viernes, diciembre 13, 2024
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Daniel Samper Pizano, la consciencia moral de la derecha

La columna “Machismo feminista” es una clase de ética por la cual nadie pagaría un centavo. Más allá́ de las sentencias vacías, el texto se basa en recomponer el centro del enunciador, como si este estuviera exento de ideología. Además, ataca al feminismo sin conceptualizarlo, sin precisar su agenda y sus objetivos

Diana Carolina Alfonso

Dice un viejo refrán que la libertad de expresión es, en realidad, la libertad del dueño de la imprenta. En la Colombia contemporánea, los dueños de la imprenta son expresión de una noción de libertad mediocre y profundamente clasista. Lejos de las épocas palaciegas a las que estaban acostumbrados sus padres y abuelos, hoy se les ve solitarios haciendo la parodia del artista en streaming.

Pero, ¿quiénes son los dueños de la imprenta sino los antiguos dueños del país?, barridos de las altas esferas como consecuencia del indecente ascenso social de narcos y paramilitares. Lo que hoy presumen como denuncia, parados en el moho de sus ilustres apellidos, se resume en dos aspectos: culpa de clase y la hybris del punto cero.

Esta es la triste historia que comparten los herederos de los primeros dueños de Colombia, entre quienes se pueden distinguir importantes marcas del capital-papel como los señores Santos y Samper. Y entre ellos, ungidos como un formidable espécimen del deterioro aristocrático y periodístico, el señor Daniel Samper Pizano, oriundo de la Casa Editorial El Tiempo, hoy “opinólogo” del periodista Daniel Coronell.

El agrupamiento de los pobres

En los últimos tiempos, el periodista Samper Pizano se ha dedicado a complacer las demandas del periodismo liberal, preocupado en recomponer la conciencia moral de la derecha. El periodismo samperista que comparte con su hijo y homónimo, se basa en arañar la espuma de la ola mientras los acontecimientos explotan en la nación, como lo vimos en una de sus últimas columnas titulada “A Dios rogando y contratos dando”, en la que reduce la capacidad de lobby y financiamiento corporativo a un problema de fe.

Con sentencias como “el auge de otros credos no ha representado una mejoría para los pobres y oprimidos. Los agrupa, pero no los redime”, el periodismo de Samper Pizano hace eco de la vieja confiable “nada nuevo bajo el sol”. Sabiendo que los ricos son también profundamente creyentes y aportantes a sus iglesias, el problema no es entonces la religión, el problema es el agrupamiento de pobres.

Al final, tal como concluye, las cosas se resuelven con “indignación cívica”. Lo dice un Samper que se indigna con el plato lleno y la biblioteca perfumada. Pero ¿qué querrá decir con indignación cívica? Para la mentalidad elitista de Samper Pizano hay una indignación que no es cívica ni correcta; que huele a bochinche, a pobre aglomerado, a mujer organizada, a gente idólatra, extremista y estúpida.

Hybris del punto cero

La siguiente y última columna carga por título el oxímoron “Machismo feminista”. Como en la columna previa, el “ellos o ellas”, o sea la otredad, queda siempre establecida en su lenguaje difícil de aprender. Lo que cuesta es saber a quién le habla Daniel Samper Pizano cuando interpela al “nosotros”. ¿A quién se debe o a qué se deben sus diatribas? Daniel no necesita hacer explícito su lugar de enunciación. Él tiene un apellido y su apellido tiene historia.

Él detenta algo que el pensamiento decolonial denomina la hybris del punto cero. Según el pensador Santiago Castro-Gómez, la hybris del punto cero refiere “al imaginario según el cual, un observador del mundo social puede colocarse en una plataforma neutra de observación que, a su vez, no puede ser observada desde ningún punto. Nuestro hipotético observador estaría en la capacidad de adoptar una mirada soberana sobre el mundo, cuyo poder radicaría precisamente en que no puede ser observada ni representada. Los habitantes del punto cero (científicos y filósofos ilustrados) están convencidos de que pueden adquirir un punto de vista sobre el cual no es posible adoptar ningún punto de vista. Esta pretensión, que recuerda la imagen teológica del Deus absconditus (que observa sin ser observado), pero también del panóptico foucaultiano, ejemplifica con claridad la hybris del pensamiento ilustrado”.

“Machismo feminista” es un shot de clases de ética por el cual nadie pagaría un centavo. Más allá de las sentencias vacías, el texto se basa en recomponer el centro del enunciador, como si éste estuviera exento de ideología. No se trata de si el periodista es o no racista o machista, o un oligarca con un poco de ambas. La columna se centra en por qué no responder, por qué nada ni nadie le vale una respuesta.

Más allá de su derroche de personalismo, en el ámbito de una comunicación democrática tenemos la responsabilidad de dejar en claro que el racismo y el machismo se sedimentan sobre lógicas estructurales en las que participamos como sociedad, activa o pasivamente. Y no se trata de juicios morales, señor Samper Pizano. No se trata de buenos o malos. En todo caso, el tiempo avanza pese a los inquisidores de la buena moral.

En una guerra conceptual de talante oscurantista -muy al estilo del exprocurador Alejandro Ordóñez- Samper Pizano relincha porque el feminismo corrompe las normas de la RAE. Sería un acto de impunidad no informarle a Daniel Samper que cuando la RAE introdujo a su listado de palabras el término “presidente” -por poner un ejemplo-, no había lugar al término “presidenta”. Y no por una cuestión gramatical, sino porque las mujeres no eran electas en cargos públicos.

El poder del mercado como el de las naciones se encontraba -y se encuentra-, en manos de varones. A eso llamamos “complicidad patriarcal”. ¿Qué? ¿Por eso los hombres son malos? No, los hombres detentan un poder que las mujeres disputamos. ¿Por eso somos machistas? No. Según la RAE, el machismo es una “actitud de prepotencia de los varones respecto de las mujeres”. Lo demás es debate público.

Adiós 

En su columna de opinión, además de tirar contra el feminismo sin poder siquiera conceptualizarlo, mucho menos precisar su agenda y sus objetivos, Daniel Samper se queja del calificativo de machista que sufre por cuenta de inocentes chistes, dirigidos a lo que él llama una mujer concreta, a quien a la postre brinda cualidades muy poco concretas como “una suegra, una novia, una esposa, una hija, una vecina, Juanita Banana, Juana de Arco, Juana la Loca”.

Según la escritora y periodista española, Irantzu Varela, “los chistes han sido siempre también una forma de generar ideología y pensamiento. De dejar claro lo que es aceptable y serio, y lo que no. Por eso el humor normalizado se ha reído siempre de los extranjeros, de los maricones, de los discapacitados, de las putas, de las mujeres. Porque lo aceptable y serio es el hombre blanco heterosexual, sin discapacidad y autónomo económicamente, y lo no aceptable es todo lo demás (…). Una sociedad se puede definir por las cosas de las que se ríe y de las que no”.

Del lado de las Francia Márquez, de las que no cabemos en su humor, de las indias, las sucias, las idólatras, las amas de casa, las sin nombre, sin apellido, sin aporte pensional y sin máquinas de escribir o computador, hoy nos reímos de la egolatría ahistórica de los Samper.

Buenos días y adiós a los varones dueños de la imprenta.

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