domingo, mayo 5, 2024
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Cultura transformadora

Esta “anotación”, aparentemente desmesurada, plantea un debate antiquísimo sobre el papel del arte, la estética, la técnica y la creación en el proceso revolucionario 

Felipe Quintero

A través de una síntesis en estas apretadas líneas, se espera, a partir de la travesía histórica de los pensadores marxistas, que alguna vez dedicaron su existencia a pensar las artes, hacer aportes sobre la cultura transformadora, en la que intervienen el arte, la estética y la creación como espíritu del cambio de época.

En el periodo de la postguerra existieron una multiplicidad de críticas ante la inhóspita y lamentable ejecución del pensamiento marxista en las políticas públicas culturales. Cualquiera que se dedique a pensar el arte encontrará en un pequeño recuento histórico las serias críticas de artistas de la época ─que pertenecieron a la revolución socialista─ frente al tradicionalismo y folklorismo en el que recayeron sus camaradas en el frente social y político.

Forma y contenido

Sergei Tetriakov escribió, por ejemplo, sobre la “temática” en el Proletkult en el año 1923:

“La calidad revolucionaria de la creación típicamente sólo significaba el uso de un tema o imagen revolucionaria en la obra. Y es por eso que, en la creación poética y artística de nuestra época, la revolución sigue siendo un ‘acontecimiento’ acerca de lo que la gente escribe, que la gente describe. Este fenómeno se llama temática revolucionaria. Solamente ha cambiado el tema. Todo el resto ha quedado con el arte viejo que se ha separado de la vida o que va retrasado a ella”.

O, incluso, las apreciaciones críticas de Mariátegui sobre la técnica y el formalismo del contemporaneismo “novedoso”:

“No podemos aceptar como nuevo un arte que no nos trae sino una nueva técnica. Eso sería recrearse en el más falaz de los espejismos actuales. Ninguna estética puede rebajar el trabajo artístico a una cuestión de técnica. La técnica nueva debe corresponder a un espíritu nuevo también. Si no, lo único que cambia es el parlamento, el decorado. Y una revolución artística no se contenta de conquistas formales” (1926).

Estas serias reflexiones son sobre la forma y el contenido. Por ello, una breve explicación de los conceptos: lo formal es, entonces, la superficie sin contexto del proceso artístico. Los formalistas establecieron como novedosa la idea de que el arte persistía como imagen misma. Con el uso de la geometría, la textura y el color promovieron un pensamiento de percepción purificado. Por otro lado, los folkloristas soviéticos se emocionaron con las conquistas revolucionarias, pero mantuvieron como eje la técnica anticuada de sus antecesores. Es así como la reflexión encapsulada de la temática y la técnica ─contenido y forma─ no lograron respuestas a los cambios necesarios para el nuevo espíritu del socialismo.

Ni una, ni otra, lograron convencer a las vanguardias de su órbita política y poética. Las distancias, entre uno y otro, no dejaban a la crítica y la reflexión un camino de síntesis artística. Tal vez la pregunta por la forma y el contenido no era el correcto horizonte de análisis para la estética marxista. En cambio, había que unir esas divisiones binarias para entender que el movimiento no persiste por sí solo con la doctrina o la tendencia. El arte no es sólo una herramienta revolucionaria, sino la base general de la revolución. Por esto, debemos pasar de largo por la idea de que el espíritu no existe y mover las masas hacia una transformación espiritual, como dijo Mariátegui sobre los grandes Dadaístas y Suprarrealistas.

Revolución y creación

Las transformaciones del espíritu de una época son esenciales para el condicionamiento de un proceso revolucionario. Las revoluciones persisten y se mantienen eternamente, incluso en los estados socialistas, con la renovación artística. No es el positivismo científico el que pueda dar explicaciones sobre la realidad de las masas o los sujetos revolucionarios. Esta conceptualización filosófica es antecedida por la percepción y creación artística. La cultura transformadora es la vanguardia del pensamiento y la unificadora de la revolución.

En este sentido, ver el arte como un constructor de pensamiento revolucionario nos dejará entender el espíritu de nuestro tiempo actual para transformarlo. La paz y la guerra no son los únicos conceptos por los que debe buscar trecho el proceso revolucionario, sino la transformación del espíritu capitalista. Esto implica entender que, en Colombia, hemos transitado hacia un nuevo modelo que nos permite avanzar en las transformaciones culturales.  Estamos en el preciso momento en el que la historia nos pide pensamientos complejos. No estamos para alzar fusiles, ni para fortalecer burocracias. Justo, en este instante, tenemos frente a nuestros ojos la transformación de la cultura social.

Arte y consigna

Existen múltiples divagaciones ante la sola pregunta que hizo Sergei Tretiakov: ¿Cómo resolvieron estas preguntas sobre el arte y su relación con la vida durante el tenso período de la revolución los que verdaderamente dirigían la energía revolucionaria?, pero hay una respuesta sencilla al debate: con las consignas. Parece una respuesta inocua y algo restringida ante las necesidades inmensas de la cultura, pero la reflexión que hace Sergei nos deja un camino por delante de la reflexión conceptual. Por ejemplo, la consigna “arte para todos” tiene un revés en esta trama. Esta consigna profundiza una conceptualización más compleja, en la cual se debe entender que, en algún momento, tras el trabajo político de las masas, transformaremos la idea de que posterior al trabajo hay un tiempo para el ocio y la fantasía hacia la idea de que el trabajo es acción creadora.

Una vez se lleve a cabo esta transformación de las mentes de los proletarios podrán ─por fin─ creer que en la transformación de la materia prima se consigna un espíritu de creación y no sólo se desgastan las fuerzas de su propio trabajo. Claramente este ejercicio es conjunto a la transformación de los medios de producción. Pero si ambas no son un trabajo paralelo de los revolucionarios, entonces las doctrinas se harán sectarias y los trabajadores terminarán en la decadencia vanguardista.

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