, una función que trasciende el disfrute para mover la sensibilidad. Es todo un acierto la escogencia de la música de Marta Gómez, María Isabel Murillo, Laura Kalop y Camila Gallardo, porque sus letras se compadecen del deseo del equipo teatral de denunciar utilizando el arte como medio. La obra logra plasmar la realidad nacional y en ningún caso raya en el amarillismo en el que suele caer el teatro amateur que termina haciendo “ladrilludos panfletos”.

Evidentemente no fue pensada como un instrumento educativo, pero para quienes nos movemos en el campo de la educación esta es una herramienta de esos que quisiéramos invitar a la escuela.

Juliana Villalba, quien optaba al título de Maestra en Teatro Musical, hace el libreto y la adaptación de algunas canciones, la dirección General, trabaja en la coreografía actúa y también canta, lo hace junto a Jessica Cristancho, Camilo Sánchez y la niña Alejandra Alvarado. El elenco se acompaña de otros jóvenes universitarios que apoyan el trabajo en equipo: en la dirección actoral está Camilo Sánchez, en la coreografía Alejandro Valencia y Julio Lucena, en el sonido Federico blandón, en el diseño técnico y de luces Giovanni López y Angie Guerrero, como jefe técnico y de utilería Pedro Tinoco, la jefatura de escena es de Simón Beltrán y María Roy y los asistentes de esta jefatura son Daniela Pinzón y Laura Revelo, el diseño y la confección de vestuarios de Juliana Villalba y Magaby Mujer.

Cabe felicitar al programa de pregrado de Teatro Musical de la Universidad del Rosario en alianza estratégica con MISI Compañía Escuela de Teatro Musical. El resultado muestra que hay una altísima formación profesional en interpretación de sus alumnos, como artistas integrales, en teatro, música y danza; olvidaba decirlo, el elenco también baila.

Del feminicidio en Colombia

Mediante la Ley 1761 de 2015 se creó en Colombia el tipo penal de feminicidio.

Esta ley, a través de su artículo 2, agregó al Código Penal Colombiano, Ley 599 de 2000, en el libro segundo, título 1, “Delitos contra la vida y la integridad personal”, el artículo 104A, que señala:

Feminicidio. Quien causare la muerte a una mujer, por su condición de ser mujer o

por motivos de su identidad de género o en donde haya concurrido o antecedido cualquiera de las siguientes circunstancias, incurrirá en prisión de doscientos cincuenta (250) meses a quinientos (500) meses.

  1. a) Tener o haber tenido una relación familiar, íntima o de convivencia con la víctima, de amistad, de compañerismo o de trabajo y ser perpetrador de un ciclo de violencia física, sexual, psicológica o patrimonial que antecedió el crimen contra ella.
  2. b) Ejercer sobre el cuerpo y la vida de la mujer actos de instrumentalización de género o sexual o acciones de opresión y dominio sobre sus decisiones vitales y su sexualidad.
  3. c) Cometer el delito en aprovechamiento de las relaciones de poder ejercidas sobre la mujer, expresado en la jerarquización personal, económica, sexual, militar, política o sociocultural.
  4. d) Cometer el delito para generar terror o humillación a quien se considere enemigo.
  5. e) Que existan antecedentes o indicios de cualquier tipo de violencia o amenaza en el ámbito doméstico, familiar, laboral o escolar por parte del sujeto activo en contra de la víctima o de violencia de género cometida por el autor contra la víctima, independientemente de que el hecho haya sido denunciado o no.
  6. f) Que la víctima haya sido incomunicada o privada de su libertad de locomoción, cualquiera que sea el tiempo previo a la muerte de aquella.
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