La inadecuada planificación territorial y la priorización del capital sobre la vida han mostrado una vez la cara amarga del andamiaje político económico
Sergio Salazar
El pasado 29 de octubre se materializó una tragedia anunciada en la ciudad de València y sus pueblos conurbados por la margen derecha del río Turia, en el País Valencià (o administrativamente Comunitat Valenciana), España.
Una nueva Depresión Aislada en Niveles Altos, DANA, -una corriente que se separa de una corriente en chorro, en este caso polar, y que se mueve independiente de su origen de manera errática-, llegó al mar Mediterráneo y encontró los ingredientes para una tormenta perfecta de gran intensidad que se estacionó por horas en una gran zona al noroeste de la ciudad de València.
Dicha conjugación de factores (que suele darse en particular en el otoño) provoca la ocurrencia de avenidas torrenciales (caudales de agua y sedimentos de gran magnitud en poco tiempo) en los sistemas de Ramblas o “ríos” mediterráneos efímeros (que están gran parte del año secos) provocando en muchas inundaciones.
En este evento desafortunadamente, a día de hoy, hay más de 200 muertes y una cifra de más de una decena de desaparecidos. Los daños materiales ya se sabrán, pero los psicológicos para las familias y población afectada no tienen precio.
Las decisiones que no se tomaron antes
La ocurrencia de esos fenómenos torrenciales en la zona del desastre se ha estudiado desde las últimas décadas del siglo pasado, e incluso hay registros históricos del siglo XVII. Igual, las formas del terreno dan cuenta de fenómenos extremos de gran magnitud que depositaron grandes cantidades de sedimentos.
Por ello, la Rambla del Poyo y su vecina la de Pozalet, han sido identificadas como prioritarias de actuación, principalmente, porque toda la zona inundable se ha ocupado por zonas residenciales, comerciales e industriales en municipios que ya están prácticamente conurbados a la ciudad de València por la margen derecha del río Turia.
Así es como una serie de intervenciones fueron previstas desde finales de los 90`s con el Plan de Acción Territorial sobre prevención del Riesgo de Inundación en la Comunitat Valenciana (Patricova), y con la adopción del nuevo marco normativo europeo de gestión del riesgo de inundaciones que entró en vigor en España en 2010. Ninguna de las más importantes fue ejecutada.
Igualmente, hay investigaciones en la zona, como la que hizo el Grupo de Investigación en Modelación Hidrológica y Ambiental de la Universitat Politècnia de València, desde la cual se generó una propuesta metodológica avanzada para considerar de una manera adecuada los factores físicos que provocan las avenidas torrenciales como en la Rambla del Poyo.
Utilizando dicha metodología de una manera más amplia y una serie de medidas de intervención «basadas en la naturaleza», se probó que era posible reducir el riesgo de manera significativa utilizando medidas como la reforestación en cabecera o pequeños embalses distribuidos en cabecera.
Se mostró que con el máximo potencial de intervención de superficie a reforestar y de pequeños embalses el daño anual esperado en la zona inundable se podría reducir en 48% y 17% respectivamente, respecto de la situación actual que está por el orden del valor de los daños producidos por las inundaciones de 2000.
Las decisiones que no se tomaron durante
La Agencia Española de Meteorología, AEMET, desde el miércoles 23 de octubre empezó a dar avisos diarios de la DANA que se podría acercar a territorio español, alertando de su intensidad a medida que se iba materializando el pronóstico meteorológico en el transcurrir de los días, como acertó desde su primera nota de “aviso” del 25 de octubre, que probablemente el día de lluvias más intensas sería el martes 29 de octubre.
La AEMET por sus competencias emite avisos, los cuales tienes que ser procesados por las administraciones territoriales, y que sumados a sus análisis propias dan lugar a la activación de una alerta.
La AEMET emitió incluso el mismo 29 de octubre, a primera hora de la mañana, el aviso que elevó a nivel “rojo” (el más desfavorable) para la región de València y otras también afectadas como Castilla-La Mancha y Andalucía.
En horas de la mañana de ese día, el Centro de Coordinación de Emergencias de la Comunitat Valenciana decretó también el nivel rojo por lluvias en la zona. Al mediodía del fatídico día, se estaban produciendo inundaciones en la zona noreste de la zona colindante a la cabecera de la Rambla del Poyo, y ya se habían registrado unos caudales punta en la misma Rambla. La autoridad de cuenca, la Confederación Hidrográfica del Júcar, también alertó de la situación al hacer seguimiento a los registros de caudales de la Rambla del Poyo.
Desde el 2023, por obligatoriedad de la normativa europea, España activó el sistema de alerta de emergencias a todos los teléfonos celulares que se encuentren dentro de una zona de cobertura específica.
A pesar de los avisos, la alerta llegó a los teléfonos a las 20:12 horas, cuando ya la inundación era masiva en las horas previas, encontrando a mucha gente trabajando o circulando por las carreteras como en un día normal de trabajo.
Los aprendizajes para el después
La inadecuada planificación territorial y la priorización del capital sobre la vida han mostrado una vez la cara amarga del andamiaje político económico preponderante. La memoria de las víctimas debe contribuir a que el territorio afectado sufra cambios profundos para una mejora del funcionamiento hidrológico de las ramblas, así como de la adaptación de la población a dichas condiciones.
Igualmente, considerando el alto grado de ocupación de la zona inundable se debe avanzar en el establecimiento de un sistema efectivo de alertas tempranas que contribuya a evitar nuevas pérdidas humanas en futuros eventos. Según estudios recientes, parece que este tipo de fenómenos se están haciendo más intensos y frecuentes.
Sin embargo, hay que recordar que los desastres son una construcción social como ha quedado patente con este evento. Por ello, la adaptación territorial debe repensarse en torno al agua con actuaciones híbridas pensadas en la funcionalidad socio-ecológica y la adaptación a las condiciones cambiantes del clima.